Azul y rojo
Visto desde las nubes de S?o Paulo, el circuito de Interlagos parece un sombrero apolillado. A ras de tierra, las impresiones se confirman: con su acostumbrada recta de tribunas, sus quince curvas, sus cien baches y su asfalto revenido se aleja de los refinados dise?os de Shanghai o de Malaisia y, m¨¢s que el escenario ideal para una ¨²ltima batalla, parece un paisaje de posguerra. Es, al cuadro de circuitos del Mundial, lo que la Oca es a los juegos de sobremesa: un laberinto lleno de trampas.
En el box de Ferrari, Jean Todt, el geniecillo de la escuder¨ªa, y Michael Schumacher, el piloto m¨¢s grande de todos los tiempos, hacen memoria y se disponen a cerrar una ¨¦poca. Ingenieros y mec¨¢nicos recuerdan el fichaje de Schumi por el destartalado equipo de Il Comendatore. Con su acento de oficial prusiano, les anunci¨® que ¨¦l ven¨ªa a ganar, as¨ª que la excusa de la desidia latina quedaba clausurada para siempre. Pronto comenzaron a superar etapas: terminaron carreras, ganaron carreras, ganaron campeonatos, sublevaron a los ferraristas de todo el mundo, convirtieron la F¨®rmula 1 en una marea roja, destronaron a Juan Manuel Fangio y reescribieron la historia. Ahora, a?o 2006, all¨ª estaban ellos con la opci¨®n probable del Mundial de marcas, la opci¨®n lejana del Mundial de pilotos, la jubilaci¨®n de Michael y un coche brillante como una cereza.
Al otro lado, en la orilla azul, Fernando repasa su propia aventura: sus duros principios de superviviente, el tiovivo de los karts, el paso por Minardi, la llamada de Renault, las arengas de Flavio Briatore, el v¨¦rtigo del candidato y el sentimiento de que s¨®lo podr¨ªa tumbar a Schumacher si lograba adelantar el reloj: a la necesidad de llegar primero tendr¨ªa que sumar la imposici¨®n de ser pionero. En ese empe?o, batir¨ªa todos los r¨¦cords de precocidad, y tal d¨ªa como ¨¦ste defend¨ªa su t¨ªtulo mundial, pero la carrera definitiva se enfrentaba a una situaci¨®n parad¨®jica: en su ventaja, la de poder elegir, estaba su problema, el riesgo de equivocarse. As¨ª como Schumacher deber¨ªa movilizar sin reservas su potencial, ¨¦l podr¨ªa asegurar el campeonato de pilotos al precio de ceder el de marcas, o sencillamente quererlo todo. Apretar los pu?os y repetir de nuevo su frase favorita: "Que hagan lo que quieran, porque yo no pienso frenar".
Cuando empiece el espect¨¢culo, con la cabeza oculta bajo la bombilla de sus cascos, Fernando y Michael ser¨¢n de nuevo la sublimaci¨®n de la videoconsola: el pulgar que elige los botones del frontal y el dedo coraz¨®n que pulsa las levas del cambio.
Por una vez conocemos la mitad del desenlace: como siempre, el campe¨®n ser¨¢ muy grande, pero lo har¨¢ m¨¢s grande el tama?o del perdedor.
Buenas tardes y buena suerte.
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