Yo estaba en Babi Yar
?Qui¨¦n conoce Babi Yar? Fue all¨ª, a las afueras de Kiev, cerca del antiguo cementerio jud¨ªo, donde el 29 de septiembre de 1941, el d¨ªa del Kipur, d¨ªa del Gran Perd¨®n, el Einsatzkommando 4, dirigido por el coronel de las SS Paul Blobel, con ayuda de la polic¨ªa ucrania, liquid¨® a golpe de metralleta a los habitantes jud¨ªos de la ciudad m¨¢s antigua de Rusia. La matanza dur¨® hasta el 3 de octubre. M¨¢s de 100.000 cuerpos se amontonaban en el ca?¨®n. Algunas v¨ªctimas a¨²n respiraban. Fueron rematadas a base de granadas. Cien mil personas es la poblaci¨®n de una ciudad del tama?o de Badajoz. La mayor¨ªa de las v¨ªctimas eran jud¨ªas. Un tercio de ellas eran ni?os. Los cuerpos fueron quemados, sus cenizas dispersadas por los nazis y sus auxiliares ucranios la v¨ªspera de la liberaci¨®n de Kiev por el Ej¨¦rcito Rojo, en noviembre de 1943. No cabe duda de que los asesinos eran muy conscientes de su crimen, que se ocuparon de ocultar. Pero algunos testigos oculares consiguieron filtrar la noticia al otro lado de las fronteras ucranias. Dio la vuelta a las canciller¨ªas y se public¨® el 29 de noviembre de 1943 en The New York Times. Las pruebas se presentaron en el proceso de N¨²remberg.
Si los nazis ten¨ªan inter¨¦s en borrar las huellas de su haza?a, Stalin, por su parte, tampoco ten¨ªa muchas ganas de mencionarlo. Habr¨ªa significado "favorecer" a los jud¨ªos en el martirologio de la poblaci¨®n rusa, en un momento en que las persecuciones antisemitas empezaban a vaciar las instituciones sovi¨¦ticas de su presencia. Habr¨ªa sido tambi¨¦n revelar que tres divisiones ucranias del Ej¨¦rcito Rojo, dirigidas por el general Vlassov, se hab¨ªan reunido, desde el principio de la guerra germano-sovi¨¦tica, con las tropas de Hitler y hab¨ªan tomado parte en la eliminaci¨®n de los jud¨ªos de Ucrania. Sin embargo, esta doble empresa de desinformaci¨®n hab¨ªa descuidado la fatalidad de la memoria, que al igual que un cuerpo atado a un bloque de piedra y arrojado al mar, s¨®lo desaparece durante un tiempo antes de volver a subir inevitablemente a la superficie y gritar la verdad.
As¨ª, veinte a?os despu¨¦s, en septiembre de 1961, un joven poeta ruso Yevgeny Yevtushenko, conmovido por el descubrimiento fortuito de la masacre de los jud¨ªos de Kiev, escribi¨® Babi Yar, un poema publicado en la Literatournaia Gazeta. Al hacerlo lanz¨® el movimiento cr¨ªtico de la historiograf¨ªa sovi¨¦tica. El poeta y el peri¨®dico fueron condenados inmediatamente por el Partido Comunista. Demasiado tarde. Los cuerpos de los asesinados de Babi Yar flotaban ya a la vista y para conocimiento de todo el mundo en la superficie del Dni¨¦per, ese r¨ªo que atraviesa Kiev, y bajo las ventanas del Kremlin, sobre las aguas del Moscova. Los historiadores llamar¨ªan m¨¢s tarde deshielo a este movimiento capital en el proceso de desestalinizaci¨®n. Decenas de miles de sovi¨¦ticos se reunieron en las plazas p¨²blicas para escuchar al poeta leer sus versos:
"No hay en Babi Yar, sobre tantas y tantas tumbas/ M¨¢s monumento que este triste barranco./ Tengo miedo... ?Qu¨¦ peso cae aqu¨ª sobre mis hombros?/ Oh, pueblo jud¨ªo, en verdad, tengo de pronto tu edad".
Ni Jruschov ni Breznev vieron venir esta brusca r¨¦plica a la Historia oficial. Enfrentado a sus propias mentiras y al antisemitismo que apoy¨® bajo el reino de Stalin, el poder reaccion¨® violentamente: las obras de Yevtushenko se prohibieron. Pero los cuerpos asesinados de Babi Yar, que flotan en la superficie de las aguas y nadie osa retirar, recuerdan a quienes a¨²n no lo saben ad¨®nde lleva el odio. En este caso, el odio a los jud¨ªos. Los j¨®venes recitan Babi Yar, de Yevtoushenko en los colegios y las universidades. El poema se ha traducido a todos los idiomas y se ha difundido en la prensa mundial. Inspir¨® a Dimitri Shostak¨®vich su famosa Sinfon¨ªa n¨²mero 13. Y hasta en los pueblos helados que rodean el Gulag en lo m¨¢s rec¨®ndito de Siberia, resuena el grito del poeta: "Creo que soy un hijo de Israel... / Creo que soy Dreyfus. / Creo que soy un hijo de Bialystok. / Creo que soy Ana Frank".Y Yevtushenko precisa, para gran riesgo de quienes le atacan: "(...) No tengo sangre jud¨ªa. / Pero los antisemitas encerrados en su odio / Me rechazan / Como si fuera jud¨ªo. / Porque soy un verdadero ruso".
Y fue as¨ª, con el descubrimiento de la gran manipulaci¨®n hist¨®rica en torno a Babi Yar, como naci¨® en la URSS la reivindicaci¨®n de la verdad hist¨®rica. Ninguna represi¨®n pudo ahogar esta reivindicaci¨®n de la verdad que aliment¨® el movimiento de la disidencia que 20 a?os despu¨¦s, con la perestroika, pudo m¨¢s que el poder sovi¨¦tico.
Yo no hab¨ªa ido nunca a Babi Yar. Desconf¨ªo de los lugares de la memoria. El decorado perjudica a menudo la percepci¨®n de lo real reduciendo nuestras im¨¢genes a la realidad de algunas barracas o estelas. Adem¨¢s, acept¨¦ de mala gana la invitaci¨®n del presidente ucranio para participar en las ceremonias conmemorativas del 65? aniversario de la masacre de Babi Yar. Hice mal: no queda ni rastro de Babi Yar. Quienes decidieron realizar la conmemoraci¨®n no se acordaban ni siquiera de su emplazamiento. ?Se encontraba el famoso barranco en el que la SS amontonaron los 100.000 cuerpos detr¨¢s de la monumental Menora (el candelabro de siete brazos) que los supervivientes construyeron para recordar la aniquilaci¨®n de la comunidad jud¨ªa de Kiev, o mucho m¨¢s all¨¢, donde el poder comunista alz¨® un impresionante monumento al estilo del realismo sovi¨¦tico? ?O a¨²n m¨¢s lejos, en el bosque cerca del r¨ªo, donde Raisa Maiestrenko, que se encontraba all¨ª por casualidad con su abuela, recuerda haber visto c¨®mo los nazis fusilaban a unos hombres? Pero, ella s¨®lo ten¨ªa cinco a?os.
Sobre el monumento sovi¨¦tico ante el cual el presidente V¨ªktor Y¨²shenko ha organizado la ceremonia, distingo dos placas, una en ruso, la otra en ucranio, que rinden homenaje a las "100.000 v¨ªctimas de la barbarie nazi". Sin precisar la pertenencia de las v¨ªctimas. Una tercera placa, ¨¦sta en yiddish, fue a?adida despu¨¦s de la perestroika sin modificar el texto. Entre la multitud, bajo un cielo radiante, los curiosos intentan poner nombre a las personalidades presentes. Destaca la ausencia de los dirigentes de Europa Occidental, de Polonia y de Lituania, ambas, sin embargo, cercanas. Se plantean interrogantes. De repente, la voz de una ni?a hace que me vuelva. Tiene la cabeza redonda y dos trenzas rubias. "?C¨®mo murieron?", pregunta. "De hambre", responde su madre. Me entran ganas de intervenir, pero ?para qu¨¦? Por lo que respecta al lugar exacto del crimen, a nadie le preocupa. El padre Patrick Desbois, al que conoc¨ª hace tiempo en la misi¨®n b¨ªblica francesa de Jerusal¨¦n y que me acompa?a, pretende haber encontrado el emplazamiento exacto del barranco. "En el valle, detr¨¢s del candelabro de siete brazos", me dice. No hace mucho tiempo encontr¨® huesos humanos entre las basuras que los habitantes de los barrios cercanos arrojan con regularidad.
Un personaje curioso, este padre Desbois. Como su abuelo fue deportado a Ucrania por los nazis, se ha impuesto la tarea de encontrar all¨ª el m¨¢s m¨ªnimo indicio de Babi Yar. Apoyado por los cardenales de Francia y acompa?ado por un joven int¨¦rprete, pasa el tiempo buscando fosas comunes en las que la SS, ayudadas por las milicias ucranias, arrojaban a los jud¨ªos ejecutados sumariamente. Hasta el momento ha contado 2.500. Antes de la guerra, el 11% de la poblaci¨®n del pa¨ªs era jud¨ªa. He sabido, por otra parte, que esos lugares, esos m¨²ltiples Babi Yar an¨®nimos, han sido visitados ¨²ltimamente por individuos que han desenterrado a los muertos en busca de dientes de oro. S¨ª, el efecto Babi Yar sigue haciendo estragos.
Aunque el presidente de la asociaci¨®n Let my people live [Dejen que mi pueblo viva], Viatcheslav Kantor, ha conseguido persuadir al presidente V¨ªktor Y¨²shenko para que organice esta ceremonia, una octavilla distribuida por un grupo de j¨®venes anarquistas (vieja tradici¨®n ucrania) ante la ?pera, donde se desarrollaba el f¨®rum internacional, nos recuerda lo mucho que a¨²n queda por hacer para que los ucranios puedan extraer alguna ense?anza de Babi Yar. "Babi Yar fue una parte del Holocausto", dice la octavilla, "pero ni siquiera se ense?a en las escuelas de Ucrania. Nadie sabe nada del genocidio de los jud¨ªos". En cambio, nos recuerda la octavilla, los ministros extranjeros se alejan, y en los manuales escolares se sigue glorificando a los personajes que a lo largo de los siglos han masacrado a los jud¨ªos. Y los autores de la octavilla citan como ejemplo a Bogdan Chmielnicki, que inaugur¨® en el siglo XVII la cultura de los pogromos, o a Sim¨®n Petliura, que entre 1918 y 1921 liquid¨® en Ucrania a cerca de 200.000 jud¨ªos. Petliura fue ejecutado en Par¨ªs por un joven jud¨ªo ucranio, Chlomo Schvartzbard, cuyos padres hab¨ªan sido asesinados por sus esbirros.
Ya no hay jud¨ªos en Ucrania, y con raz¨®n. Pero el antisemitismo perdura. La Iglesia ortodoxa a¨²n no ha condenado el Holocausto. Sin embargo, ha estado muy presente en la ceremonia del 65? aniversario de Babi Yar. Sus dignatarios, vestidos de negro y oro, brillaban al sol, y eran tan numerosos como los rabinos. Al verlos all¨ª de pie, unos al lado de otros, por un instante cre¨ª que iban a rezar juntos. Seg¨²n la tradici¨®n jas¨ªdica, s¨®lo existe un d¨ªa en el que nuestras plegarias penetran en el Cielo. Pero tienen que ser muy fervorosas para forzar las puertas del Se?or. Ese d¨ªa es el d¨ªa de Kippur. Pues bien, precisamente ese d¨ªa fueron asesinados los jud¨ªos de Kiev. Pero he aqu¨ª que 65 a?os despu¨¦s, ante Dios, los representantes de las religiones ortodoxa, cat¨®lica y jud¨ªa, siguen divididos, compitiendo. Despu¨¦s de una breve oraci¨®n del Gran Rabino de Ucrania, los ortodoxos ocuparon su lugar. Sus oraciones, sus cantos, nos emocionaron, de lo hermosas que eran sus voces. M¨¢s de media hora sin nombrar jam¨¢s a los jud¨ªos ni a Babi Yar.
Claude Lanzmann, realizador de la pel¨ªcula Shoah, indignado, abandona el lugar. Veo a los sacerdotes ortodoxos congratularse, mirando con aire de desprecio al grupo de rabinos enfundados en sus abrigos negros. De pronto, un escalofr¨ªo recorre la multitud. Se alza una voz. Sorprendente. Delante del micr¨®fono, sobre el fondo del imponente monumento de granito, un hombrecillo fr¨¢gil, el chantre neoyorquino Helfgot entona el Canto de los muertos. Percibo el asombro en las caras de los chantres ortodoxos. Asombro que se transforma en admiraci¨®n. Uno de ellos incluso aplaude. Durante un cuarto de hora el chantre Helfgot, acompa?ado por el coro de la Sinagoga de Mosc¨², imprime a este lugar la presencia jud¨ªa.
En esta competici¨®n musical han ganado los jud¨ªos. A un alto precio. ?Se ha abierto por ello el Cielo?
Marek Halter es pintor y novelista franc¨¦s de origen polaco. Traducci¨®n de News Clips.
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