El fant¨¢stico elixir de Salerno
Visita a un milenario puerto del Mediterr¨¢neo pr¨®ximo a N¨¢poles
Los salernitanos salen a pasear a ¨²ltima hora de la tarde. Suelen preferir las calles m¨¢s comerciales e iluminadas (especialmente el Corso Vittorio Emanuele II y la preciosa Via dei Mercanti), que recorren en familia, bulliciosos, prodigando saludos. Los solitarios y los forasteros se re¨²nen, sin embargo, en el paseo mar¨ªtimo (o, para ser exactos, en el Lungomare Trieste), un largo y rectil¨ªneo jard¨ªn de palmeras y tamariscos cuyo perfume, cuando ¨¦stos florecen, es tan penetrante que puede hacerle el efecto de un elixir amoroso al viajero inadvertido. Es posible entonces que se sienta enamorado de los j¨®venes que leen en los bancos o se acodan en la barandilla del malec¨®n, pues lo cierto es que en este paseo abundan los lectores que no despegan la mirada de sus libros hasta que desaparece del todo la luz (a uno le gustar¨ªa saber qu¨¦ historias les cautivan tanto). Tambi¨¦n las parejas de enamorados aparecen a esta hora, convocadas por el prestigio rom¨¢ntico del crep¨²sculo, alg¨²n deportista corre de extremo a extremo y grupos de jubilados juegan con cartas napolitanas (as¨ª llaman en Italia a las que tienen los mismos palos que la baraja espa?ola).
Fuera de la temporada tur¨ªstica, ¨¦ste es el ambiente vespertino que el visitante encuentra en el lungomare, un paseo encantador que mira al Tirreno. Es aconsejable recorrerlo desde el puerto tur¨ªstico, yendo en direcci¨®n al casco viejo. La vegetaci¨®n del jard¨ªn alivia la severidad de los edificios que dan al mar, todos de finales del XIX o del primer tercio del XX, que ocultan tras sus fachadas oficiales o burguesas los barrios m¨¢s humildes, aupados en las faldas de la colina del castillo, con calles y escalinatas pintorescas.
Desde el 'lungomare'
Salerno, a unos 50 kil¨®metros al sur de N¨¢poles, est¨¢ rodeada de monta?as que, vistas desde el lungomare, parecen agolparse como si fueran a rodar hacia el mar. El atardecer acent¨²a la negrura de su perfil y da a la ciudad un aspecto de puerto fant¨¢stico, digno de una novela de Salgari, con su castillo, las aguas del golfo y la presencia imponente de los montes llenos de vegetaci¨®n.
El Lungomare Trieste termina en los jardines de la Villa Comunale. En un flanco, como s¨ªmbolo del Salerno m¨¢s burgu¨¦s y pr¨®spero, se alza el teatro Verdi, un bello edificio decimon¨®nico que los d¨ªas de funci¨®n resplandece como un fanal. Merece la pena asistir a alguna ¨®pera, siquiera por admirar el fant¨¢stico tel¨®n dise?ado por Domenico Morelli en 1869, en el que se representa la expulsi¨®n de los sarracenos de Salerno y que de nuevo parece la gigantesca ilustraci¨®n de un libro de aventuras.
Los sarracenos fueron los grandes enemigos de la pr¨®spera Salerno y peri¨®dicamente sitiaban la ciudad e intentaban destruirla. Pero nunca lo consiguieron: era demasiado rica y poderosa y pod¨ªa pagar a los mercenarios m¨¢s crueles y sanguinarios de Europa (los normandos) para defenderse y aumentar sus dominios. En el siglo XI, Salerno gobernaba el sur de Italia. A su puerto llegaban barcos con mercanc¨ªas procedentes de todo el Mediterr¨¢neo, su Corte estaba llena de poetas y sabios, el prestigio de su Escuela M¨¦dica se extend¨ªa por Europa y Oriente y se empezaron a levantar edificios suntuosos.
De aquel tiempo (aunque con modificaciones posteriores) es la extraordinaria catedral dedicada al evangelista San Mateo, cuyo sepulcro se encuentra en la cripta decorada lujosamente a finales del XVI y principios del XVII por voluntad de los reyes de Espa?a. La catedral fue fundada en 1076 por el normando Roberto il Guiscardo (el Astuto). Este hombre pas¨® de ser un mercenario extranjero a convertirse en soberano de Salerno y a liquidar as¨ª m¨¢s de cuatro siglos de dominio longobardo. Una historia digna de Shakespeare, con traiciones, ambiciones desatadas, venganzas, matrimonios concertados, augurios funestos, torrentes de sangre... El templo conserva su maravilloso atrio y el campanario rom¨¢nico, ambos del siglo XII, con un inconfundible aire oriental. El interior cuenta con excelentes obras conocidas como cosmatescas (nombre que se da a ciertas labores decorativas con m¨¢rmoles que la familia de artesanos Cosmati llev¨® a su esplendor): destacan el pavimento, los p¨²lpitos, el candelabro pascual o el iconostasio (todos del siglo XII); tambi¨¦n merecen la pena los mosaicos de la capilla absidal en la que est¨¢ enterrado el papa Gregorio VII (lugar en donde, adem¨¢s, se bendec¨ªa a los soldados que marchaban a las cruzadas) o el delicado sepulcro de la reina Margarita de Durres (siglo XV).
P¨¢lpito popular
En los alrededores de la catedral se encuentran varias calles muy pintorescas. La Via Torquato Tasso nos llevar¨¢ a los Giardini della Minerva, un peque?o parque bot¨¢nico encajonado entre las casas del barrio alto, con bonitas vistas de la ciudad y el golfo. Otras calles que el viajero debe recorrer son la Via dei Canali y la Via delle Botteghelle. ?ste es el coraz¨®n de la ciudad vieja, cuyo p¨¢lpito popular es muy seductor. Aqu¨ª podremos visitar alguna iglesia, como la muy interesante de San Pietro a Corte (en origen, capilla palatina de los pr¨ªncipes longobardos) o la barroca de San Jorge (con frescos de Angelo Solimena). Por fin, en el modesto Museo Arqueol¨®gico se conserva la cabeza de un Apolo (siglo I antes de Cristo) que se encontr¨® en las aguas del golfo de Salerno.
Viendo este hermoso bronce uno vuelve a pensar en el paisaje del lungomare, en el mar Tirreno, en el perfil ¨¦pico de una ciudad a la vez marinera y monta?osa que es imposible observar a la ca¨ªda del sol sin conmoverse.
?scar Esquivias (Burgos, 1972) es autor de Inquietud en el para¨ªso (Ediciones del Viento).
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