La violencia estalla en las barricadas
El env¨ªo de fuerzas federales se produce en el peor momento tras cinco meses de conflicto
El conflicto de Oaxaca llega a su hora decisiva. El presidente Vicente Fox ha ordenado el env¨ªo de fuerzas de seguridad federales para restablecer el orden, en una decisi¨®n reclamada por distintos sectores y que abre ahora innumerables interrogantes. La intervenci¨®n llega en el contexto m¨¢s hostil de los cinco meses de conflicto, despu¨¦s de la jornada sangrienta del viernes. El plazo para una operaci¨®n policial limpia parece agotado, y con los ¨¢nimos enardecidos en las filas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y los maestros en huelga no cabe esperar que las tropas que entren en la ciudad sean recibidas con flores.
El Gobierno mexicano evalu¨® durante meses el c¨®mo y el cu¨¢ndo de una intervenci¨®n. El objetivo era restablecer el orden y la gobernabilidad sin violencia. Empresa dif¨ªcil pero no imposible hace un par de meses. A finales de agosto hubo un amago de intervenci¨®n, cuando aviones de la Marina sobrevolaron la ciudad de Oaxaca y efectivos militares realizaron ejercicios en la costa. La APPO declar¨® la alerta m¨¢xima y aument¨® la presi¨®n, lo que desanim¨® al Gobierno federal a tomar la decisi¨®n. La pasividad de Fox, justificada en nombre de la salida negociada que nunca lleg¨®, s¨®lo ha contribuido a deteriorar una situaci¨®n que hoy escapa al control de los distintos actores del conflicto. Ninguno de ellos ha puesto las cosas f¨¢ciles.
Los maestros agrupados en la Secci¨®n 22 del poderosos Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educaci¨®n (SNTE) desencadenaron el conflicto en mayo con su tradicional listado de reivindicaciones. El Gobierno de Ulises Ruiz dio muestras desde un primer momento de su poca disposici¨®n a negociar. Bien es cierto, que las mejores condiciones econ¨®micas que reclaman los maestros inciden no s¨®lo en el presupuesto de Oaxaca sino en el del estado federal. Es decir, el Gobierno de Fox ten¨ªa mucho que decir desde el primer momento.
La opci¨®n de reprimir a los huelguistas con un operativo policial el 14 de junio dio un vuelco a la situaci¨®n y los radicales hicieron su aparici¨®n. Naci¨® la APPO, como asamblea de un sinf¨ªn de organizaciones sociales de distinto pelaje, que antepuso la salida de Ulises Ruiz a cualquier otra demanda. Los maestros en huelga aceptaron el planteamiento, a pesar de que siguieron negociando con el Gobierno federal.
El gobernador nunca hizo el m¨¢s m¨ªnimo adem¨¢n de dar un paso al costado, sino que se escud¨® en que la mayor¨ªa de oaxaque?os vot¨® por ¨¦l. Sus detractores intentaron que el Senado de la Naci¨®n certificara la situaci¨®n de ingobernabilidad en Oaxaca, que hubiera permitido recurrir a la figura constitucional de la desaparici¨®n de poderes y la consiguiente salida del gobernador. El PRI, partido del gobernador, y el PAN votaron en contra. Algunos l¨ªderes panistas intentaron convencer a Ruiz de que pidiera licencia, y dar paso a un gobernador interino. Fracasaron en su empe?o. El denostado mandatario sigue en su puesto.
La respuesta de la APPO, el cansancio de la poblaci¨®n y de una buena parte de los maestros en huelga, fue acentuar la presi¨®n para forzar la salida del gobernador. Pero ¨¦ste ya hab¨ªa adelantado su disposici¨®n a recuperar la ciudad por las buenas o por las malas. Envalentonado con el posible fin de la huelga magisterial, Ulises Ruiz ha dado un paso muy arriesgado. Lanzar a fuerzas de choque, a base de militantes pri¨ªstas y polic¨ªas estatales, contra las barricadas para crear una situaci¨®n imposible que obliga al presidente de la Rep¨²blica a intervenir. Antes de que sea demasiado tarde y de que tome posesi¨®n el presidente electo, Felipe Calder¨®n, el 1 de diciembre.
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