Sobre el sucesor de Maragall
Hoy la campa?a toca a su fin. Con seguridad, la suerte de los candidatos ya est¨¢ echada y lo que hagan y digan estas ¨²ltimas horas de fren¨¦tica actividad en poco o en nada va a modificar las preferencias de los electores. En verdad, y si hacemos caso de las encuestas que desde el verano se han ido generando, no es evidente que el esfuerzo propagand¨ªstico de los partidos en estas ¨²ltimas semanas haya modificado significativamente las tendencias de voto detectadas meses atr¨¢s.
Estando as¨ª las cosas podemos aventurarnos a afirmar que la aut¨¦ntica partida de estas elecciones se va a desarrollar a partir de las 20.00 horas del pr¨®ximo mi¨¦rcoles 1 de noviembre, una vez los colegios electorales cierren las puertas. Como ya ocurri¨® en 2003, las posibles coaliciones para formar Gobierno y los contactos entre los distintos partidos con representaci¨®n parlamentaria, ser¨¢ en ausencia de una mayor¨ªa absoluta o suficiente para gobernar con pactos concretos, lo que acabar¨¢ determinando qui¨¦n ser¨¢ el sucesor de Pasqual Maragall y qu¨¦ partidos ocupar¨¢n responsabilidades en el Ejecutivo catal¨¢n.
La ¨²nica condici¨®n que impone nuestro sistema pol¨ªtico para formar Gobierno es que el candidato a presidente reciba, en ¨²ltima instancia, m¨¢s apoyos parlamentarios a favor que rechazos de sus se?or¨ªas. Es decir, si nadie dispone de 68 diputados de entrada, lo imprescindible es que quien aspire a presidir la Generalitat construya alianzas parlamentarias para llegar a la cifra de 68 esca?os, cifra que, de acuerdo con el tama?o del Parlamento catal¨¢n (135 esca?os), es la que separa la mayor¨ªa absoluta de la relativa. Si a pesar de las alianzas el presidenciable no obtiene esa mayor¨ªa absoluta, la alternativa es que en votaciones posteriores los que le apoyen activamente (con su voto afirmativo) y pasivamente (con su abstenci¨®n) sean m¨¢s que los que le rechacen (con su voto negativo).
Estas son las reglas del sistema parlamentario, y cualquier resultado que en ese juego de alianzas se produzca ser¨¢ leg¨ªtimo y legal, por igual y sin ning¨²n margen de duda. Quienes intenten deslegitimar con sus advertencias y gestos el futuro Gobierno de Catalu?a simplemente porque ellos no lo presidan o simplemente no ocupen ninguna cartera, no s¨®lo cometer¨¢n una grave irresponsabilidad, sino que ser¨¢n ellos los que se situar¨¢n al margen de la legalidad. Ellos ser¨¢n -si esta actuaci¨®n ocurre- los que asumir¨¢n el riesgo y los costes de la ilegitimidad social por no aceptar las reglas de juego democr¨¢tico que rigen en Catalu?a.
Nuestro pa¨ªs, Catalu?a, no aspira a copiar los aspectos m¨¢s desechables del juego pol¨ªtico con actuaciones como las acaecidas en M¨¦xico en las ¨²ltimas elecciones. Sin menospreciar las instituciones ni la democracia mexicanas, yo prefiero Suecia, donde por cierto el partido que gan¨® las elecciones qued¨® lejos de la mayor¨ªa absoluta y vio como una coalici¨®n de otros partidos lo situaba en la oposici¨®n. ?Es el Gobierno de Suecia un Gobierno ilegitimo? En absoluto, como no lo son tampoco ni el Gobierno de Galicia -coalici¨®n de partidos que desbanc¨® al PP de la presidencia de la Xunta a pesar de que ¨¦ste qued¨® s¨®lo a un esca?o de la mayor¨ªa absoluta- ni ning¨²n gobierno nacido de la voluntad mayoritaria de un parlamento democr¨¢tico.
Ser¨ªa un buen ejercicio de responsabilidad democr¨¢tica que todos los candidatos a las elecciones del pr¨®ximo d¨ªa 1 de noviembre, dijesen en estas ¨²ltimas horas de campa?a electoral o incluso en el d¨ªa de reflexi¨®n, que aceptar¨¢, sin cuestionar la legitimidad del futuro Gobierno, la decisi¨®n que tome el Parlament de Catalunya en la sesi¨®n de investidura del sucesor de Pasqual Maragall. Esa declaraci¨®n tranquilizar¨ªa a los electores y permitir¨ªa eliminar cualquier atisbo de dudas sobre la calidad democr¨¢tica de nuestros l¨ªderes pol¨ªticos.
Los pactos para configurar el pr¨®ximo Gobierno en Catalu?a deben realizarse sobre la seguridad de que los que pactan lo hacen no s¨®lo con plena libertad de movimiento, sino tambi¨¦n con la seguridad que nadie va a intentar socavar la legitimidad del pr¨®ximo Gobierno en funci¨®n de qui¨¦n est¨¢ y qui¨¦n no est¨¢ en el mismo. S¨®lo desde esta situaci¨®n cada uno podr¨¢ dar cuenta ante los ciudadanos del porqu¨¦ de su elecci¨®n. En la medida que la posibilidad de pactos para formar Gobierno responder¨¢ a una realidad de geometr¨ªa variable, es decir, que las posibilidades de pactos ser¨¢n m¨²ltiples (PSC, ERC e ICV, por un lado; CiU y PSC, por otro; CiU y ERC tambi¨¦n...) ser¨¢ imprescindible que posteriormente cada uno de los protagonistas est¨¦ en condiciones de dar cuentas de su decisi¨®n. De la misma manera que Carod y ERC dieron explicaciones amplias y s¨®lidas de por qu¨¦ pudiendo en 2003 formar un Gobierno nacionalista junto a CiU, optaron por el Gobierno de Maragall.
La distancia entre CiU y el PSC puede ser importante y superar la docena de diputados, cuando hoy es de cuatro. Pero de la misma manera que esa diferencia no otorga a CiU el derecho a ejercer la presidencia de la Generalitat para los pr¨®ximos cuatro a?os -ese derecho se obtiene no directamente por haber ganado las elecciones, sino por disponer de la mayor¨ªa parlamentaria, como ya he razonado antes-, la derrota de Montilla ante Mas no tiene como consecuencia que Montilla renuncie a liderar junto a ERC e ICV la continuidad de un Gobierno catalanista y de progreso. Montilla tiene el pr¨®ximo mi¨¦rcoles una prueba de fuego con el electorado. Pero a partir del d¨ªa 2 de noviembre tiene una prueba m¨¢s importante; demostrarse a s¨ª mismo y a los ciudadanos de este pa¨ªs que para ¨¦l no hay orgullo mayor que ser presidente de la Generalitat. Y que nadie ni nada -y mucho menos intereses ocultos del PSOE o del Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero- impedir¨¢n que Montilla y el PSC pongan todo el empe?o para lograrlo. La credibilidad del socialismo democr¨¢tico catalanista est¨¢ en juego a partir del d¨ªa 2 de noviembre. Ser¨ªa muy triste constatar que esa tradici¨®n y ese espacio ha desaparecido de nuestra realidad pol¨ªtica.
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo.
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