"La industria no permite riesgos"
Perteneciente a una generaci¨®n culta que se form¨® acad¨¦micamente como profesional de cine, Mart¨ªn Patino es un outsider en el panorama espa?ol. Y un pionero. Fue de los primeros en reflexionar sobre la Guerra Civil (Canciones para despu¨¦s de una guerra, 1971, y Nueve cartas a Berta, 1965) y en realizar documentales, un g¨¦nero en auge pero marginal hasta hace no mucho. Patino realiz¨® a menudo su trabajo al margen de la legalidad franquista. Y se resisti¨® con u?as y dientes a hacer cine comercial. Su cuerpo menudo y fibroso, vestido de vaqueros, habla de un hombre rebelde e inconformista que a sus 76 a?os sigue dando guerra. Fiel a s¨ª mismo, se ha embarcado en una exposici¨®n que propone nuevas relaciones entre el p¨²blico y el arte. Ha llevado al Centro Jos¨¦ Guerrero (una tintorer¨ªa en la Granada musulmana), hasta enero, fragmentos de sus pel¨ªculas cuyo resultado es Para¨ªsos. En 2007 estar¨¢ en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid.
Pregunta. ?Por qu¨¦ se prodiga tan poco?
Respuesta. Hubo un tiempo en que se me conoci¨® demasiado, con Nueve cartas... y Canciones... Tuve sensaci¨®n de hartazgo. No creo que sea falsa modestia, pero cuando estoy m¨¢s feliz es en mi af¨¢n de retirarme, escuchar m¨²sica, leer...
P. Eso s¨ª que es pasar del ¨¦xito.
R. Quiz¨¢s por ego¨ªsmo, por tranquilidad. Vitalmente me aporta poco. Quiz¨¢ porque trataba temas que no eran habituales he tenido ese ¨¦xito. Pero s¨®lo es un bal¨®n comercial. Por eso lleg¨® un momento en que necesit¨¦ no depender de nadie y me retir¨¦, quer¨ªa producir mis pel¨ªculas y sin censura.
P. Ahora nos sorprende con una pel¨ªcula para un museo.
R. Me atra¨ªa la idea porque hice algo parecido para PhotoEspa?a. Sacar el concepto de museo de su urna aristocr¨¢tica para ampliarlo a un ambiente m¨¢s urbano, m¨¢s cr¨ªtico, darle m¨¢s vuelo, que es lo que hacen los grandes museos. La Tate acaba de meter un tobog¨¢n y aqu¨ª parece un sacrilegio. Supongo que eso es la posmodernidad, discutir la autoridad suprema del artista y situarle a la altura de la gente, que es lo que a m¨ª me ha interesado siempre.
P. Ahora que se vac¨ªan las salas de cines y se llenan los museos.
R. Con la exposici¨®n introduzco la realidad en un museo, abro las puertas del cine y trato de quitarle prejuicios y due?os. Hay una realidad nueva, las salas ya no son rentables y los museos empiezan a ser lugares interesantes para el cine.
P. ?Y la industria del cine?
R. El cine tiene que reciclarse y abrirse a la gente. Siempre lo han hecho gente con mucho dinero y ahora eso se les est¨¢ yendo de las manos. El cine empieza a ser libre porque los aparatos est¨¢n al alcance de cualquiera, los m¨¦todos de producci¨®n, antes car¨ªsimos, cuestan ya cuatro perras, se acab¨® el doblaje y toda la co?a de los laboratorios y la distribuci¨®n.
P. As¨ª que hay esperanza.
R. Las nuevas tecnolog¨ªas han sido mi reconciliaci¨®n con el cine.
P. Y en esto que le llaman del Centro Jos¨¦ Guerrero...
R. Son esos misterios que a m¨ª me perturban. De ah¨ª deduzco que el invento del cine, que ha sido glorioso, se encasill¨® en la comercialidad y al p¨²blico le afect¨® enormemente. No ha habido vanguardias porque la industria no permite riesgos, y m¨¢s con el dineral que cuesta levantar una pel¨ªcula. Sigue en funci¨®n del ¨¦xito y del dinero.
P. Quiz¨¢s habla as¨ª porque no ha tenido problemas de dinero...
R. Creo que mi caso es milagroso. Nunca he tenido dinero y por otro lado s¨ª lo he tenido. Cuando estaba en la escuela de cine me propusieron hacer publicidad. Fabriqu¨¦ spots que eran verdaderos disparates y funcionaron muy bien. Ten¨ªa un atrevimiento especial. Hubo uno de caf¨¦ Monkey. Se casaba el hoy Rey. Falseamos una iglesia y a Manuel de Blas le vestimos de pr¨ªncipe y en el momento de las arras, en su lugar le ofrec¨ªan un caf¨¦. ?ramos un mont¨®n de amigos, como Luis Ciges, invent¨¢bamos y lo hac¨ªamos, mientras que hoy es un producto de t¨¦cnicos donde todos opinan. Aquello me fue muy ¨²til y gan¨¦ dinero, pero cort¨¦ con todo porque quer¨ªa hacer pel¨ªculas.
P. Critica que al cine se le pida una rentabilidad que no se le pide a otras expresiones art¨ªsticas.
R. El cine ha sido un arte especialmente alienado. A un poeta que nos emociona no le exigen que ese poema tenga rendimiento. Tampoco soy un profeta contra el cine, de joven disfrut¨¦ mucho, era mi para¨ªso para evadirme de la realidad que no me gustaba. Ibas a Francia y era la ¨¦poca de la nouvelle vague y nosotros ten¨ªamos lo que ten¨ªamos. Pero aqu¨ª no ha habido vanguardias, salvo Bu?uel, que nos dec¨ªa que la realidad estaba en nuestras cabezas, donde caben realidades disparatadas. Ese juego no se ha dado porque una pel¨ªcula tiene que ser una historia que empieza y acaba, con unos amor¨ªos dentro, y a ser posible algo de sexo. Si te sales de esos moldes ya hay algo que canta.
P. ?Qu¨¦ cuenta en Para¨ªsos?
R. Con trozos de mis pel¨ªculas he montado tres espacios. En el primero, Para¨ªsos para sobrevivir, re¨²no temas de Canciones..., que remiten a un intento de crear un para¨ªso ¨ªntimo en el contexto gris de los a?os cuarenta-cincuenta. Aquellas como La vaca lechera tol¨®n, tol¨®n (de un extra?o surrealismo), Raska-yu, A lo loco se vive mejor... Para¨ªsos y apocalipsis lo dedico a proyectos de para¨ªsos impuestos. Salen secuencias de Caudillo (1974) donde desfilan unos j¨®venes que en los tambores llevan la esv¨¢stica, porque no se privaban de nada. Y Para¨ªsos y utop¨ªa son diversas experiencias colectivistas en Espa?a, que salieron todas mal. Pero m¨¢s que resucitar el pasado, me interesa suscitar su presencia hoy para que el espectador construya su reflexi¨®n.
P. Al mezclar trozos de documentales reales y otros que no, trae un debate actual: el documental como notario de la realidad.
R. Hay una obsesi¨®n neurast¨¦nica por la verdad. Hay un mito de la verdad, y ¨¦sta no es m¨¢s una convenci¨®n de una sociedad o grupo que se la apropia para que no le agredan los dem¨¢s. La religi¨®n cristiana est¨¢ llena de ellas, cuando todo es m¨¢s relativo, m¨¢s normal. El otro mito es la realidad, muy propia de los documentalistas. ?Y qui¨¦n sabe qu¨¦ es la realidad? Es un mundo interior que cada uno se crea, es una construcci¨®n mental. Entonces ?por qu¨¦ el documental tiene que ser real? ?por qu¨¦ el cineasta se la tiene que jugar con la verdad o la mentira? Lo que doy es pistas de c¨®mo ver el cine.
P. ?Es el cierre de un ciclo?
R. Posiblemente. En el fondo soy mayor y tengo inter¨¦s en que el tiempo no pueda conmigo. Que la desdicha me coja jugando.
P. ?Existen los para¨ªsos?
R. Yo no los conozco, no creo que existan salvo en la medida que se a?oran. En el filme hay una constante, la b¨²squeda de felicidad. Cuando se carece de ella, un pa¨ªs, una colectividad se inventa cosas para salir de la realidad. Este pa¨ªs siempre ha so?ado con para¨ªsos."Hay una realidad nueva. Las salas ya no son rentables y los museos empiezan a ser lugares interesantes para el cine""La posmodernidad es discutir la autoridad suprema del artista y situarle a la altura del p¨²blico, que es lo que a m¨ª siempre me ha interesado"
El malet¨ªn del verdugo
Cuando Patino preparaba Para¨ªsos se le cruz¨® otra historia relacionada con Querid¨ªsimos verdugos. Esta pel¨ªcula, todo un pu?etazo al coraz¨®n del franquismo, fue censurada. La cinta, proyectada en Cannes en 1977 y estrenada en Espa?a ese mismo a?o, no fue emitida, sin embargo, en TVE hasta el a?o pasado, cuando su autor recibi¨® la Medalla de Oro de la Academia de Cine y la cadena p¨²blica quiso emitir alguno de sus trabajos. Patino se veng¨® pidiendo la emisi¨®n de Querid¨ªsimos... In¨¦s S¨¢nchez, hija de uno de los protagonistas, Bernardo S¨¢nchez (ex guardia civil y verdugo para la zona de Granada), que apenas recordaba a su padre y, sobre todo, no ten¨ªa ni idea de c¨®mo se ganaba la vida, se enter¨® as¨ª de la existencia de esta cinta. Y llam¨® a Patino. Quer¨ªa indagar m¨¢s sobre una figura a la que perdi¨® el rastro con cuatro a?os. De ah¨ª surgi¨® otro documental, A la sombra de la Alhambra, que forma parte de la exposici¨®n. En 20 minutos, una mujer, administrativa en Granada, recuerda c¨®mo cada vez que llegaba una carta a su casa, su padre cog¨ªa el malet¨ªn y se marchaba por unos d¨ªas.
A Mart¨ªn Patino, casi a su pesar ("no quiero ser el cineasta de los verdugos"), Salvador, de Manuel Huerga, tambi¨¦n le ha vuelto a poner delante de Querid¨ªsimos... Otro verdugo, Antonio L¨®pez (eran tres los verdugos oficiales), fue quien ejecut¨® a Puig Antich.
Babelia
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