Irak es la guerra que nunca acaba
Tal vez finalice alg¨²n d¨ªa, tras un ba?o de sangre que enfrente a chi¨ªes y sun¨ªes
Cuando termine esta guerra sangrienta, ?seguiremos en guerra? Al margen de que, despu¨¦s de las elecciones legislativas del pr¨®ximo martes, el Congreso de EE UU reci¨¦n elegido y controlado por los dem¨®cratas emprenda un examen post mortem (por una vez, el t¨¦rmino resulta apropiado) de la guerra de Irak. Desde hace a?os, Irak es la guerra que no acaba nunca. Pero un d¨ªa acabar¨¢, tal vez despu¨¦s de una org¨ªa de sangre a¨²n peor, que enfrente a chi¨ªes y sun¨ªes tras la retirada de EE UU.
?Seguiremos en guerra entonces? ?Es posible que el 11-S y Afganist¨¢n, Irak y los atentados de Londres, Madrid, Bali y el resto, no fueran m¨¢s que p¨¢ginas del primer cap¨ªtulo de una larga saga llamada La guerra contra el terror? Una guerra sin un final visible. A pesar de todas sus cr¨ªticas por c¨®mo ha llevado a cabo Bush las guerras de Irak y Afganist¨¢n, los dem¨®cratas, en general, no discuten el concepto fundamental de la guerra contra el terror. Se limitan a decir que ellos podr¨ªan hacerlo mejor. S¨®lo unos cuantos dem¨®cratas intelectuales, como el financiero y fil¨¢ntropo George Soros, insisten en que la idea en s¨ª de la guerra contra el terror es, seg¨²n sus palabras, "una met¨¢fora falsa".
Utilizar el t¨¦rmino guerra dignifica a los terroristas, al otorgarles la categor¨ªa de partes beligerantes cuando habr¨ªa que tratarles como a criminales
No veo al presidente John McCain o a la presidenta Hillary Clinton, ni al primer ministro Brown, declarando que asumen "la lucha". Hay que buscar otra palabra
Seg¨²n Mathew D'Ancona, director de 'The Spectator', los terroristas libran una guerra psicol¨®gica a largo plazo. "No es la guerra fr¨ªa, sino la del sudor fr¨ªo"
La mayor¨ªa de los europeos, en cambio, est¨¢ de acuerdo con Soros. Y en esta columna he defendido esa postura. El N¨¦stor de los historiadores militares brit¨¢nicos, sir Michael Howard, se nos adelant¨® a todos con un brillante art¨ªculo titulado ?Qu¨¦ significa un nombre?, publicado en la revista estadounidense Foreign Affairs, meses despu¨¦s de los atentados del 11 de septiembre. Cuando el entonces secretario de Estado, Colin Powell, declar¨® que Estados Unidos estaba "en guerra" contra el terrorismo -escrib¨ªa Howard-, "cometi¨® un error muy natural pero terrible e irrevocable". Aparte de todo lo dem¨¢s, utilizar ese lenguaje dignificaba a los terroristas, al otorgarles la categor¨ªa de partes beligerantes cuando habr¨ªa que haberles tratado como a criminales. Curiosamente, el propio hecho de acu?ar ese t¨¦rmino fue una especie de exaltaci¨®n del terrorismo.
Las palabras pol¨ªticas tienen consecuencias, sobre todo cuando se trata de grandes palabras como ¨¦stas y las utiliza el Estado m¨¢s poderoso de la Tierra, y quiz¨¢ alguien podr¨ªa sugerir que se ha derramado mucha sangre como consecuencia de ellas. A lo que tal vez se podr¨ªa responder que la sangre se habr¨ªa derramado de cualquier forma, aunque el Gobierno de Bush hubiera escogido otra met¨¢fora, y nunca podr¨¢ demostrarse que no habr¨ªa sido as¨ª. Pero est¨¢ claro que, tras el 11 de septiembre de 2001, cada vez que la Administraci¨®n de Bush dec¨ªa "guerra", se refer¨ªa a una guerra en el sentido habitual de unas personas armadas y entrenadas a las que se ordena que maten a otras personas, de forma abierta o encubierta. En 2002 le pregunt¨¦ a un alto cargo del Gobierno estadounidense c¨®mo pod¨ªa acabar esta guerra contra el terror. Me contest¨®: "Con la eliminaci¨®n de los terroristas". Es verdad que desde el principio reconocieron que no se trataba de una guerra en el sentido cl¨¢sico de dos ej¨¦rcitos uniformados, pertenecientes a Estados rivales, en el campo de batalla. Sin embargo, la decisi¨®n de convertir Irak en un teatro central de la guerra contra el terror fue, entre otras cosas, un intento desesperado de volver a un tipo de guerra m¨¢s tradicional que el ej¨¦rcito m¨¢s poderoso de la historia pod¨ªa ganar claramente y con rapidez. O eso cre¨ªan.
En la ¨²ltima semana, he o¨ªdo dos poderosos argumentos en favor de conservar la palabra guerra para describir el car¨¢cter esencial de esta ¨¦poca en la que vivimos. En dos conferencias sucesivas pronunciadas en Oxford, tanto el historiador de EE UU Philip Bobbitt, autor de The shield of Achilles [El escudo de Aquiles], como Matthew d'Ancona, director del semanario brit¨¢nico conservador The Spectator, insistieron en que Irak no debe hacer que renunciemos a hablar de "guerra contra el terror". Ambos contrapusieron la noci¨®n de guerra a la de lucha contra el crimen, de la que son partidarios muchos liberales europeos. S¨ª, en Irak se han cometido graves errores, dijo D'Ancona, pero estamos ante un tipo de guerra tan nuevo que esos graves errores eran inevitables. Al nuevo terceto terror¨ªfico de Estados descontrolados, armas de destrucci¨®n masiva y terrorismo internacional -que tan a menudo evoca Tony Blair- no se le puede derrotar con los viejos instrumentos de la guerra fr¨ªa, contenci¨®n, disuasi¨®n y no proliferaci¨®n. Los terroristas libran una guerra psicol¨®gica a largo plazo que pretende reducirnos a un estado de terror. No es la guerra fr¨ªa, dijo D'Ancona, es la guerra del sudor fr¨ªo.
Tres guerras contra el terror
Bobbitt, por su parte, habl¨® nada menos que de tres guerras contra el terror: contra las redes globalizadas de terroristas, contra la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva y contra las grandes agresiones naturales y no naturales que afectan a la infraestructura civil, desde los terremotos y las consecuencias del calentamiento global hasta el genocidio y la limpieza ¨¦tnica. Es decir, cubri¨® todas los supuestos.
Los dos dijeron cosas asombrosamente parecidas, muy alejadas de la ret¨®rica grandilocuente inicial de Bush, Cheney y Rumsfeld. "Estamos -insistieron ambos- en una lucha generacional, de larga duraci¨®n, que exige no s¨®lo patriotismo sino paciencia". Ninguno de los dos justific¨® Guant¨¢namo ni Abu Ghraib. Los dos estaban de acuerdo en que esta guerra hay que combatirla dentro del marco de las leyes internacionales, aunque es preciso adaptarlas a las nuevas circunstancias. Y ambos hicieron hincapi¨¦ en el nuevo contexto de lo que Bobbitt llama "Estados mercado", en los que los ciudadanos se han vuelto una especie de consumidores y los Gobiernos se comportan como empresarios nerviosos. ?Al consumidor no le gusta el producto? Se retira de las estanter¨ªas inmediatamente. Se habla de nuestra presencia en Irak, dijo D'Ancona, como si fuera una compa?¨ªa que cotiza en Bolsa y cuyas acciones est¨¢n cayendo en picado. Son argumentos importantes que un sector de la izquierda brit¨¢nica y europea ya ha adoptado como propios.
T¨¦rmino inapropiado
Pese a todo, no lograron convencerme de que no haya que rechazar la expresi¨®n "guerra contra el terror". En mi opini¨®n, s¨ª hay que hacerlo. Nunca fue un t¨¦rmino apropiado. Independientemente de las cosas que hubieran podido ocurrir, ahora est¨¢ ya indisolublemente unido a una pol¨ªtica concreta de EE UU que ha quedado desacreditada y una guerra real en Irak que ha resultado desastrosa. ?Qu¨¦ podemos perder renunciando a ¨¦l?
Ahora bien, si decimos eso, necesitamos proponer una alternativa que refleje la dificultad del reto. Tal vez ser¨ªa mejor tratar a los terroristas internacionales como criminales internacionales, pero el crimen no basta como met¨¢fora para describir toda la situaci¨®n. Esto es algo m¨¢s que crimen y algo menos -o, por lo menos, distinto- que guerra. Ya "guerra fr¨ªa" era un t¨¦rmino un poco forzado. Esto es llevarlo demasiado lejos.
Una palabra que surge constantemente en las descripciones de lo que estamos viviendo es "lucha". Y, a la hora de la verdad, es eso. ?sta es una lucha a largo plazo para defendernos de una serie de amenazas nuevas contra las sociedades libres y abiertas. Lo malo es que la palabra "lucha" tambi¨¦n tiene sus connotaciones problem¨¢ticas. En alem¨¢n no sirve, desde luego; en cualquier caso, no desde Mein Kampf. En las lenguas rom¨¢nicas suena bien, aunque tiene fuertes ecos de las viejas batallas de la izquierda: "la lutte des classes!", "a luta continua!". En ingl¨¦s -al menos, en ingl¨¦s de Inglaterra- suena vagamente a gente repartiendo ejemplares de Socialist Worker en esquinas barridas por el viento, aparte de que struggle
[lucha en ingl¨¦s] se asocia a otro significado poco feliz, el de "esforzarse para aprobar". Francamente, no veo al presidente John McCain o a la presidenta Hillary Clinton, ni al primer ministro Gordon Brown, declarando que asumen "la lucha". As¨ª que voy a luchar y a esforzarme para dar con otra palabra mejor. ?A alguien se le ocurre una idea?
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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