Hijos del Pijoaparte
Este a?o se cumplen 40 de la publicaci¨®n de ?ltimas tardes con Teresa, la novela de Juan Mars¨¦ cuyo protagonista, el Pijoaparte, tendr¨ªa ahora m¨¢s de 60 y seguramente hijos y nietos que hablar¨ªan catal¨¢n y que, seg¨²n la tesis de J. M. Colomer (La evaporaci¨®n pol¨ªtica del charnego; EL PA?S, 3-11-06), lo ¨²ltimo que desear¨ªan es convertirse en sospechosos de anticatalanismo. Hace tres d¨¦cadas que no llegan inmigrantes espa?oles, y las pol¨ªticas de catalanizaci¨®n -sostiene ese polit¨®logo- han dejado sin sentido la distinci¨®n entre ciudadanos de ascendencia catalana o de familias de inmigrantes. En su opini¨®n, el aumento de la abstenci¨®n en los feudos de voto socialista, pese a que esta vez el candidato era un andaluz, ha acabado de demoler el mito de la abstenci¨®n diferencial: el que sostiene que los catalanes de origen for¨¢neo votan masivamente en las elecciones generales al candidato del PSOE para La Moncloa, pero se quedan en casa en las auton¨®micas por considerarse no concernidos por lo que en ellas se dilucida.
Seguramente es cierto que el origen no es ya el condicionante esencial, pero los datos del 1-N no refutan la consecuencia pol¨ªtica que se deduce de la fuerte diferencia entre la abstenci¨®n registrada en las generales y en las auton¨®micas: que la clase pol¨ªtica catalana no ha sido capaz de interesar en lo que a ella le interesa a una gran parte de la poblaci¨®n; que muchos catalanes se muestran m¨¢s animados a participar en la elecci¨®n del presidente del Gobierno de Espa?a que en la del de su comunidad. Algo que no tiene f¨¢cil explicaci¨®n cuando la Administraci¨®n auton¨®mica gestiona ya la mayor parte del gasto social, incluyendo los servicios p¨²blicos esenciales. Tambi¨¦n en Galicia y Euskadi la participaci¨®n en las generales es mayor que en las auton¨®micas, pero en ambas la distancia ha ido reduci¨¦ndose, mientras que en Catalu?a se mantiene o aumenta: ha sido ahora de casi 20 puntos en relaci¨®n a 2004. Ese tenaz abstencionismo tendr¨¢ razones diversas, pero seguramente una de ellas es la falta de sinton¨ªa entre las preocupaciones de los pol¨ªticos catalanes y las de gran parte de la poblaci¨®n.
Decir esto fue considerado ofensivo cuando se elaboraba el nuevo Estatut. El propio Colomer escribi¨® en febrero pasado que era inveros¨ªmil suponer que el 90% del Parlamento de Catalu?a pudiera ser ajeno y contrario a las preferencias del 90% de los ciudadanos, y emplazaba a comprobarlo cuando se realizara el refer¨¦ndum. Ese refer¨¦ndum tuvo lugar en junio y la participaci¨®n fue del 48,8%, muy por debajo del 59,7% que aval¨® en 1979 el anterior Estatuto. Los resultados de ahora son una confirmaci¨®n de que, con charnegos o sin ellos, s¨ª existe un problema de representaci¨®n democr¨¢tica que la candidatura de Montilla no resuelve. Tras el fracaso del tripartito de Maragall, esa candidatura puede interpretarse como un intento de contener el seguro retroceso del PSC; pero lo que se juzgaba no era s¨®lo la idoneidad del candidato, sino los tres a?os de pol¨ªtica m¨¢s nacionalista que socialista.
Sin embargo, que un cordob¨¦s que habla catal¨¢n tan esforzadamente como Ibarretxe en euskera vaya a presidir la Generalitat no carece de significaci¨®n. Supone una novedad que hace poco se considerar¨ªa inveros¨ªmil. Y supone tambi¨¦n una oportunidad de corregir los excesos que se han cometido en terrenos como el de la lengua. La sociedad catalana es biling¨¹e, pero la pol¨ªtica catalana es cada vez m¨¢s monoling¨¹e, y no precisamente en castellano, pese a seguir siendo primera lengua de la mitad de la poblaci¨®n. No es probable que alguien como Montilla se oponga a que en el Parlament se hable en castellano sin que quien lo intente sea abucheado; o que encuentre normal que los tenderos que rotulen en castellano sean multados o denunciados en las llamadas Oficinas de Garant¨ªas Ling¨¹¨ªsticas. Tampoco cabe sospechar de ¨¦l que participe de la vieja tradici¨®n nacionalista consistente en tratar a los catalanes disidentes como enviados del Gobierno central, pagados con fondos de reptiles para desnacionalizar a Catalu?a, como ya han hecho los m¨¢s infames en relaci¨®n a Ciutadans.
En la escena m¨¢s inolvidable de la novela de Mars¨¦, el andaluz al que todos llaman Pijoaparte, tras una noche de amor con una joven a la que ha conocido en el jard¨ªn de una villa de Sant Gervasi, y mientras fantasea sobre la singular forma de hacer el amor que tienen las hijas de la clase alta, descubre, con las primeras luces del alba, los uniformes de sat¨¦n negro, cofias y delantales colgados del perchero que le revelan d¨®nde y con qui¨¦n ha pasado la noche.
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