El salvavidas
Sin duda alguna, el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) es la organizaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s exitosa que este pa¨ªs ha conocido en toda su historia contempor¨¢nea. M¨¢s que el lerrouxismo -muy circunscrito al ¨¢mbito y al poder local barceloneses-, m¨¢s que la Lliga -gestora, como m¨¢ximo, de una Mancomunitat con presupuestos anuales de seis o siete millones de pesetas-, m¨¢s que la Esquerra de Maci¨¤ y Companys -cuya hegemon¨ªa electoral e institucional dur¨® apenas cinco a?os-, el PSC ha sido, desde su fundaci¨®n en julio de 1978, una formidable political machine capaz de ganar el 75% de las citas electorales a las que concurri¨®, de administrar cientos de grandes y medianos ayuntamientos y, a partir de ellos, la poderos¨ªsima Diputaci¨®n de Barcelona, y de participar a trav¨¦s del PSOE en el Gobierno central durante 16 de los 28 a?os de la actual etapa democr¨¢tica. Todo ello, adem¨¢s, con una rara inmunidad ante las acusaciones de hegemonismo o de ocupaci¨®n permanente del poder: f¨ªjense que, cuando se cita a Converg¨¨ncia i Uni¨®, nunca falta la alusi¨®n reprobatoria a sus ?23 a?os! en el Gobierno catal¨¢n; en cambio, ?a qui¨¦n se le ocurre reprochar a los socialistas que lleven 27 a?os ininterrumpidos al tim¨®n del Ayuntamiento de Barcelona o de la Diputaci¨®n hom¨®nima? ?Qui¨¦n invoca, en estos casos, las bondades de la alternancia y los requerimientos de la higiene democr¨¢tica?
Montilla procurar¨¢ adormecer la reivindicaci¨®n identitaria y potenciar la polaridad izquierdas-derechas, en detrimento del eje catalanismo-espa?olismo, como esquema vertebrador de la pol¨ªtica catalana, y ello en nombre de la normalizaci¨®n
Sin embargo, la brillante trayectoria pol¨ªtico-electoral del PSC ha tenido por largo tiempo un lunar, una espina clavada: su incapacidad para ganar las elecciones al Parlament de Catalunya y gobernar la Generalitat. Puesto que Jordi Pujol, ya estuviese plet¨®rico o renqueante, bat¨ªa siempre a los candidatos socialistas, se instal¨® en las filas de ¨¦stos la convicci¨®n de que s¨®lo la retirada del patriarca convergente les allanar¨ªa el camino. Pero tampoco: en 2003 primero, y de nuevo en 2006, la gran asignatura pendiente del socialismo catal¨¢n volvi¨® a quedar suspendida. La novedad hist¨®rica fue que, hace tres a?os, apareci¨® al rescate el salvavidas de Esquerra Republicana. Ahora, ante un naufragio socialista mucho m¨¢s severo, el salvavidas de ERC ha vuelto a actuar a¨²n con mayor diligencia. ?Por qu¨¦?
A mi juicio, las dos operaciones de salvamento no son id¨¦nticas ni pueden descifrarse con la misma clave. En 2003, las urnas registraron un empate t¨¦cnico que alguien deb¨ªa deshacer, la apelaci¨®n a la necesidad de la alternancia ten¨ªa bastante sentido y la desintegraci¨®n de CiU bajo las intemperies de la oposici¨®n parec¨ªa plausible. En 2006 la alternancia ya se ha producido, Converg¨¨ncia mantiene inc¨®lume su 31% largo de los votos y la derrota socialista no admite paliativos. Justamente -arguyen algunos- es la debilidad del PSC lo que Esquerra pretende explotar imponi¨¦ndole condiciones leoninas. Es pronto para juzgarlo, pero las primeras impresiones que nos llegan sobre el segundo tripartito no abonan esa tesis: si, como afirma casi toda la prensa, el nuevo pacto refuerza, blinda, el papel de Jos¨¦ Montilla como l¨ªder ¨²nico del Gobierno; si la vicepresidencia atribuida a Carod Rovira tiene menos contenido pol¨ªtico -y ning¨²n pedigr¨ª catalanista, dig¨¢moslo de paso- que la consejer¨ªa primera de 2003, nada hace pensar en una Esquerra crecida y un PSC postrado. ?Entonces?
A reserva de conocer la letra peque?a de la Entesa Nacional i de Progr¨¦s, todo apunta a que Esquerra ha lanzado su salvavidas m¨¢s contra Converg¨¨ncia que a favor del PSC. Seguramente, los republicanos calculan que, mientras ellos ejercen de paladines nacionalistas dentro del Gobierno -no va a ser Montilla, desde luego, quien les haga la competencia en este terreno-, CiU se marchitar¨¢ por fin en otros cuatro a?os lejos del poder, de modo que en 2010 sea posible de una vez el anhelado sorpasso, el relevo de Converg¨¨ncia por ERC al frente del mayorazgo nacionalista. Si tal es la apuesta de Carod y Puigcerc¨®s, me parece tan l¨ªcita como miope.
El pol¨ªtico piensa en las pr¨®ximas elecciones. El estadista o el patriota piensan en la pr¨®xima generaci¨®n. Desde esta ¨²ltima perspectiva, la decisi¨®n de Esquerra Republicana abre un cisma irreparable en el seno del nacionalismo catal¨¢n. No me refiero a los dirigentes, cuyas pataletas van incluidas en el sueldo y son pasajeras. Hablo del des¨¢nimo, la impotencia, la decepci¨®n que sienten estos d¨ªas cientos de miles de electores nacionalistas de buena fe, votantes m¨®viles entre CiU y ERC que desde hoy albergan un rencor duradero contra el partido del tri¨¢ngulo. Hablo de la quiebra de las transversalidades o complicidades que a¨²n pudiesen subsistir en el espacio intelectual nacionalista. Hablo de la probabilidad de que el soberanismo de ERC en el poder y el de CiU en la oposici¨®n se neutralicen mutuamente. ?Con qu¨¦, con qui¨¦n cuenta Esquerra para nuclear a medio plazo una mayor¨ªa social a favor de la autodeterminaci¨®n? ?Con las bases socialistas del Baix Llobregat y el Barcelon¨¨s Nord, a las que ni siquiera Montilla pudo sacar de su sopor?
Seg¨²n he subrayado m¨¢s arriba, el PSC es, incluso en la derrota, un gran partido, con buenos pensadores org¨¢nicos, enormes recursos institucionales y potentes medios de comunicaci¨®n afines, que no se lanza a ciegas a la experiencia del tripartito bis. Amenazado en su flanco derecho por el Partido de la Ciutadania, el presidente Montilla procurar¨¢ tenazmente durante esta pr¨®xima legislatura y las que puedan seguir -lo ha dicho ya- adormecer la reivindicaci¨®n identitaria y potenciar la polaridad izquierdas-derechas, en detrimento del eje catalanismo-espa?olismo, como esquema vertebrador de la pol¨ªtica catalana, y ello en nombre de la normalizaci¨®n. Si este designio no se le tuerce, podr¨ªa muy bien suceder que dentro de 4, 8 o 12 a?os, cuando Esquerra se sienta en condiciones de asumir la hegemon¨ªa del nacionalismo catal¨¢n..., ya no quede nacionalismo por hegemonizar. Que, de puro normalizada y absorbida por la agenda social, Catalu?a se haya convertido en una mansa comunidad aut¨®noma espa?ola, una m¨¢s, con su izquierda y su derecha, pero sin cuesti¨®n nacional alguna. Si eso llegase a ocurrir, ?menudo negocio para los del salvavidas!
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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