"Se necesita tiempo y distancia para explicar el ¨¦xito"
Hace s¨®lo tres meses, Jonathan Littell no exist¨ªa. Por lo menos, para el p¨²blico. El ¨¦xito fulgurante de su novela Les bienveillantes ha convertido a ese desconocido en un personaje p¨²blico. A ese Jonathan Littell, objeto de la curiosidad de los medios de comunicaci¨®n, al que se puede atribuir el m¨¦rito de no haber hecho nada por organizar su mediatizaci¨®n, incluso el de haberle dado la espalda, le han prestado varias vidas y varias identidades. Sobre ¨¦l han circulado los rumores m¨¢s infundados: supuestamente, Richard Millet, su editor en Gallimard, habr¨ªa escrito Les bienveillantes, a no ser que fuera el novelista Robert Littell, padre del autor... En Barcelona, donde reside, Jonathan Littell ha hablado sobre su novela con Le Monde des Livres.
"Mi padre es escritor profesional desde hace 35 a?os. En el mundo literario anglosaj¨®n, si se quiere publicar un libro, se busca un agente"
"Nunca pens¨¦ conseguir una suma de dinero equivalente al tiempo pasado con esta novela. Pensaba vender entre 3.000 y 5.000 ejemplares
"Ver c¨®mo se recibe el libro en Israel, Estados Unidos y Alemania nos permitir¨¢ comprender lo que ha ocurrido en Francia"
"El objeto de 'Les bienveillantes' es el genocidio durante cuatro a?os, con algunas escapadas aqu¨ª y all¨¢"
Resulta imposible escribir una novela si uno se limita ¨²nicamente al registro de lo veros¨ªmil"
"Un escritor plantea cuestiones mientras intenta avanzar en la oscuridad. No va hacia la luz"
Pregunta. Con la distancia, ?qu¨¦ carrera esperaba para Les bienveillantes?
Respuesta. Se ha desarrollado por etapas. Cuando mi agente, Andrew Nurnberg, me dijo que le gustaba mi novela y que ten¨ªa esperanzas de venderla, me puse muy contento. Y m¨¢s a¨²n cuando Gallimard la acept¨®. Toda mi cultura literaria procede de sus fondos. Aparte de eso, no me esperaba gran cosa. He invertido cinco a?os de trabajo en este libro, a costa m¨ªa. Nunca pens¨¦ conseguir una suma de dinero equivalente al tiempo pasado con esta novela. Pensaba vender entre 3.000 y 5.000 ejemplares. Gallimard esperaba algo m¨¢s, con gran escepticismo por mi parte. Despu¨¦s, todo estall¨® de forma inesperada.
P. ?C¨®mo explica este ¨¦xito?
R. Discut¨ª sobre ello con Pierre Nora, a finales de septiembre, cuando el libro hab¨ªa superado la barrera de los 150.000 ejemplares. ?l pronunci¨® esta interesante frase: "A este nivel, ni el editor ni el escritor pueden entenderlo, s¨®lo un historiador". Hemos discutido mucho sobre las razones del ¨¦xito, sin encontrar una respuesta. Destacan dos grandes hip¨®tesis. La primera tiene que ver con el nazismo y la relaci¨®n que tienen los franceses con este periodo de la historia. La segunda se refiere m¨¢s a la literatura. Gallimard hab¨ªa observado, desde hace varios a?os, una demanda de grandes libros, m¨¢s novelescos, muy elaborados. En todo caso, se necesitar¨¢ tiempo y distancia para explicar este ¨¦xito. Ver, por ejemplo, c¨®mo se recibe el libro en Israel, Estados Unidos y Alemania nos permitir¨¢ comprender lo que ha ocurrido en Francia.
P. ?Se ha reconocido en los distintos retratos suyos que han aparecido en la prensa?
R. ?En absoluto! Han contado de todo. Estoy asombrado por la capacidad de invenci¨®n de los periodistas franceses. He descubierto un mont¨®n de cosas sobre m¨ª: supuestamente, sobreviv¨ª a la masacre de Chechenia. Asombroso. Sin embargo, bastaba teclear mi nombre en Google y leer los art¨ªculos de The New York Times para saber el accidente -que no tiene nada que ver con una masacre- que sufr¨ª en Chechenia. ?Visto por la prensa francesa, daba la impresi¨®n de que me hab¨ªa encontrado bajo un mont¨®n de cad¨¢veres ensangrentados antes de salir arrastr¨¢ndome de la fosa! Me parece que el fact checking [comprobaci¨®n de hechos]
el verificar las informaciones b¨¢sicas est¨¢ poco extendido en Francia. Me refiero a cosas sencillas. Supuestamente, trabajaba en China, estaba casado, mi madre es francesa, vivo en B¨¦lgica y hablo alem¨¢n. Todo ello es inexacto. No he querido prestarme al juego del retrato porque no me gusta. Me gusta especialmente una frase de Margaret Atwood: "Interesarnos por un escritor porque nos gusta su libro es como interesarnos por los patos porque nos gusta el foie-gras".
P. Usted escribi¨® un primer libro, Bad voltage, una novela de ciencia-ficci¨®n in¨¦dita en Francia, que se desarrolla en las catacumbas. ?Qu¨¦ relaci¨®n establece entre este primer texto y Les bienveillantes?
R. En realidad, Les bienveillantes no es propiamente una segunda novela. Entre medias, ha habido otros textos m¨ªos que han terminado en el caj¨®n, como debe ser. Lamento que se publicara Bad voltage, pero era prisionero de un contrato y no ten¨ªa dinero para romperlo. Ten¨ªa 21 a?os, una edad tonta. Nunca he querido esconder esa novela, pero tampoco la reivindico. Llevo pensando en Les bienveillantes desde los 20 a?os. Richard Millet, mi editor en Gallimard, quer¨ªa poner "primera novela" en Les bienveillantes, pero yo dije que no. Finalmente, elegimos la f¨®rmula "primera obra literaria" para la contraportada.
P. Usted est¨¢ representado por un agente, una pr¨¢ctica que todav¨ªa no est¨¢ muy extendida entre los escritores franceses. ?Por qu¨¦ esta elecci¨®n?
R. Mi padre es escritor profesional desde hace 35 a?os. En el mundo literario anglosaj¨®n, si se quiere publicar un libro, se busca primero un agente. Por tanto, nunca lo he dudado. Esta tradici¨®n francesa de enviar primero el manuscrito a una casa editorial me resulta extra?a. Comprendo que perturbe a algunos en Francia, donde un delicado equilibrio hace que se publiquen libros que no se publicar¨ªan en otros lugares. Este sistema tiene un precio. En Francia, pr¨¢cticamente ning¨²n autor puede ganarse la vida: toda la cadena del libro vive del libro, excepto el escritor.
P. Desde su aparici¨®n, Les bienveillantes se ha visto cubierto de superlativos y comparaciones elogiosas. ?Se siente halagado o aterrado?
R. Ni lo uno ni lo otro. Tomemos la comparaci¨®n de mi novela con Guerra y paz. La gente que afirma esto me ha le¨ªdo mal, y adem¨¢s, ha le¨ªdo mal a Tolstoi. No es en absoluto el mismo tipo de literatura. En Guerra y paz, para empezar, hay paz. En mi novela, s¨®lo hay guerra. En la novela de Tolstoi existe otro nivel de complejidad. Un ir i venir infinitamente superior entre la vida normal y la guerra. El objeto de Les bienveillantes es mucho m¨¢s limitado. Es el genocidio durante cuatro a?os, con algunas escapadas aqu¨ª y all¨¢. Lo que se ambiciona no es lo mismo.hablando en un plano m¨¢s profundo, nos encontramos con esa noci¨®n de espacio literario elaborada por Maurice Blanchot. Cuando se est¨¢ dentro, nunca se sabe si realmente se est¨¢. Se puede estar convencido de estar haciendo literatura y permanecer de hecho fuera, del mismo modo que se puede estar atormentado por las dudas, cuando la literatura est¨¢ ah¨ª desde hace mucho tiempo. El texto de un enfermo mental puede resultar literatura y el de un gran escritor no serlo por razones ambiguas y dif¨ªcilmente explicables. De todas formas, siempre se est¨¢ en la duda. No se sabe. Yo creo que Tolstoi o Vassili Grossman ten¨ªan dudas. En el caso de Grossman, es evidente. Su ambici¨®n declarada era hacerlo tan bien como Tolstoi, pero seguro que tuvo que decirse al acabar su libro que no le llegaba a Tolstoi a la suela de los zapatos. La noci¨®n de espacio literario elimina la noci¨®n de calidad. Un texto muy mal escrito puede resultar ser gran literatura, mientras que otro muy bien escrito puede no ser gran literatura. Hay que juzgar cada libro en funci¨®n de sus objetivos y sus propias exigencias, y no en relaci¨®n con otros libros. ?sta es la raz¨®n por la que no me gustan los premios literarios. Tienden naturalmente a enfrentar unos libros con otros. Yo le he enviado una carta a Gallimard en la que le explico que no estoy contra los dem¨¢s autores. Mi libro est¨¢ contra ¨¦l mismo, trabaja contra su propia exigencia, que, desde luego, no alcanzar¨¢ nunca.
P. ?C¨®mo definir¨ªa esta exigencia?
R. Un libro es una experiencia. Un escritor plantea cuestiones mientras intenta avanzar en la oscuridad. No hacia la luz, sino adentr¨¢ndose m¨¢s en la oscuridad, para llegar a una oscuridad a¨²n m¨¢s oscura que la oscuridad de la que parti¨®. No se trata de crear un objeto concebido previamente. Por eso s¨®lo puedo escribir de golpe. La escritura es como lanzar los dados. Nunca se sabe qu¨¦ va a pasar. Se intenta colocar las piezas lo mejor posible y despu¨¦s se pasa a la acci¨®n. Cuando se escribe se piensa con las palabras, no con la cabeza. Llega de otro espacio. Se avanza a trav¨¦s de la escritura y se llega a un lugar donde uno jam¨¢s habr¨ªa pensado encontrarse. Por eso estoy absolutamente dispuesto a aceptar las cr¨ªticas que digan que me he equivocado con esta novela, que he hecho cosas mal, inaceptables. Efectivamente, no sab¨ªa lo que hac¨ªa. Antes pensaba que lo sab¨ªa, pero el resultado final no tiene nada que ver con eso.
P. ?Qu¨¦ piensa del resultado final? ?Le gusta Les bienveillantes?
R. No hay por qu¨¦ plantear as¨ª la pregunta. Para avanzar es mejor interrogarse sobre el concepto inicial. Puedo responder con una cita de Georges Bataille: "Los verdugos no tienen voz, y si hablan es con la voz del Estado". Los verdugos s¨ª hablan, e incluso los hay que hablan demasiado. Hasta cuentan cosas exactas en t¨¦rminos f¨¢cticos. Por ejemplo, de la manera en que estaba organizado el campo de Treblinka. Eichmann no miente durante su juicio. Cuenta la verdad. Cuando hablo de discursos reales, pienso en discursos capaces de revelar sus propios abismos, como consigui¨® hacer Claude Lanzmann con las v¨ªctimas en Shoah. Descubr¨ª la frase de Bataille despu¨¦s de acabar mi libro. Me ilumin¨® retrospectivamente. Al principio pensaba que en los textos de los verdugos encontrar¨ªa cosas a las que engancharme. Entre eso y todos los verdugos que he conocido a lo largo de mi carrera -en Bosnia cuando trabajaba en el bando serbio, en Chechenia con los militares rusos, en Afganist¨¢n con los talibanes y en ?frica con ruandeses o congole?os- pensaba que tendr¨ªa material con el que trabajar. Pero cuanto m¨¢s avanzaba en la lectura de los textos de los verdugos, m¨¢s me daba cuenta de que no hab¨ªa nada en ellos. Jam¨¢s avanzar¨ªa si me quedaba el registro de la recreaci¨®n ficticia cl¨¢sica con un autor omnisciente, a lo Tolstoi, que arbitra entre el bien y el mal. La ¨²nica manera de hacerlo era meti¨¦ndome en la piel del verdugo. Y ten¨ªa la experiencia de los verdugos. Me hab¨ªa codeado con ellos. Part¨ª, pues, de lo que conoc¨ªa, es decir, de m¨ª, de mi manera de ser y de ver el mundo, dici¨¦ndome que iba a meterme en la piel de un nazi.
P. Pero se trata de un nazi fuera de lo habitual, poco realista y no necesariamente cre¨ªble.
R. Estoy de acuerdo. Pero un nazi sociol¨®gicamente cre¨ªble jam¨¢s habr¨ªa podido expresarse como mi narrador. No habr¨ªa podido aportar esas explicaciones sobre los hombres que le rodean. Los que existieron, como Eichmann o Himmler, y los que me he inventado. Max Aue es un rayo X que va barriendo, un esc¨¢ner. Efectivamente, no es un personaje veros¨ªmil. No buscaba la verosimilitud, sino la verdad. Resulta imposible escribir una novela si uno se limita ¨²nicamente al registro de lo veros¨ªmil. La verdad novelesca es distinta de la verdad hist¨®rica o sociol¨®gica. La cuesti¨®n del verdugo es la gran cuesti¨®n que sacan a la luz los historiadores de la Shoah desde hace 15 a?os. La ¨²nica cuesti¨®n que queda es la de la motivaci¨®n de los verdugos. Me da la impresi¨®n, tras leer los trabajos de grandes investigadores, de que se han chocado contra un muro. Resulta muy visible en Christopher Browning. Llega a una lista de posibles motivaciones sin poder arbitrar entre ellas. Algunos le dan m¨¢s importancia al antisemitismo, otros a la ideolog¨ªa. Pero en el fondo no lo sabemos. Y es muy sencillo. El historiador trabaja con documentos y, por tanto, con discursos de verdugos que son una apor¨ªa. ?C¨®mo se puede construir un discurso bas¨¢ndose en eso?
P. ?Qu¨¦ cr¨ªticas de historiadores le han marcado m¨¢s, y por tanto le han estimulado m¨¢s?
R. Algunos han planteado cuestiones interesantes sobre errores de interpretaci¨®n. Un historiador mencion¨® que hab¨ªa interpretado mal la relaci¨®n entre el SD (el servicio de seguridad de las SS) y la Gestapo al presentar a los hombres de la SD como m¨¢s idealistas que los brutales polic¨ªas de la Gestapo. En este caso, como en otros, es posible que me haya colado. Es una novela. Cuando Vassili Grossman presenta a Eichmann en un pasaje de Vie et Destin, su descripci¨®n es completamente falsa. Lo cual no le quita m¨¦rito a Vie et Destin. Grossman ve¨ªa a Eichmann como un superhombre desmesurado, que lo domina todo. Esta visi¨®n resulta de los materiales a los que ten¨ªa acceso por aquel entonces. Es inexacto, ?y qu¨¦? Cuando Claude Lanzmann estima que mi verdugo no resulta cre¨ªble, que es malsano, lleva raz¨®n. Salvo que jam¨¢s habr¨ªa existido el libro si hubiese elegido a un narrador a lo Eichmann. Lanzmann tiene miedo de que la gente s¨®lo conozca la Shoah a trav¨¦s de mi libro. Es evidente que se da el caso contrario. De hecho, las ventas de las obras de Raoul Hilberg y de Claude Lanzmann han aumentado desde que sali¨® mi libro. Lanzmann y yo llegamos, partiendo de una misma cuesti¨®n, a dos conclusiones que son irreductibles entre s¨ª. Las dos son verdaderas. Nuestra discusi¨®n no ha acabado.
P. ?Habr¨¢ una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de Les bienveillantes?
R. No. Los derechos no est¨¢n a la venta. No creo que sea posible adaptar este libro al cine.
P. La cuesti¨®n del idioma ha sido una fuente de debate en torno a su novela, a la que se le reprochan algunos anglicismos. ?No cree que tras estos reproches se esconde una concepci¨®n reaccionaria de la lengua francesa, a la que le gustar¨ªa quedarse como est¨¢, cuando por naturaleza se encuentra en estado de movimiento perpetuo?
R. Hay anglicismos en mi novela, ?claro que los hay! Hablo en dos idiomas, y resulta inevitable que los dos se contaminen entre s¨ª. Hay una magn¨ªfica obra de Albert Thibaudet que demuestra, en Flaubert, la influencia de los provincialismos normandos en el lenguaje literario del autor de Madame Bovary. Al principio se ve¨ªa como una falta, pero a partir de ello Flaubert cre¨® maravillas. Cada uno tiene sus particularidades ling¨¹¨ªsticas. Alain Mabanckou ha logrado descubrimientos bell¨ªsimos que proceden del modo en que los africanos hablan franc¨¦s. Sus f¨®rmulas pueden parecer extra?as, anticuadas, pero son magn¨ªficas. Resulta interesante que este a?o se hayan otorgado varios premios literarios a autores no franc¨®fonos. Nancy Huston es angl¨®fona. Como en mi caso, el franc¨¦s no es el lenguaje materno de Mabanckou. En el Reino Unido, hace a?os que los mejores escritores son indios, paquistan¨ªes y japoneses. Y gracias a ellos, el idioma se enriquece.
Traducci¨®n de News Clips. ? Le Monde.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.