Juguemos en el bosque
En la introducci¨®n a su reciente colecci¨®n de cuentos Blind Willow, Sleeping Woman (Harvill, 2006), el escritor japon¨¦s Haruki Murakami explica que, para ¨¦l, la escritura de relatos es "como plantar un jard¨ªn", mientras que la construcci¨®n de novelas equivale a "plantar un bosque". Siguiendo este enunciado, puede afirmarse que las flores de los jardines de Murakami tienden a ser ¨²nicas y de perfumes imprevisibles (ya viene siendo hora que el lector en castellano conozca esta faceta, sus amplias ficciones breves, acaso la m¨¢s personal y creativa de este jardinero nacido en Tokio en 1949); mientras que la topograf¨ªa de sus bosques (siempre habitados por lobos m¨¢s o menos feroces y donde siempre resulta un aventurero placer el extraviarse) obedece indefectiblemente a dos tipos muy diferentes. Por un lado est¨¢n los bosques de senderos claramente trazados por la fuerza avasalladora de amores correspondidos o no (me refiero a Tokio Blues/Norwegian Wood o Al sur de la frontera, al oeste del Sol). Y por otro se alzan los bosques impredecibles y salvajes en los que hay que abrirse paso a golpe de machete, sin ayuda de br¨²jula alguna, y en los que puede suceder cualquier cosa (pensar en La caza del carnero salvaje, Dance Dance Dance, Cr¨®nica del p¨¢jaro que da cuerda al mundo y, muy especialmente, la asombrosa Hard-boiled Wonderland at the End of the World).
KAFKA EN LA ORILLA
Haruki Murakami
Traducci¨®n de Lourdes Porta
Tusquets. Barcelona, 2006
584 p¨¢ginas. 24 euros
Dicho esto, cabe preguntarse qu¨¦ clase de bosque es Kafka en la orilla y demorarse un tanto en la respuesta. Porque Kafka en la orilla puede entenderse como lo mejor de ambos modelos y disfrutarse como un paraje mixto. Una jungla/parque o una arboleda/selva en la que el escritor, consciente o inconscientemente, parece haberse planteado una suerte de Murakami's Greatest Hits para el disfrute de fans incondicionales que, tal vez, desoriente a reci¨¦n llegados o a los que se engancharon al elegiaco romanticismo del best seller Tokio Blues/Norwegian Wood.
As¨ª, en Kafka en la orilla, se
nos narra la odisea ed¨ªpica del joven quincea?ero Kafka Tamura (t¨ªpico "h¨¦roe" disfuncional murakamiano; no en vano creado mientras Murakami completaba una nueva traducci¨®n al japon¨¦s de El guardi¨¢n entre el centeno, de J. D. Salinger), se nos cuenta el bizarro "incidente" comatoso que sufri¨® en su infancia el sexagenario y forrestgumpiano Satoru Nakata, y se espera -como en Hard-boiled Wonderland...- a que los caminos de uno y otro se crucen y se enreden. Antes de que esto ocurra -imposible resumir la trama de esta novela de rigor invertebrado y escrita, seg¨²n el propio autor, "dej¨¢ndome llevar"- asistimos a una sucesi¨®n de prodigios inexplicables pero t¨ªpicos en las ficciones del japon¨¦s, a un exhaustivo cat¨¢logo de sus m¨¢s constantes obsesiones. A saber: gatos parlantes, fen¨®menos naturales nada naturales, el doble como interlocutor (el insistente Cuervo aleteando sobre Kafka), invocaciones pop (la corporizaci¨®n del Johnnie Walker de la etiqueta del whisky o del Coronel Sanders de las cajas de pollo frito Kentucky), la herida japonesa siempre abierta de la Segunda Guerra Mundial, el poder curativo de los libros (el ambiguo bibliotecario Oshima es sin duda uno de los m¨¢s grandes personajes de Murakami) y de las canciones (el single -y cuadro- de culto Kafka en la orilla del mar), mujeres maduras y misteriosas (aqu¨ª la fascinante y tr¨¢gica se?ora Saeki) y chicas enigm¨¢ticas con minifalda (la encantadora y vol¨¢til Sakura), la fascinaci¨®n por Occidente como dimensi¨®n alternativa, el jazz como fuerza redentora, soldados espectrales perdidos en un pliegue del espacio-tiempo, m¨²ltiples alusiones que van desde el Genji Monogatari al Sgt. Pepper's y de Goethe a Bulgakov y de Beethoven a Bob Dylan, un peligroso bosque m¨¢gico, y la obligaci¨®n de superar una serie de pruebas ¨ªntimas a la vez que ¨¦picas para llevar sano y salvo, pero definitivamente transformado, al otro lado de la muy espesa espesura.
La literatura de Murakami
en general -y Kafka en la orilla muy en particular-es un juego de reglas imprecisas pero firmes. Obliga -como sucede con los filmes de David Lynch- a una entrega absoluta sin cuestionamientos ni prejuicios. Hay que entrar rindi¨¦ndose primero para salir ganando despu¨¦s. Quien se resista se quedar¨¢ fuera, confundiendo lo raro con lo tonto, irritado e insomne. Y es que Murakami -aun nutri¨¦ndose de tantas fuentes, con prosa tan dulcemente realista como ¨¢cida y lis¨¦rgica- empieza y termina en s¨ª mismo y lo suyo posee la textura imposible pero veros¨ªmil de los mejores sue?os. De ah¨ª que, a la altura de la ¨²ltima p¨¢gina, en lo que para muchos constituir¨¢ un final demasiado abierto, Cuervo le aconseje a Kafka (y, por extensi¨®n, a los lectores) que "es mejor que duermas. Y, al despertar, habr¨¢s pasado a formar parte de un mundo nuevo". Y Kafka en la orilla es la incontestable evidencia de que Cuervo no miente. He aqu¨ª un libro extra?o -un mundo nuevo- que divierte, emociona, da miedo, hace re¨ªr, intriga y, por ¨²ltimo pero no en ¨²ltimo lugar, desconcierta. No se le puede pedir m¨¢s a una novela.
Pasen y sue?en.
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