Licantrop¨ªas de Javier Tomeo
Debo confesar una vez m¨¢s que la obra de Javier Tomeo -que supera los cuarenta t¨ªtulos- me parece, si no la mejor, la m¨¢s armoniosa y equilibrada de todo lo que se escribe hoy en Espa?a, la que mejor pone de acuerdo sus prop¨®sitos y su obra. Es una obra uniforme y m¨²ltiple a la vez, pero dentro de la cual se respira una gran unidad, una enorme armon¨ªa entre sus proyectos y su realizaci¨®n. Autor de m¨¢s de una veintena de novelas y relatos, entre ellas algunas adaptaciones teatrales, que han sorprendido dada la carencia de autores dram¨¢ticos que se dediquen al g¨¦nero, y la facilidad de sus adaptaciones, pues se basan en sus di¨¢logos inimitables, un¨¢nimemente elogiadas y representadas por doquier, y que ha repartido sus libros por diversas editoriales, Anagrama, Planeta, Espasa-Calpe, Plaza y Jan¨¦s y otras menores, siendo la preferida por su autor la primera de ellas, a la que siempre regresa, como en esta ¨²ltima ocasi¨®n.
LA NOCHE DEL LOBO
Javier Tomeo
Anagrama. Barcelona, 2006
150 p¨¢ginas. 14 euros
En principio, desde que public¨® en 1967 El cazador, su obra comparte desde siempre dos datos, una voz personal y un discurso disparatado, que se opon¨ªa claramente al realismo can¨®nico de la ¨¦poca, una ortodoxia chata y llana que no llevaba muy lejos, y que utilizaba elementos surrealistas, humor¨ªsticos, con huellas kafkianas, grotescas y hasta goyescas, pero descritas de manera muy sencilla y como a la pata la llana, donde se respiraban rastros de los grandes payasos, Charlot y Buster Keaton, o el cine de Luis Bu?uel, y se enterraba a Kafka en una distorsi¨®n del sentido literal, manejado siempre como una ocultaci¨®n de la realidad, detr¨¢s de toda naturalidad. Una voz que a veces se multiplicaba en dos o tres, o en muchas m¨¢s, en busca de una posible proliferaci¨®n de sentidos, que hac¨ªan surgir otros mucho m¨¢s insospechados que se disparaban sin dejar su aparente literalidad en otras posibles direcciones. Una voz y un discurso, que no le cost¨® mucho trabajo imponer, pese a sus heterodoxias, pues no tardaron en llegar algunas obras maestras a trav¨¦s primero de peque?as editoriales, a las ya citadas anteriormente -Amado monstruo y El castillo de la carta cifrada- que le consiguieron ya en los ochenta un p¨²blico minoritario, dejando aparte los premios y concursos que rodean toda carrera literaria habitual. Y es esta armon¨ªa entre la voz y el discurso, entre sus planteamientos y sus obras, la que brilla en todos sus libros desde el principio hasta el final.
Esta ¨²ltima novela, califica
da un poco simplistamente como minimalista por la editorial, resulta como una "croqueta" m¨¢s en el rosario de todas, como las calific¨® Juan Benet en frase que se hizo c¨¦lebre y definitoria, pues no era una cr¨ªtica, sino una definici¨®n. La noche del lobo es, como tantas veces, un di¨¢logo entre dos voces bien diferenciadas que hablan sin verse. Macario e Ismael est¨¢n presentes, aunque s¨®lo por sus voces, pues ambos est¨¢n en un paraje inquietante. En el interior de un bosque, accidentados por sendos accidentes en una pierna, que se les ha roto en las cercan¨ªas de sus respectivas casas, sin poder moverse, dialogan porque se oyen aunque no se vean, en una especie de negra noche oscura, que s¨®lo la luna llena, que reaparece a trav¨¦s de las nubes que vienen y se van, aumentando sus imaginarias "licantrop¨ªas", pues sue?an en convertirse en lobos, ya que el "hombre es un lobo para el hombre" como ya se sabe, y la luna llena excita sus imaginaciones respectivas.
Su di¨¢logo circula en todas
las disparatadas direcciones posibles, pues uno de ellos vive en una casa con las ventanas cegadas, pegado a Internet, aunque con un telescopio que tiene que instalar en el exterior, y el otro es un agente de seguros, separado de su mujer, de la que sigue enamorado, como imagina a uno de los personajes asistentes, un cuervo tambi¨¦n recientemente separado, que s¨®lo dice "crook, crook", mientras el mochuelo ulula y as¨ª sucesivamente: Internet les proporciona en principio los temas para encabalgar la conversaci¨®n, que se dispara por doquier, tratando diversas materias, como el santoral, la gastronom¨ªa, la f¨ªsica, las sospechas y la amenaza de ser devorados por los posibles lobos o de convertirse en uno de ellos, que tampoco, aunque el final sea, como siempre, abierto en Tomeo. Alguien les comunicar¨¢ con el pueblo vecino, y una ambulancia llegar¨¢ a salvarles, quiz¨¢s, pues nunca estar¨¢n seguros de nada. Javier Tomeo es un experto en hacer hablar a los animales, en transformarlos (El gallitigre), en tenerles miedo (hasta a las palomas), en locuras (Napole¨®n VII), en pir¨®manos, en cantantes extraviados (de tortugas, de boleros) como en Los misterios de la ¨®pera, y as¨ª sucesivamente. Pero su humor y su discurso disparatado lo sigue controlando todo, y que as¨ª siga para deleite de sus fieles lectores, entre los que desde el principio me sigo contando.
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