El falso caso Zald¨ªvar
Como periodista tengo el mismo esp¨ªritu corporativo con la prensa rosa que el que tiene un m¨¦dico con un curandero. Salvo en el caso de los futbolistas, no me interesa lo que hace una persona con cualquiera de sus miembros de cintura para abajo. Si la informaci¨®n es tan precisa que se refiere pr¨¢cticamente a uno s¨®lo de sus miembros, el que tiene en la entrepierna, ya no se trata de un problema de inter¨¦s, es una cuesti¨®n de repugnancia. Desde que la prensa rosa dej¨® de ser lo que nunca hab¨ªa sido -prensa- y adem¨¢s cambi¨® de color -rosa- para convertirse en un bodrio amarillo, la situaci¨®n se est¨¢ haciendo insoportable. Esta nada aderezada de tomate y salsa rosa es un aut¨¦ntico enga?o envuelto en una sarta de estupideces. Una realidad que se asume como el producto inevitable de una sociedad cada vez m¨¢s fr¨ªvola que, sin embargo, consumen millones de personas y contra la que apenas hay soluciones. Uno puede no ver sus programas y no comprar sus revistas, pero termina dando por buenas muchas cosas de las que dicen aunque no tengan inter¨¦s alguno en saberlas. Es un extra?o fen¨®meno, ante el cual, hay poca escapatoria.
Hace varios a?os el escritor Mario Vargas Llosa recibi¨® el premio de periodismo Ortega y Gasset por un art¨ªculo titulado Nuevas Inquisiciones. En ¨¦l cuestionaba la prensa amarrilla, a la que tildaba de una plaga de nuestro tiempo que se daba en las sociedades m¨¢s cultas y en las m¨¢s primitivas. Un modelo de periodismo escandaloso que, el autor de La t¨ªa Julia y el escribidor, calificaba de perverso hijastro de la cultura de la libertad, ya que no se puede suprimir sin infligir a ¨¦sta una herida acaso mortal. No existe diferencia alguna entre esta prensa que censuraba Vargas Llosa y el espect¨¢culo que ofrecen a diario algunos programas de televisi¨®n olfateando la mugre ajena, dando p¨¢bulo a chismorreos y sosteniendo un negocio millonario sobre la insidia, la vida privada, las mentiras, los rumores y los bulos.
El problema es cuando este negocio period¨ªstico vulgar, intrascendente y banal se sumerge en hechos trascendentes, importantes y de verdadero inter¨¦s. Cuando la prensa rosa, e incluso el denominado periodismo de humor, invade el trabajo de los periodistas de la misma forma que lo har¨ªa un curandero col¨¢ndose en un quir¨®fano cuando un cirujano est¨¢ operando. Y que ante ello, los periodistas poco m¨¢s podamos hacer que soportar imp¨¢vidos los empujones de esta manada de elefantes entrando en el ¨¢mbito de la informaci¨®n como en una cacharrer¨ªa. Sin ir m¨¢s lejos -pero qu¨¦ lejos, en realidad-, esto es lo que est¨¢ pasando con el caso Malaya.
Los programas de televisi¨®n que se han entregado a este tipo de contenidos ya no ¨²nicamente de la prensa rosa. TVE emiti¨® el pasado jueves un presunto programa informativo dedicado a la vida de Maite Zald¨ªvar. Por si hubiera sido poco que entre m¨¢s de 70 detenidos en la operaci¨®n Malaya se eligiera a ella como el personaje m¨¢s relevante, el espacio concluy¨® con una pregunta que no dejada dudas sobre el inter¨¦s de sus autores: "?Ser¨¢ Isabel Pantoja la pr¨®xima?". Unas horas antes, otro programa, ahora de Tele 5, dec¨ªa: "Vamos con el caso Zald¨ªvar". O sea, el mayor esc¨¢ndalo de corrupci¨®n pol¨ªtica en la historia de la democracia espa?ola acababa de convertirse en un problema de cuernos entre una famosa de pacotilla y un ex alcalde con novia tambi¨¦n famosa. Ante esta pr¨¢ctica no queda inmune nadie. Ni la prensa seria. No es balad¨ª que, en esta ¨²ltima de la operaci¨®n, algunos peri¨®dicos destacaran en sus portadas a Zald¨ªvar y a Gonz¨¢lez de Caldas, otro personaje habitual de la prensa del color, por encima de una realidad mucho m¨¢s inquietante: siete empresarios detenidos por cohecho, un funcionario judicial y el director de una sucursal bancaria.
En la operaci¨®n Malaya no hay nada rosa. En todo caso los colores predominantes son otros: el verde de las zonas verdes que ya no existen; el negro del dinero robado, y el marr¨®n, tanto del ladrillo como de la situaci¨®n en la que ha quedado Marbella. Pero, sobre todo, el blanco que habr¨¢ que recuperar para limpiar tanta suciedad acumulada.
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