El "estercolero franquista" abon¨® una modernidad cultural en los 50, seg¨²n un estudio
El presidente del tribunal, el profesor Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde, le dijo al estudiante que su tesis doctoral era demasiado indulgente con los j¨®venes que, como ¨¦l mismo medio siglo atr¨¢s, hab¨ªan tenido una actitud nacional-cat¨®lica o fascista. Y es que el trabajo que en 1992 present¨® Jordi Gracia y que ahora -tras una edici¨®n universitaria en Francia en 1996- publica Anagrama como Estado y Cultura. El despertar de una conciencia cr¨ªtica bajo el franquismo, 1940-1962, tiene una tesis valiente: "La modernidad cultural democr¨¢tica nace del estercolero franquista y bajo ese sistema se fraguaron gente como Juan Benet, Antoni T¨¤pies, Rafael S¨¢nchez Ferlosio, Manuel Sacrist¨¢n, Josep Guinovart o Valverde", apostilla el antiguo doctorando.
Gracia (Barcelona, 1965), hoy profesor de Literatura Espa?ola en la Universidad de Barcelona, premio Internacional de Ensayo Caballero Bonald 2005 con La resistencia silenciosa, admite que redact¨® esa tesis con inquietud por ir a contracorriente de parte de la izquierda, que fij¨® esa ¨¦poca como un erial. "Lo fue, pero tambi¨¦n se dieron las semillas intelectuales que permitieron una transici¨®n cultural m¨¢s r¨¢pida que la pol¨ªtica".
Revistas y editoriales
Quienes, seg¨²n Gracia, acabaron rebel¨¢ndose ten¨ªan entre 30 y 40 a?os en los cincuenta y sus trayectorias intelectuales estaban vinculadas, inicialmente, al franquismo. ?Por qu¨¦ siendo hijos de la victoria adoptaron esa actitud? "Por su desasosiego ¨¦tico, porque chocaba la ret¨®rica oficial con la evidencia ¨¦tica y biol¨®gica de una realidad muy precaria". Portavoces de esas contradicciones eran las revistas, no todas falangistas, Laye (1950-1954); Revista Espa?ola (1953-1954) y Acento cultural (1958-1961), esta ¨²ltima "superior a Laye y que dio pie al debut de Jos¨¦ Antonio Marina y ?lvaro Pombo". En ellas se mezclaban "dos rebeld¨ªas: la del falangismo de izquierdas y la del criptomarxismo". Muchos de los colaboradores "no eran falangistas, como Barral, Jaime Gil de Biedma y Carmen Mart¨ªn Gaite; ten¨ªan inquietudes culturales y algunos acabaron en el Partido Comunista. Otros, como Sacrist¨¢n, Josep Maria Castellet y Miguel S¨¢nchez-Mazas eran m¨¢s cercanos a Falange, pero tambi¨¦n tocaron comunismo".
Los circuitos de la incipiente disidencia intelectual los completaban editoriales como Tecnos (de 1947) y Taurus (1954), o la colecci¨®n Biblioteca Breve (1955), de Seix Barral. El autor sostiene que la reconstrucci¨®n de la raz¨®n democr¨¢tica y la modernidad fue fruto de "un movimiento generacional que no s¨®lo afect¨® a la literatura", y cita los casos de Luis de Pablo para la m¨²sica y el de S¨¢enz de Oiza para la arquitectura, am¨¦n de los T¨¤pies y Guinovart en arte.
Gracia no teme que el revisionismo le arrastre: "No se trata de rescatar a nadie, sino de ver qu¨¦ escrib¨ªa. Pero esa revisi¨®n hist¨®rica emplea la ret¨®rica usada para legitimar la Guerra Civil en el franquismo y que ni siquiera Ricardo de la Cierva emple¨® ya en 1974".
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