Klaus Mann, a la sombra del padre
Klaus Heinrich Thomas Mann, primer hijo var¨®n del gran escritor alem¨¢n Thomas Mann y de su esposa Katia Pringsheim, naci¨® el 18 de noviembre de 1906 en M¨²nich. Apenas con 43 a?os, el 21 de mayo de 1949 se suicid¨® en Cannes con somn¨ªferos. Tambi¨¦n ¨¦l, como su progenitor, pas¨® la vida escribiendo; dejaba teatro, novelas, escritos autobiogr¨¢ficos y cientos de art¨ªculos.
Su famoso padre y algunos cr¨ªticos relevantes de entonces afirmaron en sus necrol¨®gicas que Klaus pereci¨® "v¨ªctima de la insoportable presi¨®n existencial reinante en la ¨¦poca de la guerra fr¨ªa". La Uni¨®n Sovi¨¦tica, estalinista, encarcelaba y fusilaba a sus defensores de anta?o; los intelectuales afectos al r¨¦gimen delataban a quien no secundaba sus consignas; mientras, en Estados Unidos hab¨ªa comenzado la caza de brujas y se marginaba a los sospechosos de comunismo. El desaliento acomet¨ªa a cuantos creyeron que una vez liberada Europa de las bestias nazis vendr¨ªan la paz y la justicia definitivas. Aunque Klaus nunca milit¨® en ning¨²n partido se contaba entre cuantos dedicaron sus mejores a?os a la lucha por la libertad; as¨ª lo hizo desde el Par¨ªs del exilio, la Barcelona republicana -donde estuvo como reportero- o desde Amsterdam, y m¨¢s adelante desde Nueva York y California. Por su amor a Europa termin¨® obteniendo la nacionalidad estadounidense y alist¨¢ndose en el ej¨¦rcito americano en cuyas filas sirvi¨® como propagandista b¨¦lico; y en 1945 regres¨® a M¨²nich como liberador, luciendo el uniforme aliado.
"Uno no se hunde mientras tenga una misi¨®n", escribi¨® Klaus. La suya termin¨® con la derrota del nazismo: la libertad lo arrojaba otra vez a s¨ª mismo, a su infierno particular
Concluida la guerra, Klaus se vio a solas en un mundo que continuaba siendo gris y que no necesitaba de h¨¦roes idealistas como ¨¦l. "Los a?os de lucha contra Hitler fueron buenos a?os", escribi¨® Thomas Mann, "pues entonces estaba claro cu¨¢l era el enemigo, y no cab¨ªan vacilaciones". Sin aquel monstruo contra quien luchar, Klaus regresaba otra vez al maremagno de dudas, depresiones, amores ef¨ªmeros y drogas en el que naufragaba desde su adolescencia e incluso durante los a?os de lucha antifascista. "Uno no se hunde mientras tenga una misi¨®n", escribi¨®. La suya termin¨® con la derrota del nazismo: la libertad lo arrojaba otra vez a s¨ª mismo, a su infierno particular.
El gran cr¨ªtico literario Reich Ranicki fue contundente refiri¨¦ndose a la muerte de Klaus; alej¨¢ndose de la opini¨®n oficial, aleg¨®: "Era homosexual, morfin¨®mano e hijo de Thomas Mann". Estas tres condiciones acabaron con ¨¦l. El padre -egoc¨¦ntrico, de inclinaci¨®n sexual ambigua y reprimida-, obsesionado por su arte, impotente para relacionarse con sus hijos, m¨¢s pendiente de la vida quim¨¦rica que de la realidad, despreci¨® el talento de Klaus. Lo ten¨ªa por un clown, y le disgustaban su amaneramiento y su dandismo. Tampoco aprob¨® su vida art¨ªstica y bohemia, t¨ªpica de los hijos de las grandes familias cultas y liberales, ni?os crecidos durante la I Guerra Mundial; j¨®venes sin miedo, ansiosos de disfrutar de la vida, desinhibidos, apol¨ªticos, amantes de placeres inmediatos, de la embriaguez, el malditismo y de ese "arte moderno" que los nazis calificar¨ªan de "degenerado".
En el M¨²nich de la Rep¨²blica de
Weimar, Klaus creci¨® junto a su hermana Erika, un a?o mayor que ¨¦l. Los dem¨¢s hermanos vinieron poco despu¨¦s: Golo, M¨®nica, Elizabeth y Michael. En su primera juventud, Erika y Klaus -u?a y carne, tan encari?ados el uno con el otro que se presentaban en todas partes como "gemelos"- se proclamaron reyes de un c¨ªrculo de j¨®venes artistas que ya nada ten¨ªan que ver con la hip¨®crita sociedad de sus mayores. Las andanzas de ni?ez de "los chicos Mann" en el M¨²nich de la inflaci¨®n las rememor¨® Klaus en Hijo de este tiempo (Min¨²scula), escrito con cierto desorden y pasi¨®n t¨ªpicamente juveniles, pero con encantadora ligereza y raudos trazos impresionistas. Ser hijo de quien era le abrir¨ªa todas las puertas a Klaus, lo que emprendiera en el terreno literario o art¨ªstico despertaba expectaci¨®n, pero lo embargaba el oscuro temor de que ¨²nicamente se contemplasen sus logros a la sombra de los de su padre. Escribi¨® teatro y se representaron sus obras. Aunque s¨®lo cosech¨® ¨¦xitos entre los j¨®venes modernos.
En 1929 Thomas Mann obtuvo el Nobel de literatura, lo cual supuso el reconocimiento universal del escritor y dinero para la familia. Klaus y Erika, ambos legendarios por sus vidas desordenadas, pudieron pagar deudas y emprender un fabuloso viaje alrededor del mundo present¨¢ndose hasta en China como los v¨¢stagos del flamante galardonado. All¨¢ a donde iban transmit¨ªan alegr¨ªa de vivir, encarnaban el cosmopolitismo, ¨¢vidos del "mundo de aqu¨ª", apasionados de la libertad y de sus infinitas posibilidades encarnaban la nueva voluntad de Occidente. En realidad, los "gemelos Mann" sucumb¨ªan a todas las tentaciones, amaban y se decepcionaban en medio del vac¨ªo, anhelantes de infinitud, siempre en busca de lo inasible. Pero Klaus, al contrario que la masculina Erika, inseguro y depresivo en cuanto se alejaba de su hermana, obsesionado por la soledad y el anhelo de amor, morbosamente atra¨ªdo por la muerte, termin¨® por depender de la morfina. S¨®lo en la embriaguez y la p¨¦rdida de conciencia hallaba el valor requerido para superar sus infortunios en cuanto le rondaba el menor contratiempo. La llegada de Hitler termin¨® de golpe con la joie de vivre de aquellos j¨®venes artistas, tan europeos y cosmopolitas.
A Klaus lo cogi¨® el giro pol¨ªtico en Alemania con veintisiete a?os; hab¨ªa publicado su breve Novela de ni?os, como ir¨®nico contrapunto al relato de su padre titulado Desorden y dolor precoz (ambos en Alba); la novela hist¨®rica Alejandro (El Aleph), m¨¢s consistente que la vacilante Der fromme Tanz, en la que confesaba abiertamente su homosexualidad; era ya un escritor conocido. Sin dudarlo abandon¨® una patria en la que se asfixiaba. Poco antes emigr¨® Erika y, enseguida, sus padres y el resto de los hermanos. Los Mann se convirtieron en odiados enemigos del r¨¦gimen en el extranjero, los nazis les privaron de la nacionalidad y los declararon "personas no gratas". Desde entonces tanto Klaus como Erika concentraron sus esfuerzos en luchar contra la nueva barbarie; ¨¦sta mediante el escarnio y la mofa desde su propio cabaret literario El Molinillo de Pimienta, ridiculizando en canciones y chistes a los tiranos; Klaus emple¨® su talento literario en denunciar los cr¨ªmenes que se perpetraban en Alemania. Fund¨® la revista Die Sammlung, para dar voz a la literatura de la emigraci¨®n, y escribi¨® sus mejores novelas. Despu¨¦s de Huida al norte (C¨¢tedra), en la que se autorretrataba junto a su amiga Annemarie Schwarzenbach como s¨ªmbolo de una juventud existencialmente aniquilada, aparecieron las extraordinarias Mefisto (Debolsillo) y El volc¨¢n (Edhasa). La primera, una despiadada s¨¢tira de la sociedad nazificada de los a?os treinta, denunciaba el arte vendido al poder y ridiculizaba a los pomposos y necios jerarcas hitlerianos. Cima del peculiar estilo del autor: ligero, cortante e irreverente. La segunda es una obra realista en la que dominan la seriedad y un dramatismo tr¨¢gico-heroico. Durante los a?os de resistencia antinazi Klaus escribi¨® adem¨¢s cientos de art¨ªculos pol¨ªticos y literarios; una selecci¨®n de ¨¦stos lo proporciona El condenado a vivir (El Nadir). Public¨® asimismo otras obras de menor fuste como su Sinfon¨ªa pat¨¦tica -vida novelada de Chaikovski- o La ventana enrejada (Laertes), una fantas¨ªa sobre el rey Luis II de Baviera; en ambas, a vueltas con el homoerotismo, la exclusi¨®n, el arte y la muerte.
Ni la emigraci¨®n ni la guerra li
beraron a Klaus de sus obsesiones ¨ªntimas: termin¨® por convertirse en un emigrado de todas partes que sufr¨ªa profundamente por la incomprensi¨®n y el desamor paterno, adem¨¢s de sentirse un marginado social debido a su condici¨®n sexual y su drogadicci¨®n, de la que en vano intent¨® curarse en varias ocasiones. La falta de un empleo fijo, de estabilidad emocional y sentimental, su constante vivir a salto de mata, de un pa¨ªs a otro, a menudo sin un c¨¦ntimo, de un amor a otro, de un traficante de droga a otro, humill¨¢ndose y despreci¨¢ndose, convirtieron a este inquieto celebrador del erotismo y la muerte en un seguro candidato al suicidio; "no hay paz hasta el final", escribi¨®. Sin embargo, el ¨²ltimo acto de su vida no fue premeditado -a¨²n trabajaba en una nueva novela: The last day-, sino fruto de un momento de desesperaci¨®n y profunda depresi¨®n.
En castellano a¨²n no contamos con la traducci¨®n de Der Wendepunkt -el punto cr¨ªtico-, la autobiograf¨ªa de Klaus Mann, imprescindible para conocer la vida de este autor tan representativo de los avatares y las luchas del siglo XX.
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