El libro del buen amor
Peter Handke siempre ha tenido fama de imprevisible y antit¨¦tico, pero tal vez nunca haya sorprendido tanto como con este relato ameno y agridulce, burlesco y recogido, so?ador y sabio. Con las filos¨®ficas caminatas por la sierra de Gredos de su anterior novela, La p¨¦rdida de la imagen, no guarda ning¨²n parentesco, y tampoco recurre a la iconograf¨ªa del c¨ªnico seductor inmortalizado por Tirso de Molina, Moli¨¨re o el libretista Da Ponte del Don Giovanni de Mozart. El Don Juan de Handke, que insiste en presentar aqu¨ª su "definitiva y verdadera historia", no es un conquistador, no busca sexo, ni siquiera cuenta ¨¦l sus aventuras, como promete el t¨ªtulo, sino que acude un d¨ªa a un albergue pr¨®ximo a las ruinas de Port Royal des Champs, un antiguo monasterio jansenista al sur de Par¨ªs, para contar a un ominoso cocinero y lector de Pascal y Racine, durante siete d¨ªas, siete encuentros con distintas mujeres en siete pa¨ªses diferentes.
DON JUAN (contado por el mismo)
Peter Handke
Traducci¨®n de Eustaquio Barjau
Alianza, Madrid, 2006
117 p¨¢ginas, 15 euros
El n¨²mero m¨¢gico, el marco atemporal, el lugar hist¨®rico: entramos de lleno en el terreno de la f¨¢bula, de la mano de un cuentacuentos oriental, quien hace volar los copos de las semillas de ¨¢lamo de Francia a Georgia y Marruecos, madurar en una sola noche los frutos de un cerezo, y presenta a todas las mujeres de Don Juan como "indescriptiblemente hermosas". Todo es posible en la gira amorosa de este poderoso errabundo. El relato se revela como una caja de sorpresas, mitad cuento de hadas, mitad capricho metaliterario. Un juego con los habitantes del mundo imaginario de este narrador cocinero que, en vez de vecinos de carne y hueso, prefiere saberse rodeado por Raskolnikov, Mijnheer Pepperkorn o Aurelio Buend¨ªa.
No obstante, desde la premiosa entrada del libro, las peripecias del quebrado h¨¦roe en tierras extra?as s¨®lo parecen tener un motivo: mostrar lo que este Don Juan de nuestro tiempo no es y no hace, y, desde esta definici¨®n negativa, establecer su c¨®digo amoroso. "Con su mirada (...) liberaba el deseo de la mujer (...) Era una mirada que cog¨ªa m¨¢s que a ella misma, que cog¨ªa otras cosas, que iba m¨¢s all¨¢ de ella y la dejaba ser as¨ª, y por esto ella se sent¨ªa aludida y dignificada por aquella". Al contrario de otros autores mayores -Garc¨ªa M¨¢rquez o Vargas Llosa-, Handke no se ocupa de las archiconocidas fantas¨ªas o de los ejercicios er¨®ticos sino de "los sucesos interiores y las complicaciones".
Estar a la altura de esos sucesos es el gran reto de este Don Juan. Handke persigue aqu¨ª, con un estilo l¨²dico e ingr¨¢vido, reproducido a la perfecci¨®n por Eustaquio Barjau, un cardinal leitmotiv presente en su obra: el encuentro amoroso constituye un momento de prueba, una de las pocas situaciones en las que el hombre actual todav¨ªa se expone existencialmente. Y el atractivo de Don Juan (contado por ¨¦l mismo) estriba en que se ha arropado esta antigua y cortesana interpretaci¨®n del amor con unas im¨¢genes absolutamente cautivadoras. El libro ofrece un compendio l¨ªrico de instant¨¢neas que se enhebran con aparente descuido, y se graban en la mente del lector como fotogramas de una antigua pel¨ªcula de cine, provisionalmente arreglada, y cada vez m¨¢s fragmentada hacia su final. Un anciano andando por la estepa caucasiana seguido por su mujer; una pareja de amantes bajo un cedro en un bosque; el girar de la cabeza de una mujer en Damasco. Encuentros fugaces en los que se celebra la "energ¨ªa, pura e incondicionada, del deseo", detenidos y guardados como un milagro incomprendido.
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