"Esper¨¦ a que me clavase el cuchillo"
Una mujer maltratada que escap¨® de una muerte segura cuando su marido intent¨® acuchillarla anima a las v¨ªctimas de la violencia dom¨¦stica a denunciar las agresiones
Desde hace un par de semanas, Mar¨ªa se pone un collar¨ªn durante cuatro horas al d¨ªa. El conductor que arroll¨® su coche en un cruce de A Coru?a le dej¨® adem¨¢s una fisura en la cabeza y dos costillas desplazadas. Cuando pasen un par de meses y abandone la ortopedia, volver¨¢ a la vida normal porque "los accidentes son cosas que pasan; lo otro no, lo otro es mucho m¨¢s complicado".
Mar¨ªa llama "lo otro" a 32 a?os de golpes, insultos y amenazas diarias. A sentir el filo de una navaja en la garganta y a callar casi siempre. A una vida entera sufriendo palizas de su marido, que ahora est¨¢ consiguiendo olvidar con dos pastillas por comida y alguna visita al psiquiatra. Han pasado tres a?os despu¨¦s de la ¨²ltima bronca y esta coru?esa de 56 a?os est¨¢ convencida de que de la violencia machista se puede salir, "vivas donde vivas, tambi¨¦n en las aldeas donde falta informaci¨®n y ayuda, yo lo hice s¨®lo se necesita una decisi¨®n y no mirar atr¨¢s".
"Es como si las mujeres maltratadas vivi¨¦semos todas con un mismo hombre", dice Mar¨ªa, despu¨¦s de compartir en la casa de acogida su experiencia con otras v¨ªctimas
La suya la tom¨® el 17 de enero de 2004. La tarde de invierno en que Mar¨ªa salv¨® su vida hab¨ªa empezado mal. Con otra discusi¨®n absurda. Sin darle tiempo a reaccionar, su marido la arrincon¨® contra un mueble y con un cuchillo de cocina repiti¨® 17 veces el gesto de apu?alarla en un costado: "El ten¨ªa los ojos en blanco, yo s¨®lo miraba a la pared esperando a que saltase la sangre, finalmente no se por qu¨¦, no lo hizo", relata aliviada. En cuanto se vio libre, sali¨® a la calle y gan¨® tiempo, aguardando a que su agresor se calmase. Apur¨® unos cuantos paseos y cuando regres¨® a casa, se lo encontr¨® tumbado sobre la cama con el mismo cuchillo entre las s¨¢banas. Nada m¨¢s verla, ¨¦l intent¨® abalanzarse sobre ella, que tuvo que correr escaleras abajo hasta alcanzar la calle: "Menos mal que ¨¦l estaba en calzoncillos y no pudo seguirme, si no, hoy estar¨ªa muerta", respira.
La huida la emprendi¨® hacia un monte cercano, durante horas se escondi¨® entre los ¨¢rboles hasta que se hizo de noche. Despu¨¦s busc¨® cobijo en la casa de su madre. Con ella se qued¨® a vivir un mes entero. Pero su marido segu¨ªa enviando avisos, amenazando con matarlas a las dos. As¨ª que en febrero, volvi¨® a huir, sobre todo para proteger a su madre. Cogi¨® unos trapos y se march¨® a una casa de acogida a Santiago. All¨ª desaparecieron los miedos pero afloraron unas cuantas preguntas.
Como el resto de compa?eras, Mar¨ªa intentaba averiguar por qu¨¦ hab¨ªa aguantado tanto en su situaci¨®n ?Por qu¨¦ teniendo un trabajo estable como mariscadora y sin hijos peque?os fue incapaz de huir antes? "Era la respuesta que todas quer¨ªamos, compart¨ªamos nuestras historias y era como si las mujeres de la casa de acogida estuvi¨¦semos casadas todas con el mismo hombre", explica. "Yo creo que no me march¨¦ antes porque intentaba no romper una vida, sin darme cuenta de que todo estaba ya absolutamente roto. Mucho peor que los moratones, que desaparecen despu¨¦s de unos d¨ªas, es la anulaci¨®n de tu personalidad, el agresor consigue que dejes de ser t¨² y por eso no eres capaz de act¨²ar", reconoce.
Y eso que las palizas en su casa empezaron demasiado pronto. A los cuatro meses de casarse, el hombre que le regalaba flores y joyas, le lanz¨® un machete a los pies. A partir de ah¨ª las ri?as fueron continuas, una noche cuando volv¨ªa de tomar caf¨¦ con una amiga, dio vueltas alrededor del coche con una estaca para recordarle que no deb¨ªa dejarlo solo. A?os m¨¢s tarde, vio como su hijo, antes de cumplir los catorce, se cortaba una vena saltando por la ventana, tratando de evitar los latigazos con la correa del cintur¨®n.
"Fueron muchas cosas, entre ellas, la separaci¨®n, una orden de alejamiento, y una condena que tuvo m¨¢s en cuenta una enfermedad del agresor que las heridas de la v¨ªctima y por la que mi marido ni siquiera tuvo que ir a la c¨¢rcel". se lamenta Mar¨ªa, consciente de que ha perdido "media vida" al lado de alguien que no se lo merec¨ªa.
La otra media empez¨® precisamente en la casa de acogida. Fueron tres meses para reafirmarse en su valent¨ªa, sin volver la vista a tres d¨¦cadas de horror. Desde entonces, ha empezado a trabajar cuidando personas mayores primero en Santiago y despu¨¦s en A Coru?a y a descubrir gestos de cari?o que durante a?os le estuvieron prohibidos. El tiempo le ha servido tambi¨¦n para darse cuenta de que los malos tratos tambi¨¦n producen efectos colaterales: "Lo que m¨¢s me doli¨® es ver c¨®mo mi nieto, de cinco a?os, me ped¨ªa que volviese a casa, que delante de ¨¦l nadie me iba a hacer da?o, es injusto que un ni?o tenga que soportar experiencias de ese tipo".
De tantos a?os de violencia le queda adem¨¢s un cierto resentimiento hacia los hombres: "Durante mucho tiempo me cruzaba con alguno por la calle y ve¨ªa la cara de mi marido, me asustaba much¨ªsimo, a d¨ªa de hoy todav¨ªa no contemplo volver a tener pareja, no digo que no lo haga, pero de momento no lo veo", confiesa.
Por eso, en el D¨ªa Internacional contra la violencia de G¨¦nero, Mar¨ªa se ha puesto a recordar. Aunque le duele revivir ciertos momentos, quiere que su vivencia anime a todas las mujeres que est¨¦n pasando por un calvario parecido al suyo, les pide que escapen y busquen una salida cuanto antes: "Los maltratadores no cambian, no vale escuchar sus explicaciones, ni esperar porque cada d¨ªa es peor, siempre hay soluciones y que no tengan miedo porque no les va a faltar un sitio a donde ir y el trabajo antes o despues acaba apareciendo", avisa.
El suyo est¨¢ ahora en A Coru?a con una familia que le ha devuelto la ilusi¨®n por vivir y sobre todo el cari?o: "Estoy encantada con mi vida, no le pido nada m¨¢s, aqu¨ª me tratan muy bien, puedo decir que soy feliz, s¨®lo me arrepiento de no haberlo hecho antes", admite. Entre sus planes, primero quitarse el collar¨ªn, seguir en los cursos de manualidades por las tardes y mudarse a Cee, en un futuro no muy lejano. Por eso se ha comprado un peque?o apartamento, para cambiar las tornas y poder ser ella la que cuide de su nieto.
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