La mujer ara?a
La estadounidense Judith Scott teje sus esculturas como un insecto. Atrapa piezas, las anuda y envuelve en lana. Sordomuda y con s¨ªndrome de Down, esta artista 'outsider' ha logrado el reconocimiento internacional de museos y coleccionistas con sus ins¨®litas obras
Carl Hendrix sufre par¨¢lisis cerebral. Se mueve en silla de ruedas por la gran sala del Creative Growth Art Center, de Oakland (California, Estados Unidos). Construye mesas y sillas utilizando como referencia m¨¦trica su propio brazo largo y delgado. Donald Mitchell, un hombre corpulento, dibuja hombrecitos negros y compone m¨²sica. Dan Miller, un joven autista, traza l¨ªneas que se repiten una y otra vez, como el fruto de una obsesi¨®n. Sentada frente a una larga mesa, una mujer diminuta con un original sombrero trenza y anuda telas en una singular escultura a la que envuelve de vez en cuando con sus brazos. Es Judith Scott, una de las artistas de este centro de arte californiano, fabricando sus enmara?adas piezas de hilo o lana. Ella, como Dan, Donald o Carl, encontr¨® en esta instituci¨®n para adultos con discapacidades f¨ªsicas o mentales un camino para su expresi¨®n art¨ªstica.
Vestida con colores chillones, tocada siempre con extravagantes sombreros y con largos collares de cuentas, Judith Scott pudo haber sido uno de los personajes solitarios y silenciosos creados por el escritor Samuel Beckett. O quiz¨¢ la protagonista de las obras del autor de Despertares, el neur¨®logo Oliver Sacks. Sordomuda y con s¨ªndrome de Down, Scott lleg¨® a ser una figura destacada del movimiento outsider y sus obras forman parte de las colecciones m¨¢s importantes de los museos dedicados al art brut.
Ahora, su singular historia como artista ha sido llevada al cine por Lola Barrera e I?aki Pe?afiel. El documental Qu¨¦ tienes debajo del sombrero, producido por Julio Medem, que pudo verse en la ¨²ltima edici¨®n del Festival de Cine de Valladolid y en el de Sevilla, muestra la vida de Judith y de su hermana gemela, Joyce, y el largo camino que ambas hubieron de recorrer hasta encontrarse.
La sombra de Judith persigui¨® a Joyce toda su vida. El nacimiento de ambas mostr¨® enseguida las diferencias. Un cromosoma de m¨¢s las separaba. A los seis a?os, Judith dej¨® la casa familiar -"Una ma?ana me despert¨¦ y ella no estaba. S¨®lo recuerdo un espacio fr¨ªo en mi cama", explica Joyce- e ingres¨® en una residencia para discapacitados. "Dejamos de hablar de ella y as¨ª dej¨® de existir", recuerda su hermana. Pero el conflicto estaba ah¨ª, en las sensaciones nunca explicadas de las gemelas.
En 1986, Joyce consigui¨® la custodia de Judith tras observar en los informes m¨¦dicos de las instituciones donde hab¨ªa estado su hermana un lapso de tiempo sin justificar y sospechar que podr¨ªan haber estado experimentando ciertas drogas con ella. Judith sufr¨ªa de disquinesia, un movimiento continuo de la mand¨ªbula, efecto secundario muchas veces de algunas medicaciones utilizadas en psiquiatr¨ªa. En aquellos centros donde permaneci¨® 36 a?os jam¨¢s se dieron cuenta de que era sordomuda. No le hicieron un diagn¨®stico adecuado, no estuvo bien tratada, ni siquiera hubo intentos de educarla, de adaptarla al mundo adulto. En sus 62 a?os de vida, Judith s¨®lo estuvo "en libertad" alrededor de veinte. Nunca le ense?aron a leer ni a escribir, ni tampoco el lenguaje de signos. Vivi¨® sumida en el silencio.
La historia de Judith la descubri¨® Lola Barrera en un art¨ªculo en la revista de la Asociaci¨®n Espa?ola del S¨ªndrome de Down. "Lo le¨ª y me qued¨¦ alucinada. Se lo cont¨¦ a I?aki Pe?afiel, que en ese momento se planteaba hacer una pel¨ªcula, y nos lanzamos". Las casualidades que siguieron empujaron el proyecto como una locomotora. La productora ejecutiva de la pel¨ªcula, Gemma Cubero, ten¨ªa amigos en San Francisco que conoc¨ªan a la hermana de Judith, Joyce. A partir de ah¨ª, todo fue cobrando forma.
Contar la vida de Judith ha supuesto un antes y un despu¨¦s para los directores del filme, que se han volcado en ¨¦l con absoluta ternura. Cuenta Pe?afiel que descubri¨® en la escultora norteamericana a una persona muy inteligente con la que enseguida pudo establecer una comunicaci¨®n fluida. "En cuanto empezamos a rodar, desde el primer momento me puso las condiciones en las que pod¨ªa trabajar. Era ella quien con un gesto me se?alaba c¨®mo deb¨ªa colocar la c¨¢mara y a qu¨¦ distancia. Si me acercaba mucho, me daba un manotazo. Me pegaba tortas porque estaba de m¨ª hasta las narices, para luego abrazarme y comerme a besos. Rodar esta pel¨ªcula", afirma, "me ha cambiado la percepci¨®n de muchas cosas; por ejemplo, la forma de acercarme a la gente, o la manera de mirar. Es fascinante lo que hac¨ªa esta mujer. Era como un personaje de comedia. Me recordaba a Buster Keaton. Era divertid¨ªsima".
Acabada la II Guerra Mundial, un psiquiatra de la Escuela de Viena, Leo Navratil, ayudaba a sus pacientes anim¨¢ndoles a exteriorizar sus traumas mediante dibujos. Entre las monta?as de garabatos, Navratil descubri¨® unos cuantos que le gustaron. Se los envi¨® al pintor franc¨¦s Jean Dubuffet, quien al verlos acu?¨® el t¨¦rmino art brut para designar las obras art¨ªsticas libres de toda influencia. "Los mecanismos psicol¨®gicos de los que surge la creaci¨®n art¨ªstica tienen tal naturaleza que, o bien deber¨ªan incluirse en el terreno de la patolog¨ªa, y considerar a todos los artistas como psic¨®patas, o bien habr¨ªa que extender los l¨ªmites de la normalidad para que abarquen la locura". ?ste es el arte sin raz¨®n, algo intuitivo, el ideal de cualquier artista que persigue dejar de lado lo racional y trabajar desde lo m¨¢s profundo. Un arte creado al margen de la cultura oficial que Roger Cardinal, un cr¨ªtico de arte ingl¨¦s, ampli¨® en 1972 al campo de los artistas autodidactos, los outsiders, que no persiguen ser artistas famosos, ni ganar dinero, ni complacer a nadie.
Judith Scott es el mejor ejemplo de esa corriente. Su mundo interior aflor¨® dos a?os despu¨¦s de llegar al Centro de Arte de Oakland. Al principio, Judith se sentaba en la silla y emborronaba papeles sin m¨¢s. Un d¨ªa, Silvia Seventy, una de las artistas que ense?an all¨ª, le ofreci¨® una madeja de hilo y unos palos de madera. Y todo cambi¨®. Se iniciaba un proceso de creaci¨®n sorprendente. Con telas y lanas, unos materiales utilizados desde siempre por las mujeres, Judith inici¨® su inesperado despegue hacia el estrellato. Sus obras crec¨ªan poco a poco en tama?o y forma hasta que llamaron la atenci¨®n de la direcci¨®n del centro y de John MacGregor, un psic¨®logo e historiador del arte que escribi¨® en 1999 Metamorphosis: the fiber art of Judith Scott. Fue a partir de ah¨ª cuando lleg¨® el ¨¦xito comercial de Judith. Sus bolas de lana adoptaban cada vez figuras m¨¢s caprichosas. Pies, p¨¢jaros, siluetas? El mundo silencioso de la artista irrump¨ªa con fuerza en la realidad y sus esculturas comenzaron a cotizarse al alza. Hoy alcanzan precios de 15.000 a 20.000 d¨®lares, y los museos de art brut de Lausana, Baltimore, Tokio, Dubl¨ªn, adem¨¢s de galer¨ªas y coleccionistas privados, han adquirido muchas de sus obras.
Como un ave de rapi?a, Judith Scott afanaba cualquier objeto que se cruzara en su camino. Bobinas de cart¨®n, zapatos, sillas? y, lo mismo que una gran ara?a, tej¨ªa con ellos sus nidos, atrapando cuanto advert¨ªan sus ojos. Con los a?os creci¨® como artista. Sus manos le proporcionaban seguridad, y ese aplomo se fue reflejando tambi¨¦n en su forma de vestir. Su peque?a figura de metro y medio se llenaba de collares coloristas, como caramelos de fresa y lim¨®n. Cuidaba mucho su aspecto. Alrededor de la cabeza se anudaba largas bufandas, y encima, como colof¨®n, siempre un sombrero. "Cuanto m¨¢s aumentaban sus obras, cuanto m¨¢s reconocimiento recib¨ªa, m¨¢s adornos se colocaba. Era una expresi¨®n de su autoestima", reconoce Joyce Scott.
Pero lo m¨¢s sorprendente es el interior de las esculturas de Judith Scott. Aparecieron en el interior tesoros de desechos, como si de la cueva de Di¨®genes se tratara. Una evidencia de la cleptoman¨ªa de la artista. All¨ª aparecieron no s¨®lo los carretes de las lanas que utilizaba habitualmente, sino un enorme ventilador roto, una bicicleta, sillas, bolsas de patatas fritas, las luces del ¨¢rbol de Navidad, mantas, zapatos de tac¨®n? incluso un gran carro de supermercado que un d¨ªa un mendigo abandon¨® a la puerta de la instituci¨®n californiana.
La ara?a que atrapa, envuelve sus capturas y teje, una figura a la que remiten las obras de la escultora norteamericana, fue otra de las sorpresas que experimentaron Lola Barrera e I?aki Pe?afiel al conocer a la familia Scott. "Todo eso estaba en el gui¨®n que preparamos para nuestra pel¨ªcula y de repente, cuando conocemos a Joyce, la hermana gemela de Judith, nos enteramos de que su marido es un reputado documentalista de ara?as". El azar del arte. Lola Barrera, madrile?a, de 46 a?os, ejerci¨® como m¨¦dico de familia en el Pa¨ªs Vasco durante diez a?os, hasta que pidi¨® una excedencia para dedicarse a la pintura. Sus obras, de una abstracci¨®n monocrom¨¢tica, se exponen en estos d¨ªas en la galer¨ªa de la librer¨ªa Ocho y Medio de Madrid. La conexi¨®n con la historia de Judith tiene tambi¨¦n mucho que ver con su mundo personal. Lola Barrera es madre de una ni?a con s¨ªndrome de Down, y la experiencia que vivi¨® en Oakland con Judith y Joyce Scott le ha calado muy hondo. "Ver a los artistas de este centro, gente que en teor¨ªa consideramos desgraciados por su limitaci¨®n y su discapacidad, es impresionante. Cualquiera de nosotros firmar¨ªa por pasar un solo d¨ªa como ellos all¨ª".
El Creative Growth Art Center es una instituci¨®n art¨ªstica, no es un centro de terapia. Se fund¨® en 1974 y desde entonces los discapacitados que all¨ª acuden han producido cerca de 450.000 piezas. "La energ¨ªa que hay all¨ª es algo incre¨ªble. El ¨¦xito de este tipo de instituci¨®n es que funciona de forma independiente; es un centro subvencionado a trav¨¦s de fundaciones privadas y se financia tambi¨¦n con la obra de los artistas", comenta Barrera. Fascinada por lo que vio, tiene la firme idea de intentar montar una instituci¨®n de este tipo en Espa?a.
I?aki Pe?afiel naci¨® en Madrid hace 39 a?os. Ha dirigido tres cortometrajes, uno de los cuales, Amigo no gima, fue candidato en 2004 a los Premios Goya. Pe?afiel se entusiasm¨® enseguida con el proyecto: "La historia de Judith me pareci¨® desde el principio un gui¨®n de pel¨ªcula. Conocerla me emocion¨®. Ver c¨®mo combinaba los colores, su sensibilidad para los tonos, me convenci¨® de que es una artista buen¨ªsima". Ambos tuvieron claro que la suya no era una pel¨ªcula de ficci¨®n. "La motivaci¨®n fundamental era conocer qu¨¦ se escond¨ªa dentro de Judith, por qu¨¦ fabricaba esas esculturas. ?se es el misterio que la pel¨ªcula persigue". Judith Scott (Ohio, 1943-California, 2005) cre¨® en silencio ese inmenso mundo vivo y sorprendente.
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