Culpables de comer
La empanada parece rica, pero ellas mastican clavos. Aprietan las mand¨ªbulas con desgana, como en una penosa obligaci¨®n. Hace un momento todo era luz y alegr¨ªa en la unidad de anorexia del hospital de Ciudad Real, pero de repente ha ca¨ªdo sobre ella un silencio pl¨²mbeo, mineral: es la hora de la comida, el momento m¨¢s dif¨ªcil del d¨ªa. Las seis enfermas miran la bandeja como si estuviera llena de gusanos, pero est¨¢n all¨ª porque quieren curarse, de modo que toman el tenedor y empiezan a oficiar una ceremonia de gestos lentos, reconcentrados. Las que llevan m¨¢s tiempo parecen m¨¢s sueltas. Las que acaban de ingresar lo pasan peor. Saben que tienen 40 minutos y que no han de dejar nada, ni las migas del pan. Llevarse un trozo de carne a la boca supone para ellas un esfuerzo cicl¨®peo, pero aqu¨ª no valen triqui?uelas: no vale agacharse para toser y dejar caer en el zapato la bola que no pueden engullir, no vale esconderla en la manga ni camuflarla en la servilleta. Parece la comida de un duelo y en realidad lo es: en cada bocado experimentan la p¨¦rdida de esa delgadez ideal que nunca acaban de alcanzar y sienten que se traicionan a s¨ª mismas: se sienten culpables por comer.
Cada d¨ªa se diagnostica un nuevo caso de trastorno alimentario en esta unidad que dirige el psiquiatra Luis Beato Fern¨¢ndez. En el mejor de los casos, la historia cl¨ªnica tardar¨¢ a?os en cerrarse y muchas tendr¨¢n que ingresar varias veces antes de recibir el alta. La anorexia es un t¨²nel muy oscuro y muy largo del que no se puede salir sin ayuda. Maite tiene s¨®lo 15 a?os y acaba de entrar. Emma, de 26, lleva ya diez de traves¨ªa y justo ahora comienza ver la luz de la salida. No lejos del hospital, en una agradable casa con patio, Rosa Arjona encara la cuarentena con un gran motivo de ilusi¨®n: su peque?a hija Mar¨ªa. Ella tambi¨¦n pas¨® por el t¨²nel, pero ahora se considera vacunada. "Por nada del mundo querr¨ªa volver a aquel sufrimiento", dice, mientras enreda sus dedos en los rizos sedosos de su hija.
En los ¨²ltimos a?os se ha producido en Espa?a una eclosi¨®n de los trastornos de la alimentaci¨®n, que afectan ya al 4% de las adolescentes. Y no parece un fen¨®meno pasajero. Un estudio de Teresa Rodr¨ªguez Cano publicado en Revista Europea de Psiquiatr¨ªa (n¨²mero 20, 2005) alerta de que hay mucha enfermedad oculta, no diagnosticada, y unas perspectivas preocupantes: el 20,6% de las chicas y el 8% de los chicos est¨¢n en riesgo de enfermar. "Nunca se hab¨ªa dado tal explosi¨®n de patolog¨ªa y sufrimiento como ahora. No s¨®lo emerge un problema soterrado, est¨¢ aumentando tambi¨¦n la incidencia", sostiene Luis Beato. Aunque ahora afecta a un chico por cada diez chicas, tambi¨¦n aumenta entre los varones, como ha constatado la unidad de trastornos de la alimentaci¨®n del hospital de Bellvitge (L'Hospitalet, Barcelona): "Es un problema claramente en aumento. En los ¨²ltimos cinco a?os hemos visto m¨¢s de 90 casos en varones y diagnosticamos unos diez nuevos al a?o", explica su coordinador, Fernando Fern¨¢ndez Aranda.
En la anorexia, las pacientes dejan de comer y a veces vomitan lo poco que comen para perder peso. En la bulimia se alternan periodos de ayuno con grandes atracones que luego vomitan. Pero ambas tienen en com¨²n una obsesi¨®n por perder peso que acaba en descontrol. El trastorno suele iniciarse entre los 16 y 18 a?os, aunque cada vez hay m¨¢s ni?as de 12 y 13. Y tambi¨¦n de 40 y 50. En EE UU est¨¢ emergiendo un fen¨®meno inquietante que tambi¨¦n apunta en Europa: la anorexia tard¨ªa. Afecta a mujeres de mediana edad, muchas de ellas ejecutivas y profesionales de ¨¦xito, que luchan desesperadamente por mantener una figura atractiva para no ser expulsadas del mercado del amor.
?Qu¨¦ factores explican la eclosi¨®n de un fen¨®meno que hace apenas unas d¨¦cadas era casi testimonial? ?C¨®mo es posible que chicas brillantes, cumplidoras y eficientes puedan perder por completo la noci¨®n de su cuerpo y caer por una espiral tan autodestructiva? "Es un fen¨®meno complejo en el que intervienen factores biol¨®gicos y culturales: una determinada vulnerabilidad personal, combinada con una cultura que ensalza la delgadez como ideal de perfecci¨®n. No se nace con el trastorno, se nace con una predisposici¨®n que s¨®lo desembocar¨¢ en enfermedad si hay factores desencadenantes", explica Luis Beato. "Que la presi¨®n cultural est¨¢ ah¨ª, se ve a nivel cl¨ªnico. Todas las chicas est¨¢n sometidas al imperativo de la delgadez, pero s¨®lo desencadena un trastorno en aquellas que tienen una vulnerabilidad por factores biol¨®gicos y de la personalidad", corrobora Fern¨¢ndez Aranda.
En el 95% de los casos el trastorno comienza con una dieta severa. Beato utiliza una frase muy elocuente: "La cultura carga la pistola y la dieta aprieta el gatillo". En el caso de Emma, el disparo se produjo a los 16 a?os. "En realidad, nunca fui gordita, pero como quer¨ªa ser perfecta en todo, empec¨¦ a hacer una dieta y perd¨ª diez kilos en quince d¨ªas. Poco a poco vas cayendo en una espiral. Como ves que puedes, vas comiendo cada vez menos hasta que un d¨ªa mi madre me dijo: '?ya vale de dietas!', y me puso un cocido para comer, pero no pude ni probarlo. Ah¨ª me di cuenta de que algo iba mal, pero ya era tarde, ya hab¨ªa perdido el control". Emma era una estudiante de matr¨ªcula de honor, pero conforme la balanza se desplomaba ca¨ªa tambi¨¦n su capacidad de concentraci¨®n. Y su sociabilidad. "Se te agria el car¨¢cter porque tienes mucha hambre, pero no quieres comer; luego, no puedes comer aunque quieras".
Emma es m¨¦dica y trabaja en un hospital cercano a Madrid. Ha estado ingresada en la unidad de Ciudad Real y ha regresado para un control, con gran regocijo de sus compa?eras. Las fotos que cuelgan de las paredes atestiguan que es muy popular. Sentada en sus rodillas, Maite la observa con ojos encandilados, como si fuera una diva. Ella est¨¢ a¨²n ingresada y la cuidadora le ha tra¨ªdo un bocadillo que intenta comerse, pero, al poco, todo el pan aparece desmigado por la mesa. "Maite, recoge esas migas", le dice, cari?osa pero en¨¦rgica, ?ngela S¨¢nchez. Ella las recoge y se las lleva a la boca, pero los dientes se le cierran y es pat¨¦tico ver c¨®mo sus dedos menudos han de empujar con fuerza unas miserables migas que su cuerpo rechaza como si fueran amanitas venenosas.
Hay dos rasgos del temperamento, seg¨²n Beato, que predisponen a una anorexia: la tendencia a concebir cualquier cambio como un peligro y una fuerte dependencia de la recompensa, lo que les da una gran capacidad para mantener el esfuerzo aunque se demore la gratificaci¨®n. El mismo perfil de miedo al cambio, pero con un car¨¢cter m¨¢s proclive a la b¨²squeda de sensaciones, predispone a la bulimia. En cualquier caso, un factor com¨²n a ambos trastornos es la necesidad patol¨®gica de obtener la aprobaci¨®n de los dem¨¢s. Por eso son cumplidoras y eficientes. Pero el rasgo de la personalidad m¨¢s vulnerable frente a la anorexia es el perfeccionismo. "Suelen ser chicas controladoras y muy exigentes. Eso las lleva a ser muy cr¨ªticas consigo mismas, lo que a la larga se traduce en una baja autoestima", explica Luis Beato. "Cuanto mayor es el ideal, m¨¢s dif¨ªcil es alcanzarlo y m¨¢s afectada queda la autoestima. ?ste es un elemento nuclear del trastorno. En un momento determinado, en situaciones de estr¨¦s, toda esa energ¨ªa, toda esa ansia de perfecci¨®n, se canaliza hacia el cuerpo porque es algo que pueden controlar".
Es una gran paradoja que chicas de expediente brillante, con tantas aptitudes para el ¨¦xito y el liderazgo, tengan al mismo tiempo tan baja la autoestima. ?Se puede culpar de ello a la familia, al trato recibido? "En absoluto", responde Beato. "La autoestima no tiene que ver tanto con lo que han recibido como con la magnitud de las expectativas que ellas ten¨ªan. Hay ni?as muy brillantes, que han sido muy gratificadas por sus padres y tienen, en cambio, muy baja la autoestima. Si la ni?a es muy exigente, nunca se sentir¨¢ suficientemente gratificada".
Eva San Juan tiene 18 a?os y un expediente acad¨¦mico de sobresalientes. Se define como perfeccionista e hiper-responsable, siempre dispuesta a asumir nuevas obligaciones. Vive en Logro?o y hace dos a?os decidi¨® crear un foro en Internet (Cristales Rotos) para contrarrestar las p¨¢ginas Proana y Prom¨ªa, en las que se pueden leer consejos para persistir en la anorexia, como: "Anota todo, absolutamente todo lo que te llevas a la boca, y cast¨ªgate cuando te pases", o "b¨¢?ate en agua helada y no te abrigues, as¨ª el cuerpo tendr¨¢ que quemar calor¨ªas para mantener la temperatura". En Cristales Rotos, Eva y otras 200 chicas se intercambian consejos y ayuda para huir de ella. A Eva la atrap¨® casi sin darse cuenta, cuando s¨®lo ten¨ªa 12 a?os: "Ves que tienes un poco de tripita y un d¨ªa dices: me voy a quitar de desayunar. Luego empec¨¦ a correr por las ma?anas, pero las curvitas segu¨ªan ah¨ª, de modo que decid¨ª comer menos. Al poco estaba ya obsesionada con la balanza".
Ese es el momento fat¨ªdico. Cuando la balanza se mete en la cabeza de las chicas, tiende a ocupar todos los resquicios de su pensamiento: "Primero me pesaba cada ma?ana. Luego, cada diez minutos: me pon¨ªa un grano de uva en la boca y corr¨ªa a pesarme", dice Eva. Para entonces ya hac¨ªa tiempo que beb¨ªa mucha agua para enga?ar al hambre y ya se hab¨ªa convertido en una maestra en el arte de hacer desaparecer la comida. Con 1,63 de altura, la balanza bajaba y bajaba, y con 40 kilos a¨²n no se ve¨ªa suficientemente delgada. Un d¨ªa su madre se sent¨® delante de ella y la encar¨® con la realidad. Eva se agarr¨® a ese salvavidas y ahora lucha por salir a flote, pero a¨²n tiene medio cuerpo dentro del agua.
"El prototipo es una chica con ligero sobrepeso obsesionada por la figura que empieza a hacer dieta a veces con la colaboraci¨®n de la madre, que en ese momento lo valora como positivo, y eso la refuerza en su decisi¨®n", explica Fern¨¢ndez Aranda. "Cuando ha bajado cinco kilos se siente triunfadora. En una persona con inseguridad latente, este logro le produce una satisfacci¨®n muy parecida a la que le dan los estudios. Y eso la induce a persistir. De hecho son m¨¢s conscientes de las consecuencias positivas (perder peso) que de las negativas (los problemas para la salud)".
Beato habla de factores que predisponen y factores que precipitan. El estr¨¦s emocional puede ser un desencadenante. Su equipo inici¨® en 1998 un estudio para observar la evoluci¨®n de 1.700 adolescentes de 12 y 13 a?os. Al cabo de dos a?os, 40 de ellos hab¨ªan desarrollado un trastorno de la alimentaci¨®n. Entre los que no se sent¨ªan suficientemente queridos por la familia hab¨ªa el triple de casos que entre quienes se consideraban queridos, lo cual no significa necesariamente que los primeros no lo fueran. "De hecho, las relaciones familiares de las ni?as anor¨¦xicas no son m¨¢s conflictivas que las de las ni?as normales", sostiene. Curiosamente, el malestar que en las chicas daba lugar a un trastorno de la alimentaci¨®n, en los chicos conduc¨ªa al abuso de drogas.
Rosa Arjona tiene claro que lo que a ella la empuj¨® fue el estr¨¦s: "Ten¨ªa 30 a?os y de repente me encontr¨¦ en un psiqui¨¢trico, con los locos. Estaba fatal, pero yo no me hab¨ªa dado cuenta. Viv¨ªa, eso s¨ª, en una gran tensi¨®n porque hac¨ªa poco que me hab¨ªa casado, acababa de abrir un negocio y sent¨ªa una gran responsabilidad. Cuando me dijeron que ten¨ªa anorexia, ni siquiera hab¨ªa o¨ªdo hablar de ella. De hecho no me hab¨ªa dado ni cuenta de que estaba tan mal. Empec¨¦ a comer poco y cada vez com¨ªa menos, pero nunca me vi delgada, ni me alarm¨® que se me cayera la ropa. Luego me entr¨® una gran ansiedad, una obsesi¨®n por mejorarlo todo. Limpiaba sobre limpio. Ya no eres due?a de tu pensamiento, pierdes el humor y te vuelves irascible. La comida pasa a ser el centro de todo. Como el resto de las cosas se te escapan de las manos, sientes que eso lo puedes controlar, y te obsesionas. Cuando comes, te sientes terriblemente culpable. As¨ª estuve ocho a?os, cinco de ellos sin regla".
Lleg¨® un punto en que no pod¨ªa siquiera tocar la comida. Con 1,68 de estatura pesaba 34 kilos. "No me pod¨ªan tomar la tensi¨®n, de delgada que estaba: ten¨ªa 2 de m¨ªnima y 6 de m¨¢xima. Luis, mi marido, me dec¨ªa: 'Te vas a morir'. Y yo pensaba: bueno, as¨ª descanso. Porque, en el fondo, est¨¢s muy cansada. Morirse para no estar as¨ª. Es una forma de salir. Ya no te llena nada en la vida, y sufres mucho, de manera que si te mueres, descansas. Es terrible, porque tienes ah¨ª la gente que te quiere, y t¨² ni la ves; no te dejas ayudar porque has construido un muro a tu alrededor".
Rosa tuvo la suerte de que su marido estuvo siempre a su lado, con un amor a prueba de desaires. Tambi¨¦n el padre de Maite est¨¢ ah¨ª, soportando los desplantes de su hija con la mejor cara que puede. Cuenta que empez¨® a preocuparse cuando vio que aquella ni?a dulce y alegre se volv¨ªa irritable, extra?a y en poco tiempo hab¨ªa adelgazado much¨ªsimo. Hac¨ªa tiempo que la o¨ªa levantarse temprano y abrir la nevera, o¨ªa el ruido de los cereales sobre el taz¨®n, la cucharilla removiendo la leche. Pero un d¨ªa se levant¨® sigilosamente y observ¨®: era puro teatro, ni un grano de ma¨ªz se llevaba a la boca. Maite pesaba 37 kilos cuando ingres¨®. "Es muy duro ver que tu hija se transforma en un ser triste, insufrible. Y cuando ves que recae una y otra vez, te hundes; pero si quieres que salga, tienes que luchar con ella", dice.
Algunos padres tienen dificultades para comprender el proceso. Piensan que son "tonter¨ªas de la edad" y culpan a esas fantas¨ªas que obnubilan la mente de las chicas. Como en general se manejan peor en las cuestiones emocionales, a veces expresan su impotencia y su dolor con una crueldad de la que luego se duelen y arrepienten. "?Para qu¨¦ te voy a invitar a un solomillo?, ?para tirar 20 euros al v¨¢ter? Mejor te pides una hamburguesa, que es m¨¢s barata", le dijo su padre a Nora, una de las chicas que participa en el foro Cristales Rotos.
Lo que m¨¢s le afecta a Eva es ver a su madre llorando y sentirse culpable: "Culpable por esos d¨ªas en los que deseo no haber nacido, en los que me llamo monstruo, porque s¨¦ que mi vida no ser¨ªa tan asquerosa si mi f¨ªsico fuera diferente; esos momentos de desesperaci¨®n en que quieres acabar con todo y corres al ba?o, pero no para meter la cabeza en el inodoro, sino para sentarte en la taza y coger una cuchilla y pasarla por la mu?eca, hundir la hoja? y cuando ves brotar la sangre, el miedo te para y te dices: cobarde, no tienes valor?". Cuando recae se siente fatal, porque no quiere decepcionarla explic¨¢ndole que vuelve a mirarse el vientre sin poder evitar el deseo de romper el espejo o romperse a m¨ª misma.
"Cuando has ganado peso, ves las fotos de antes y a?oras que se te vean los huesos. Recuperas peso, pero la enfermedad est¨¢ ah¨ª. Vuelves a perder y cuando te notas el hueso, te pones contenta". Eva pesa ahora 45 kilos, pero tiene miedo porque no quiere adelgazar pero tampoco engordar. "Temo el asco que me produc¨ªa verme con 56 kilos, la verg¨¹enza que sent¨ªa al salir a la calle. El recuerdo obsesivo de lo mal que lo has pasado act¨²a como un im¨¢n que te vuelve a hundir en el pozo". Tres de las chicas que participaban en el foro est¨¢n muertas y ella se siente en filo de la navaja. Dice que algunas veces ha pensado en el suicidio: le ha dado asco de esa vida sin libertad, siempre atada al lavabo, siempre inclinada para vomitar. "Pero al final eres cobarde y lo dejas".
Una vez desencadenado el trastorno, adquiere la fuerza de un torbellino. A la distorsi¨®n del pensamiento -"no me va a querer nadie si estoy gorda"- le sigue una alteraci¨®n emocional y una distorsi¨®n de la percepci¨®n de la propia figura. Realmente, aun estando esquel¨¦ticas, se ven gordas. Su cerebro las enga?a. En una investigaci¨®n realizada en Estados Unidos se pidi¨® a las enfermas que se?alaran en un espejo el l¨ªmite de su silueta: todas la dibujaron m¨¢s ancha de lo que era. Recientes experimentos mediante SPECT (tomograf¨ªa procesada por emisi¨®n de fot¨®n ¨²nico) han mostrado que, cuando se miran al espejo, en las chicas anor¨¦xicas se activa una parte del cerebro distinta de la que se activa en las sanas.
Conforme avanza la enfermedad, el cuerpo va acusando sus estragos. Sin una buena nutrici¨®n, el calcio no se fija en los huesos, de modo que el primer efecto es la descalcificaci¨®n ¨®sea. Como la menstruaci¨®n implica p¨¦rdida de sangre, tambi¨¦n dejan de tener la regla. El organismo necesita energ¨ªa y, si no se le suministra, se adapta para gastar la m¨ªnima posible. Lo primero que hace es reducir la que destina a calentar el cuerpo, de ah¨ª los escalofr¨ªos. Esa manera de estar siempre encogidas, en un ovillo, es porque el cuerpo busca las posturas que mejor conservan el calor. Al final, el organismo lucha tanto que a algunas anor¨¦xicas les vuelve a salir lanugo, esa pelusilla que tienen los beb¨¦s para mantener el calor corporal. Vomitar cada d¨ªa tampoco sale gratis. El ¨¢cido corroe de tal modo los dientes que muchas enfermas acaban con dentadura postiza.
Si el proceso no se detiene y se invierte la espiral, el final puede resultar tr¨¢gico. Un metan¨¢lisis publicado en el American Journal of Psychiatry llega a la conclusi¨®n de que, en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, el pron¨®stico de la anorexia y la bulimia no ha cambiado. ?ste es el cuadro: un 47% de las enfermas se recuperan totalmente; entre un 20% y un 30% se recuperan lo suficiente para llevar una vida normal, pero no acaban de librarse de las obsesiones; el 20% restante se cronifica, y un 6% acaba muriendo, en la mayor¨ªa de los casos por suicidio. Incluso en los casos m¨¢s favorables, la recuperaci¨®n lleva a?os. "El problema es que la anorexia comienza cuando todav¨ªa son ni?as y se hacen adultas estando enfermas. Est¨¢n a caballo entre la psiquiatr¨ªa infantil y la del adulto, y eso es un problema en un tratamiento tan largo. La red asistencial no se ha adaptado a las necesidades de esta patolog¨ªa", sostiene Beato.
En los pa¨ªses anglosajones hay equipos y unidades espec¨ªficas, pero en Espa?a, en la mayor¨ªa de los casos, se tratan en las unidades de psiquiatr¨ªa de los hospitales, compartiendo espacio con la depresi¨®n mayor y la psicosis, algo que, seg¨²n Carmen Gonz¨¢lez, presidenta de Adaner, no favorece precisamente la recuperaci¨®n. "En Madrid s¨®lo tenemos una unidad espec¨ªfica en el hospital del Ni?o Jes¨²s, pero cuando la paciente cumple 18 a?os, ya no puede seguir. Las familias est¨¢n desesperadas. Muchas se resisten a ingresar a sus hijas en una unidad de psiquiatr¨ªa y una plaza en una cl¨ªnica privada puede costar entre 6.000 y 8.000 euros al mes", explica Carmen Gonz¨¢lez.
Una comisi¨®n creada en el Instituto Carlos III est¨¢ estudiando cu¨¢l es el modelo de atenci¨®n m¨¢s id¨®neo. Carmen Gonz¨¢lez defiende el de la unidad de Ciudad Real, que se ha convertido en un referente en Espa?a por el ¨¦xito del m¨¦todo terap¨¦utico que aplica. De 900 enfermas tratadas, s¨®lo una ha fallecido. "En muchos casos se aplican tratamientos conductuales, basados en la din¨¢mica premio / castigo como elemento de motivaci¨®n. Se dan beneficios asociados a la ganancia de peso. Ese m¨¦todo puede dar alg¨²n resultado en adolescentes, pero es muy poco apropiado para la edad adulta", seg¨²n explica Beato. La terapia que aplican ¨¦l y la psiquiatra Pilar Baos en Ciudad Real se basa en t¨¦cnicas motivacionales: "Muchos especialistas esperan que la motivaci¨®n venga del paciente, pero en nuestro enfoque la falta de motivaci¨®n es un s¨ªntoma m¨¢s de la enfermedad que hay que tratar".
Si en la base de la anorexia hay un problema de autoestima, uno de los objetivos ser¨¢ aumentarla. El problema es que se puede ganar peso en el tratamiento, pero ?c¨®mo ganar autoestima? "Lo que puede hacer que una enferma mejore es trabajar su autoeficiencia. La autoestima mejorar¨¢ cuando la paciente perciba que hay cambios. Y para ello hay que ayudarla a no confundir querer con poder, a valorar m¨¢s la intenci¨®n que los resultados y aceptar que la reca¨ªda no es un fracaso, sino una parte del proceso de recuperaci¨®n. Es importante que aprenda a cuidarse y a quererse a s¨ª misma". Para Beato, es fundamental "que la paciente se entienda, que pueda hablar de s¨ª misma, que se pueda perdonar. S¨®lo as¨ª podr¨¢ entender qu¨¦ le ha pasado. Y lo que ha pasado, muchas veces, es que dejar de comer ha sido su forma de superar otras carencias, de intentar mejorar su propia vida. Ha de entender que, aunque se equivoc¨® en la forma, lo que hac¨ªa era buscar la felicidad. El d¨ªa que empiezan a quererse, a perdonarse, empiezan a recuperarse".
Rosa Arjona no sabe qu¨¦ factores influyeron en el cambio, pero s¨ª tiene claro que hubo un punto de inflexi¨®n. Recuerda un d¨ªa que su marido, que ha luchado por ella lo indecible, la llev¨® a pasear y, como quien no quiere, acabaron en un merendero. "?Y si tomamos algo?", le sugiri¨®. Ella se sorprendi¨® pensando que si com¨ªa en medio de toda aquella gente, tal vez se sentir¨ªa menos culpable. Un pensamiento agradable. Un d¨ªa, al llegar a casa, le ocurri¨® algo ins¨®lito: le apeteci¨® un cola cao. "Me sent¨® fenomenal. Y hasta bostec¨¦". Por primera vez en muchos a?os se sinti¨® relajada, a gusto consigo misma. Empez¨® a apreciar los paseos al sol, a disfrutar de la casa nueva. Ganaba cinco kilos y los volv¨ªa a perder. Le daban el alta y volv¨ªa a ingresar, pero iba a mejor y empez¨® a tomar cuerpo la ilusi¨®n por tener un beb¨¦. A¨²n tuvo que esperar cinco a?os a que le volviera la regla, pero su hija Mar¨ªa es ahora la prueba de que se puede salir del t¨²nel.
Teniendo en cuenta la evoluci¨®n de los ¨²ltimos a?os, al reto de mejorar la asistencia se a?ade el de la prevenci¨®n. Tanto los psiquiatras y especialistas como las asociaciones de afectadas tienen muy claro d¨®nde se debe intervenir: en la moda y en la publicidad. "Es evidente que estamos ante un problema de nuestra cultura, porque tenemos al mismo tiempo una epidemia de sobrepeso y un aumento de los trastornos de la alimentaci¨®n", sostiene Fern¨¢ndez Aranda. "El modelo est¨¦tico de mujer que se propone es un modelo enfermo", a?ade Beato. "Es un modelo andr¨®gino en el que se rechaza de hecho la forma femenina. Ese modelo depende de los dise?adores de moda y lo difunde la industria del adelgazamiento. En un mundo en que la imagen es tan importante, el bombardeo publicitario que fomenta la delgadez extrema se convierte en un factor desencadenante de la anorexia". La presidenta de Adaner va m¨¢s lejos: "A muchos dise?adores s¨®lo les interesa el cuerpo de la mujer como percha; en realidad no quieren que se vea el cuerpo, lo que quieren que se vea es la prenda".
Luc¨ªa Cordeiro, gerente de la Asociaci¨®n de Creadores de Moda, rechaza de plano estos argumentos: "Del mismo modo que no se puede culpar al piloto Fernando Alonso de que la gente vaya por la carretera a 200 kil¨®metros por hora y se mate, tampoco se puede culpar a la moda de la anorexia. Estamos dispuestos a colaborar en lo que podamos, pero creemos, humilde y sinceramente, que la moda no tiene tanta influencia como para ser la gran causa de la anorexia. Hay otros factores que influyen m¨¢s, como la publicidad de cosm¨¦tica, cirug¨ªa est¨¦tica y productos para adelgazar". El acuerdo que han suscrito la Asociaci¨®n de Creadores de Moda, que preside el dise?ador vasco Modesto Lomba, y la Pasarela Cibeles "es un precedente que debe extenderse", seg¨²n Carmen Gonz¨¢lez. Despu¨¦s de a?os batallando en el terreno escurridizo de las tallas, se ha encontrado la f¨®rmula: no desfilar¨¢n modelos que tengan un ¨ªndice de masa corporal (el peso dividido por la talla al cuadrado) inferior a 18. La Comunidad de Madrid ha jugado un papel ejemplar al propiciar un acuerdo que ha levantado mucha expectaci¨®n. La alcaldesa de Mil¨¢n est¨¢ estudiando este precedente, y una de las especialistas m¨¢s reputadas del mundo, Janet Treasure, encabeza en el Reino Unido un escrito firmado por m¨¢s de 40 psiquiatras que reclaman medidas parecidas para las pasarelas de Londres. "La siguiente batalla ser¨¢ la de la publicidad, porque no es normal que tantas mujeres se sientan a disgusto con su imagen", concluye Carmen Gonz¨¢lez.
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