Xabier Lete
Tragedia, comedia tal vez. Tendemos a ver la vida como tragedia, o como comedia. Pocas veces como lo que es, un poco de tragedia por aqu¨ª y un poco de comedia por all¨¢. Ya lo dijo Marx, don Carlos, y es una de las pocas frases suyas que se recuerdan, que la historia se repite, unas veces como tragedia y otras como comedia. Todo depende, no s¨®lo del color del cristal con que se mira, sino desde el lugar desde el que se mira y se ve, del centro de gravedad. "Busco un centro de gravedad permanente/ que no var¨ªe lo que ahora pienso de la gente", cantaba Franco Battiato, que expres¨® con sus letras de forma hermosa, y un tanto surrealista, la postmodernidad que nos atrae y repele, que nos corroe y nos alimenta, con mayor exactitud que muchos fil¨®sofos, por cierto. Y no es dif¨ªcil; cualquier teor¨ªa, por trabajada y elaborada que est¨¦, queda desnuda, indefensa, pobre, ante una canci¨®n. No s¨®lo es cuesti¨®n de ritmo. La teor¨ªa es prosa; y la canci¨®n, verso. Hay teor¨ªas hermosas, y versos horribles; pero la m¨²sica es capaz de transformar desiertos en f¨¦rtiles jardines y vergeles en para¨ªsos. Toda realidad queda transformada por la m¨²sica; todo pasado es m¨¢s bello y hermoso. Ella agita el recuerdo, como el viento la bandera blanca de la rendici¨®n y de la nostalgia. "No concibo un mundo sin m¨²sica", afirm¨® Nietzche, y ten¨ªa raz¨®n. ?l pod¨ªa prescindir de las palabras, de la compa?¨ªa, de los recuerdos. Nadie puede prescindir de la m¨²sica.
Cualquier teor¨ªa, por elaborada que est¨¦, queda desnuda, pobre, ante una canci¨®n
Ya s¨¦ que la esperanza no tiene fama, ni buena ni mala, pero qu¨¦ le vamos a hacer
Todo o nada. Los valores de la tragedia. Tragedia personal, y social, de una sociedad que no encuentra acomodo en su propia realidad, y busca pasados m¨ªticos, futuros inciertos, mentiras con las que ir digiriendo el mal trago de saberse prescindibles, menos importantes de lo que se ha hecho creer y se ha cre¨ªdo. El mundo rueda y rueda y apenas somos algo en ese rodar, en esa circunvalaci¨®n; lo cual tampoco quiere decir que seamos nada, ni todo. El mundo no es infinito y el ser humano hace tiempo que sabe que es limitado, parcial y fragmentario. Y busca consuelo. A veces en la m¨²sica.
Xavier Lete. Hubo un tiempo en que se personaliz¨® en su voz, m¨¢s que el renacimiento de lo vasco, la idea de ese renacimiento. Fue un despertar, y no s¨®lo en sentido simb¨®lico. Alg¨²n d¨ªa alguien tendr¨¢ que estudiar (no lo digo en el sentido imperativo) el papel de la radio en todo aquello, en pueblos tan alejados de todos los puntos cardinales como los del profundo Urola, aislados como tribus ex¨®ticas, hermosos como son las tarjetas postales que se env¨ªan desde el extranjero, sin ir m¨¢s lejos. Despertarse con la voz de Lete, algo que hac¨ªamos muchos, es algo que no es f¨¢cil de olvidar, m¨¢s en esa etapa intermedia entre la infancia y algo que no se sabe qu¨¦ es, ni se vislumbra, con la conciencia de uno mismo extremadamente enaltecida, y no era para menos, entre el sentimiento y la raz¨®n, cuando el coraz¨®n late a gran velocidad, como un tren. No el difunto del Urola, sino el otro, aqu¨¦l con el que so?¨¢bamos y nos llevaba a otra parte, entre deseos sin fin y una realidad que parec¨ªa acabada siglos atr¨¢s. Quiz¨¢ fueran las voces de Lete, Imanol, Lertxundi, Valverde y Laboa las que nos reten¨ªan, moment¨¢neamente, las que nos dec¨ªan que nos qued¨¢ramos porque los tiempos estaban cambiando, las que nos llegaban desde una antig¨¹edad ininteligible y ancestral hacia nuestro presente, que era, asimismo, futuro derramado, como plata l¨ªquida.
Nos fuimos y volvimos. Nos fuimos con canciones rotundas, retazos de estribillos, en la cabeza, y volvimos con otras, con rimas diferentes, con otro idioma. Nos fuimos con Lete, Imanol, Lertxundi, Valverde y Laboa, y volvimos con Luis Pastor, Paco Ib¨¢?ez, Violeta Parra, Pablo Guerrero, Yupanqui... Nos fuimos y nunca supimos si volvimos o no. Todo fue fruto del azar, como que ahora estemos aqu¨ª y en este momento, y no en otra parte, en otra edad. Como que suene en la radio la canci¨®n que Lete dedic¨® a Xalbador, el poeta de Urepel. "Non hago, zer larretan". "?D¨®nde est¨¢s?". Hay que acordarse de todos aquellos que se fueron, muchos sin querer irse, aferr¨¢ndose a la vida, como el p¨¢jaro al aire. Se fueron algunos sin raz¨®n y otros por la fuerza de la sinraz¨®n. Volvieron al futuro del recuerdo: "oroitzapen den gerora".
Acaba de publicarse un libro de Xavier Lete titulado Abestitzak eta poema kantatuak. Canciones y poemas cantados. Se lee, lo leo, con el respeto que merece un artista, fiel a s¨ª, aun en tiempos de tragedia, que ha llenado un pasado, no s¨®lo de canciones, ni de letras, sino de esperanza. Ya s¨¦ que la esperanza no tiene fama, ni buena ni mala, qu¨¦ le vamos a hacer. Nos han vendido esperanza, como quien vende mantas en el rastro, o humo, que se va por las chimeneas o por el tubo de escape, a todo gas, a toda velocidad. Nos han vendido bellas palabras y todav¨ªa estamos, algunos, esperando el recibo. Se?al de optimismo, que todo no est¨¢ perdido, o quiz¨¢ todo lo est¨¦ ya.
Nada es igual. Lo sabemos. No es lo mismo el todo que la nada, ni la tragedia que la comedia; ni siquiera el drama es lo que era. Lo que antes nos afectaba, apenas nos inquieta. Lo que antes nos emocionaba, no nos interesa, en general. No somos aquellos que nos despert¨¢bamos con la radio con una canci¨®n. Nunca estamos quietos ni conformes. Interpretamos la vida, como interpretamos todos los signos. Damos vueltas y nunca encontramos el centro de gravedad. Pocas cosas han quedado indemnes, salvo las canciones que resuenan en la cabeza, porque forman parte, no s¨®lo de lo que somos, sino de lo que tambi¨¦n fuimos, aunque no lo sepamos. Terrible contradicci¨®n ¨¦sta, no querer aferrarse a nada (ni Dios, ni patria, ni lehendakari), pero estar atados sentimentalmente a letras, a sonidos, a cantantes que siguen emocionando, sin saber la raz¨®n concreta. ?Ser¨¢ que el coraz¨®n es un p¨¢jaro solitario, que anida o no seg¨²n la fuerza de sus alas?
Vuelan las canciones, y nosotros con ellas, en un acto irracional de libertad y, sobre todo, de dignidad.
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