Fortuna y virtud
El autor alaba la pol¨ªtica territorial de Zapatero y recuerda que el Gobierno del PP no fue capaz de afrontar las demandas de mayor autonom¨ªa de Catalu?a y Euskadi.
Hace unos meses el profesor Santos Juli¨¢ escrib¨ªa en las p¨¢ginas dominicales de EL PA?S, que "Zapatero pertenece a la primera generaci¨®n de pol¨ªticos que nunca se han dado una vuelta por los arrabales del sistema a la b¨²squeda de un punto de apoyo exterior desde el que levantar un nuevo mundo. Son pol¨ªticos constitutivamente reformistas desde su primera juventud (...). Para ellos, el sistema actual es todo el sistema posible".
?Qu¨¦ hay fuera de la pol¨ªtica?, ?d¨®nde est¨¢ ese punto de apoyo exterior que reivindicaba mi admirado Santos Juli¨¢ para cambiar el sistema? Para la tradici¨®n tecnocr¨¢tica, de izquierdas o de derechas, ese punto se sit¨²a en el conocimiento experto, en la ciencia. Para los fundamentalistas en la religi¨®n. Para los nacionalistas en la historia. Todos ellos tienen una verdad que est¨¢ por encima de la opini¨®n democr¨¢tica. Una democracia que, efectivamente, es para Rodr¨ªguez Zapatero todo el sistema posible.
Zapatero sac¨® adelante el 'Estatut' y el cielo no se ha ca¨ªdo sobre nuestras cabezas
Aznar lleg¨® al poder con el voto del PNV y al irse dej¨® en marcha el 'plan Ibarretxe'
La esperanza de que exista una idea te¨®rica de la que extraer deductivamente las respuestas precisas a cada circunstancia que se presente en la vida pol¨ªtica es tan vieja como fallida. Lo cierto es que los razonamientos pol¨ªticos terminan en una elecci¨®n. Finalmente, despu¨¦s de haber considerado racionalmente todas las posibilidades, el curso de la acci¨®n se elige, no se deduce. Al cabo, hay siempre un paso en la oscuridad, que exige fortuna adem¨¢s de virtud. Esa es la esencia de la libertad humana, y por ende de la pol¨ªtica.
Gobernar democr¨¢ticamente implica aceptar que el resultado es m¨¢s fruto del acuerdo entre muchos, siempre contingente, que de un plan necesario. Sin duda ese car¨¢cter contingente de la vida pol¨ªtica democr¨¢tica produce v¨¦rtigo. Y si gobernar democr¨¢ticamente siempre implica incertidumbre, cuando se gobierna una democracia en la que algunos de los actores principales no comparten la legitimidad de las reglas del juego, la incertidumbre es mayor a¨²n.
Comprendo que le puedan desagradar las contingencias de algunos procesos. Pero es injusto que Santos Juli¨¢ atribuya el car¨¢cter imprevisible de la pol¨ªtica a la ausencia de un cuerpo de discurso de Rodr¨ªguez Zapatero. Y m¨¢s injusto a¨²n es acusarlo de tener un pensamiento d¨¦bil. Acusaci¨®n en la que no le va a la zaga el profesor Antonio Elorza que, en un art¨ªculo reciente, ven¨ªa a atribuir la fuente de todos los problemas a la "insuperable ligereza de entendimiento" del Presidente Rodr¨ªguez Zapatero.
Cuando el se?or Moreno, director de EL PA?S, habla de la p¨¦sima gesti¨®n del proceso de reordenaci¨®n territorial que ha hecho el presidente Rodr¨ªguez Zapatero, usa precisamente el t¨¦rmino gesti¨®n. Y esa palabra, asociada a la pol¨ªtica, pertenece m¨¢s a una tradici¨®n m¨¢s cercana al pensamiento autoritario de Plat¨®n que al republicano del Maquiavelo de los Discorsi. Si el proceso de reordenaci¨®n territorial se estudia como un problema gerencial de distribuci¨®n racional de competencias, nos estamos perdiendo la realidad. La realidad es que la reordenaci¨®n territorial es un proceso pol¨ªtico que expresa el conflicto entre distintas fuerzas que, adem¨¢s, van cambiando sus posiciones. ?Cu¨¢l es la coherente l¨ªnea de acci¨®n que est¨¢ teniendo Rajoy respecto a las reformas estatutarias de las comunidades que gobierna su partido?
En ese sentido, es notable la injusta acusaci¨®n de quienes sostienen que si no sab¨ªamos d¨®nde ¨ªbamos a ir, ?para qu¨¦ iniciamos el camino? Como si el camino lo hubi¨¦ramos iniciado nosotros. Como si estuvi¨¦ramos en el momento inicial del proceso auton¨®mico, cuando todo qued¨® abierto. Como si ahora no hubiera nuevos y poderosos actores como son las comunidades aut¨®nomas. Como si no se sentaran en el Parlamento diputados nacionalistas e independentistas y diputados que siguen sin estar de acuerdo con el Estado de las Autonom¨ªas. Como si pudi¨¦ramos hacer t¨¢bula rasa de la historia auton¨®mica de los ¨²ltimos 25 a?os y planear todo de nuevo desde la racionalidad pura y desinteresada.
Zapatero se encontr¨® con un plan Ibarretxe, del que ya nadie se acuerda, pero que conmocion¨® a la sociedad espa?ola. Se encontr¨® con una fuerte demanda catalana de una reforma estatutaria, y con otras cuantas reformas que ya estaban comprometidas en los programas de gobierno de varias autonom¨ªas. Ciertamente pudo hacer como Aznar, ese brillante estadista. Pero no pareci¨® prudente. Cuando Aznar lleg¨® al poder tuvo el voto de investidura del PNV, y cuando se fue nos dej¨® en marcha el plan Ibarretxe. Cuando lleg¨® Aznar, ERC ten¨ªa un diputado, y cuando se fue ten¨ªa ocho. Cuando lleg¨® ten¨ªamos un problema de terrorismo, y cuando se fue ten¨ªamos dos problemas de terrorismo y un problema territorial. Debe ser ese el modo pol¨ªticamente correcto de tratar a los adversarios pol¨ªticos, dejarlos m¨¢s fuertes cuando te vas que cuando los encontraste.
Despu¨¦s de dos a?os y medio, Zapatero ha reconducido la relaci¨®n con el PNV y ha sacado adelante el Estatuto de autonom¨ªa de Catalu?a, y el cielo no ha ca¨ªdo sobre nuestras cabezas. Y s¨ª, probablemente Rodr¨ªguez Zapatero cometiera un error: no hacer hincapi¨¦ en el ¨¦xito en la adecuaci¨®n del Estatuto a la Constituci¨®n. Y eso por no encarecer el acuerdo con las fuerzas nacionalistas d¨¢ndose satisfacciones ret¨®ricas, de esas a las que la derecha nos tiene tan acostumbrados. Como consecuencia de esa actitud tenemos un Estatuto constitucional y algunos intelectuales confundidos. Por ejemplo, cuando pontifican sobre los efectos del Estatuto catal¨¢n, sobre la unidad de Espa?a. Confundiendo el reconocimiento de una bilateralidad que viene siendo pr¨¢ctica habitual entre los Gobiernos auton¨®micos y central, con una bilateralidad vinculante que fuese el portillo por el que se colase una articulaci¨®n confederal del Estado. Nunca me atrever¨ªa a poner en cuesti¨®n la capacidad de entendimiento del profesor Elorza, pero su discurso tiene m¨¢s que ver con la excesiva exposici¨®n a las ret¨®ricas del nacionalismo espa?ol y del nacionalismo perif¨¦rico, que con la lectura atenta del Estatuto que aprobamos en las Cortes.
A estas alturas del proceso, ya son reconocibles los rasgos objetivos de un nuevo modelo de desarrollo del Estado Auton¨®mico, que va a permitir a los ciudadanos identificar mejor las responsabilidades de los diferentes poderes p¨²blicos. Un Estado Auton¨®mico que ha producido mucha m¨¢s igualdad territorial en Espa?a que el viejo e ineficaz Estado unitario que algunos todav¨ªa parecen a?orar.
Me parece muy bien que el se?or Elorza piense que los nacionalistas no tienen raz¨®n. Yo tambi¨¦n lo creo, soy socialista. Pero cuando cierro los ojos en el hemiciclo y los abro, los nacionalistas no desaparecen, tampoco los diputados de la derecha, curiosa obstinaci¨®n de la realidad. Est¨¢n ah¨ª, y tambi¨¦n a ellos los han votado varios millones de ciudadanos. Y tienen derecho a defender lo que propugnan, y yo defiendo ese derecho aunque no me guste lo que dicen. Seguro que ellos piensan lo mismo de mis ideas. Pero tenemos que vivir, y eso exige incoherencias que no caben en las limpias teor¨ªas del pensamiento impecable.
Vivir. Eso quer¨ªan hacer millones de personas en Irak cuando algunos pol¨ªticos, al parecer menos leves que Zapatero, decidieron seguir los consejos de ciertos intelectuales impecables de la derecha. Los implacables defensores de la democracia y los derechos humanos decidieron que la paz que viv¨ªa el pueblo iraqu¨ª no era una paz verdadera. Que sin libertad, sin democracia, sin derechos humanos, bajo una religi¨®n fundamentalista, no hay verdadera paz. Cientos de miles de muertos m¨¢s tarde, estos libertadores impecables e implacables no han cambiado de opini¨®n. No es raro que la idea de la Alianza de Civilizaciones les resulte intelectualmente intolerable.
Con los mismos argumentos, la derecha exige la interrupci¨®n del proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco. Con argumentos impecables, los mismos que llamaron a ETA Movimiento de Liberaci¨®n, los mismos que rebajaron penas, acercaron presos, dialogaron y negociaron, los mismos que hablaron de una paz sin vencedores ni vencidos, dicen ahora que s¨®lo cabe la aniquilaci¨®n de los asesinos. La paz dialogada les parece demasiado cara. Debe resultarles m¨¢s barato intentarlo de otro modo.
Frente al Zapatero virtual que construyen sus adversarios para atacarlo c¨®modamente, hay un pol¨ªtico patriota que ofreci¨® un pacto antiterrorista a un partido que nunca tuvo reparos en usar el terrorismo como un arma electoral. Que se mantuvo leal a ese pacto, aceptando un no siempre c¨®modo liderazgo de la derecha en la lucha contra el terrorismo, y guard¨¢ndose de exponer p¨²blicamente sus discrepancias. Casan mal todos estos datos de la realidad con la imagen que cada d¨ªa propala la derecha sobre ¨¦l, la imagen de una persona irresponsable y decidida a destruir el pa¨ªs (y el mundo). Lo irresponsable es acusarlo de ingenuidad por haber pactado con un partido tan desleal. Extra?o e irreconocible el pa¨ªs que castiga la decencia.
No deja de ser curiosa la compasi¨®n que sus cr¨ªticos muestran por los adversarios de Zapatero en comparaci¨®n con la dureza con la que se emplean contra el l¨ªder socialista. Rafael del ?guila ha hablado de la implacabilidad de los intelectuales impecables. Contrasta el implacable juicio del impecable profesor Elorza sobre la voluntad de destrucci¨®n del adversario que tiene Zapatero, con la trayectoria real del pol¨ªtico que integr¨® a sus adversarios internos y que ha demostrado siempre una extraordinaria contenci¨®n a la hora de calificar a sus adversarios externos. Incluso cuando le han dedicado lindezas como la de ser un traidor a los muertos del terrorismo. Para un intelectual de izquierdas deber¨ªan pesar tambi¨¦n en el juicio sobre el presidente sus logros en pol¨ªtica social, en materia de derechos y libertades, de igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y las apreciables mejoras de la calidad de nuestra democracia.
Jos¨¦ Andr¨¦s Torres Mora es diputado y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE.
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