Bieito sacude Basilea con una surrealista versi¨®n de 'Don Carlo'
El director turba, emociona e irrita al p¨²blico con la ¨®pera de Verdi
Se cuenta en Suiza que los ciudadanos de Basilea s¨®lo r¨ªen tres veces al a?o, y las tres en ¨¦poca de carnaval. Calixto Bieito logr¨® anteanoche en el estreno de su versi¨®n esc¨¦nica de la ¨®pera de Verdi Don Carlo a?adir un d¨ªa m¨¢s a este particular c¨®mputo de sonrisas de la severa ciudad protestante. Pero el director de escena espa?ol no s¨®lo consigui¨® hacerles re¨ªr, tambi¨¦n logr¨® sorprenderlos, turbarlos, conmoverlos, emocionarlos y, c¨®mo no, irritarlos -"Mierda", "Esto es demasiado" y "Ya basta", bramaron algunos espectadores-. Una sacudida de emociones para una de las ¨®peras m¨¢s ricas en personajes de Verdi y tambi¨¦n de las que m¨¢s se prestan, por el trasfondo pol¨ªtico y religioso de su trama, a ser reinterpretada. Bieito lo hizo. Y llev¨® las rom¨¢nticas intrigas de la corte del rey Felipe II, las desdichas del infante Don Carlos y la implacable crueldad de la Inquisici¨®n, imaginadas por Schiller en 1787 y musicadas por Verdi en 1867, a la Espa?a de los ¨²ltimos 30 a?os en una brillante, excesiva, trepidante y surrealista versi¨®n que mereci¨® la calurosa aprobaci¨®n, con puntuales abucheos, del austero p¨²blico de la ?pera de Basilea.
La ¨®pera se convierte en una sucesi¨®n de retazos de la reciente historia de Espa?a
Espa?a. Estaci¨®n Felipe II. Un joven estudiante con mochila (Don Carlo) deambula por los andenes. Un ¨¢ngel negro (el oscuro brazo ejecutor del poder) le sacude por la espalda con su espada. El joven pierde el sentido y cae al suelo. Un militar, vestido de campa?a, le arresta, le rapa el pelo y le encierra en una jaula. La ¨®pera de Verdi empieza, su m¨²sica, el libreto con una historia que transcurre en la segunda mitad del siglo XVI, est¨¢n ah¨ª, pero Bieito lleva la trama al sue?o, casi siempre pesadilla, del enjaulado Don Carlo.
Un sue?o por el que transitan las im¨¢genes, n¨ªtidas en unos casos y en otros como breves flases, de la reciente historia de Espa?a, que, curiosamente, y con el libreto en la mano, funciona sin apenas chirriar. Las cuatro horas que dura la ¨®pera se convierten en una sucesi¨®n no lineal de retazos de nuestra reciente historia pol¨ªtica y social: de la transici¨®n pol¨ªtica a los atentados del 11-M; del asalto de Tejero al Congreso de los Diputados a las v¨ªctimas del poder; de la c¨¦lebre cuchara que doblaba el mentalista Uri Geller al sensacionalista programa de testimonios El diario de Patricia; de la Virgen del Roc¨ªo a La teta y la luna, de Bigas Luna. Todo en una fren¨¦tica sucesi¨®n que cont¨® con la total complicidad y entrega del director de orquesta -el h¨²ngaro Bal¨¢zs Kocs¨¢r- y de todos los cantantes -Keith Ikaia-Purdy (Don Carlos), Mardy Byers (Isabel de Valois), Stefan Koc¨¢n (Felipe II), Leandra Overmann (princesa de ?boli), Marian Pop (Marqu¨¦s de Posa) y Allan Evans (Gran Inquisidor), convertidos tambi¨¦n en esta versi¨®n tambi¨¦n en meritorios actores.
Consigue h¨¢bilmente Bieito llevar a buen puerto este desbocado sue?o de Don Carlo, lleno de ternura y crueldad, de pasi¨®n y desenga?o, de intrigas y complicidades, de integrismo y de apenas nula tolerancia.
Un mundo sin esperanza
"Es la Espa?a que yo conozco", argumenta Bieito para explicar su puesta en escena de Don Carlo. Una versi¨®n en la que la v¨ªctima (Don Carlos), del que los curas abusan en la escuela y al que el mism¨ªsimo Jes¨²s con corona de espinas y sudario castiga a copiar en la pizarra que s¨®lo Dios es grande, acaba convertido en un terrorista que, al final de ¨®pera, hace estallar dos bombas en la estaci¨®n que lleva el nombre de su padre (11-M), al que odia y contra el que se ha rebelado.
El rey Felipe II, que maquillaje y peluquer¨ªa convierten en un sosias de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, tiene el dedo suelto y dispara su pistola al aire en p¨²blico (Tejero), cultiva un jard¨ªn de bons¨¢is (Felipe Gonz¨¢lez) en el que est¨¢n enterrados cad¨¢veres pol¨ªticos, maltrata a la reina, la viola y se desahoga con su amante, la princesa de ?boli, practicando perversiones sexuales.
La reina es una Virgen vestida de blanco, con el ni?o en una mano y el mundo en la otra, a la que el pueblo zarandea con cari?o como a la Virgen del Roc¨ªo, pero a la que su marido y ?boli martirizan. Finalmente, estalla y le arranca el ojo a ?boli se lo come y acaba como terrorista colocando bombas en la estaci¨®n e incitando a Don Carlo a inmolarse como hombre bomba. Y la princesa de ?boli explota a la familia real al completo llev¨¢ndose a su reality show televisivo donde airean en p¨²blico sus conflictos personales.
En definitiva, un mundo negro el que Bieito dibuja, tan oscuro que apenas si es posible hallar un hilo de esperanza.
Babelia
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