M¨¦xico: la dif¨ªcil modernidad
Para un pa¨ªs, ser a la vez premoderno, moderno, antimoderno y postmoderno puede suponer ciertas ventajas, como saben quienes aprecian el mosaico cultural de M¨¦xico. Pero hay ¨¢mbitos de la vida mexicana donde la contig¨¹idad entre los diversos tiempos no s¨®lo es dif¨ªcil sino explosiva. Uno de ellos es la pol¨ªtica. El pasado 20 de noviembre (aniversario de la Revoluci¨®n Mexicana de 1910, que dur¨® 10 a?os y cost¨® cerca de un mill¨®n de vidas), la pol¨ªtica moderna fue acallada una vez m¨¢s por una alianza entre lo premoderno y lo antimoderno, en una nueva escenificaci¨®n postmoderna de newspeak orwelliano, fascismo tropical y Serm¨®n de la Monta?a: en su papel de redentor de los pobres y salvaguarda de la democracia, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador congreg¨® a sus fieles para ser ungido como "presidente leg¨ªtimo" de M¨¦xico.
?Qu¨¦ consecuencias tendr¨¢ el acto sacramental? Aunque ha perdido fuerza y prestigio (uno de cada cinco ciudadanos rechaza sus actos), L¨®pez Obrador domina a¨²n varias organizaciones premodernas. Son las bases clientelares que, con manifestaciones y plantones, paralizaron hace unos meses una zona neur¨¢lgica de la capital: sindicatos de instituciones p¨²blicas, comerciantes y taxistas informales. Estas organizaciones se mezclan con centenares de grupos radicales -la militancia antimoderna, de corte fascista-, que no constituyen propiamente una guerrilla, pero s¨ª representan una especie de "revoluci¨®n blanda", una agresiva movilizaci¨®n de contingentes que no s¨®lo acosar¨¢ al presidente Calder¨®n y a su gabinete, sino que se propondr¨¢ desquiciar la vida normal de los habitantes en zonas sensibles del pa¨ªs, todo en nombre de una supuesta "resistencia pac¨ªfica" contra la llamada "usurpaci¨®n".
Toda revoluci¨®n, dura o blanda, es enemiga de la vida democr¨¢tica. Por eso, aun las urgent¨ªsimas reformas modernizadoras que eventualmente se aprueben en el Congreso podr¨ªan volverse letra muerta. Los radicales que encabeza L¨®pez Obrador podr¨ªan boicotearlas usando el derecho de manifestaci¨®n como un arma para presionar: ocupando las calles, las universidades o las estaciones de radio, desquiciando el tr¨¢nsito, impidiendo a los ni?os acudir a la escuela o coartando de varias formas la actividad econ¨®mica. Esto es, precisamente, lo que ha ocurrido estos meses en Oaxaca.
Ante el atropello contra el orden legal, agotados los recursos de disuasi¨®n y di¨¢logo, quedar¨ªa el uso leg¨ªtimo de la fuerza p¨²blica, recurso habitual en pa¨ªses democr¨¢ticos, pero -punto delicad¨ªsimo, debido al trauma del 68- en M¨¦xico la opini¨®n p¨²blica ha sido reacia a cualquier empleo de la fuerza. Frente a aquellas t¨¢cticas, el Gobierno no tiene opciones: si no encara la contingencia es "d¨¦bil"; si la encara, aunque sea con chorros de agua o gases lacrim¨®genos, es "fascista"; y si en el enfrentamiento, desgraciadamente, hay heridos o muertos, la rebeli¨®n puede crecer hasta l¨ªmites imprevisibles. En este marco, el objetivo protorrevolucionario de L¨®pez Obrador -que concibe la pol¨ªtica como una movilizaci¨®n permanente- ser¨¢ inducir al Gobierno entrante a cometer un error, y montarse en eso para empujar las cosas al extremo de la ingobernabilidad. Es improbable que lo logre, pero no es imposible.
Parte de la soluci¨®n a esta circunstancia delicada est¨¢ en manos de Felipe Calder¨®n. El problema que enfrenta es real: tal vez un 20% del padr¨®n duda, de buena fe, que las elecciones hayan sido limpias. Y no est¨¢ claro c¨®mo desmontar el mito, porque se asienta en el terreno de la fe. Pero si Calder¨®n resulta ser el l¨ªder que Fox no pudo ni quiso ser (estaba m¨¢s preocupado por su popularidad que por las decisiones de gobierno), podr¨¢ ir resolviendo con seriedad, firmeza y claridad el agravio fabricado contra ¨¦l. Adicionalmente, necesita rodearse de un gabinete eficaz, que tome medidas inmediatas en los ¨¢mbitos m¨¢s sensibles (seguridad, empleo, Estado de derecho, corrupci¨®n). Pero por m¨¢s exitoso que pudiera ser el arranque de su gesti¨®n, estoy persuadido de que la concordia modernizadora que M¨¦xico necesita no depende s¨®lo de ¨¦l.
Hay varios protagonistas pol¨ªticos que no est¨¢n a la altura de los tiempos: cacicazgos residuales del PRI (torvos, como el oaxaque?o); sindicatos corruptos; empresas monop¨®licas; medios sin clara responsabilidad social; universidades sin autocr¨ªtica; burocracias improductivas; intelectuales cortesanos. Sin embargo, en la coyuntura actual, creo que la responsabilidad mayor le corresponde a la izquierda, sobre todo a la ligada al PRD en el gobierno del Distrito Federal y en varios Estados, a sus diputados y senadores en el Congreso, adem¨¢s de una multitud de periodistas, acad¨¦micos e intelectuales simpatizantes de ese partido. La receta es obvia: tendr¨ªan que apartarse del caudillo, reprobar sin ambages los m¨¦todos de la "revoluci¨®n blanda" y recorrer su plataforma ideol¨®gica hacia la socialdemocracia europea y la democracia liberal. Ni culto a la personalidad, ni culto a la revoluci¨®n, ni culto al dogma.
Todos conocemos los precedentes de esa transformaci¨®n. Felipe Gonz¨¢lez renunci¨® al canon marxista, lo cual fue una condici¨®n necesaria para el formidable desarrollo que Espa?a ha alcanzado (y que, dicho sea de paso, parece olvidar en estos tiempos de crispaci¨®n). En Chile, el socialismo evolucion¨® -sin abandonar su preocupaci¨®n por la pobreza y desigualdad- hacia posiciones sociales y econ¨®micas modernas. Se trata de dos casos muy exitosos y opuestos al "socialismo del siglo XXI" que proponen Ch¨¢vez y Castro y que, en el fondo, es el mismo que mueve a los grupos radicales de M¨¦xico. Por otra parte, los procesos de maduraci¨®n en Espa?a y Chile sobrevinieron despu¨¦s de guerras civiles y dictaduras. Ser¨ªa una tragedia que M¨¦xico tuviera que pasar por ese infierno para que la izquierda abandonara sus m¨¦todos premodernos y sus pulsiones antimodernas y, finalmente, se modernizara. Por desgracia, esa modernizaci¨®n parece cada vez m¨¢s remota.
El espect¨¢culo postmoderno que tuvo lugar el 20 de noviembre en el Z¨®calo de la ciudad de M¨¦xico no es una broma. El "gobierno paralelo" de AMLO no es un gabinete de sombra, al estilo brit¨¢nico, en el cual los pol¨ªticos someten a escrutinio la gesti¨®n del partido en el poder. L¨®pez Obrador ha expresado con toda claridad que el poder le pertenece a ¨¦l solamente y por la voluntad del pueblo. Su objetivo es forzar la eventual dimisi¨®n de Calder¨®n y revivir ese viejo ritual de nuestro ca¨®tico siglo XIX: tomar el poder por aclamaci¨®n. La fecha "perfecta" podr¨ªa ser el 20 de noviembre de 2010, centenario de la Revoluci¨®n Mexicana.
El pr¨®ximo 1 de diciembre, los diputados y senadores del PRD escenificar¨¢n el cap¨ªtulo siguiente de su farsa: se lanzar¨¢n a la tribuna del Palacio Legislativo para impedir a toda costa la toma de posesi¨®n de Felipe Calder¨®n. Ellos lo vivir¨¢n como la Toma de la Bastilla, pero en su mayor¨ªa los ciudadanos mexicanos grabar¨¢n en la memoria, con verg¨¹enza, esas escenas, esas palabras, esos gestos; repudiar¨¢n la violencia inherente al lopezobradorismo, lamentar¨¢n la imagen grotesca que proyectar¨¢ M¨¦xico al mundo, y tendr¨¢n buen cuidado de no volver a entregar su voto a esa corriente pol¨ªtica y a su mesi¨¢nico caudillo. Pero ese desenlace no parece preocuparle a L¨®pez Obrador. Su proyecto -forzar su ascenso al poder- es otro.
Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.
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