Una nueva luz al final del t¨²nel
Si dura, el alto al fuego que anunciaron el pasado domingo Israel y Palestina ser¨¢ un primer paso. Tres pasos m¨¢s, al menos, tendr¨ªan que seguirle: la liberaci¨®n de los prisioneros, el establecimiento de un nuevo gobierno palestino que defienda la coexistencia con Israel m¨¢s que su destrucci¨®n y el comienzo de unas conversaciones de paz exhaustivas entre israel¨ªes y palestinos.
?Se dar¨¢n pronto el segundo, tercer y cuarto pasos? Todo depende de que el primero -el alto el fuego- sea duradero. Es posible que los palestinos hayan aprendido que bombardear las ciudades israel¨ªes no les acerca m¨¢s a la independencia, de la misma manera que los israel¨ªes han aprendido que las operaciones militares a gran escala no silencian a los palestinos. Hay razones para creer que la pol¨ªtica del Gobierno de Ham¨¢s ha alcanzado un punto muerto. S¨®lo ha servido para provocar el bloqueo por parte de Israel y de la comunidad internacional, una angustia constante y muchas v¨ªctimas innecesarias. Tambi¨¦n hay razones para creer que el Gobierno de Israel se ha dado cuenta de que no existen soluciones unilaterales y no le queda otra opci¨®n que intentar llegar a un acuerdo.
Fuerzas importantes, los fan¨¢ticos de ambos lados, contin¨²an echando le?a al fuego. Tildan cualquier acuerdo de derrotismo, de demostraci¨®n de debilidad. Los extremistas palestinos aspiran a seguir la lucha armada hasta acabar con el Estado de Israel; los extremistas israel¨ªes exigen que su Gobierno vuelva a conquistar la Franja de Gaza y que olvide para siempre la idea de renunciar a los territorios ocupados. El continuo ba?o de sangre israelo-palestino y la sensaci¨®n de que es un problema sin soluci¨®n han llevado a muchas fuerzas moderadas de ambas partes a perder la esperanza. La debilidad del primer ministro Ehud Olmert y del presidente Mahmoud Abbas aumenta su desesperaci¨®n.
Muchos defensores de la paz se sienten in¨²tiles y han ca¨ªdo en la apat¨ªa. Les parece que el fanatismo ha hundido en un mar de sangre toda posibilidad de paz. Pero lo ¨²nico que hacen esta sensaci¨®n de inutilidad y esta apat¨ªa es fortalecer a los extremistas de ambos lados. Hace s¨®lo unos a?os, las fuerzas pol¨ªticas defensoras de la paz ocuparon los espacios p¨²blicos de Israel y derrotaron primero al Gobierno de Yitzhak Shamir y m¨¢s tarde al de Binyamin Netanyahu. Abrieron la puerta al reconocimiento mutuo de las dos naciones. Las ¨²ltimas elecciones israel¨ªes de hace tan s¨®lo unos meses llevaron al poder a esas fuerzas pol¨ªticas defensoras de la paz, en un Gobierno de centro-izquierda cuyo programa fundamental era la retirada unilateral de Israel de la mayor¨ªa de los territorios ocupados.
Entonces, cuando el pasado verano Hezbol¨¢ atac¨® a Israel, este Gobierno de centro-izquierda se embarc¨® en una campa?a militar en L¨ªbano. Pero lo que debi¨® de haber sido una operaci¨®n breve, limitada y justificada se extendi¨® a una guerra larga y espantosa. Al final de la misma, el Gobierno de Olmert hab¨ªa perdido toda voluntad, excepto la de permanecer en el poder. Por su parte, el Gobierno minoritario de Ham¨¢s condujo a los palestinos a un extremismo beligerante y al completo rechazo del derecho a existir de Israel, posiciones semejantes a las que condujeron a Palestina a su gran cat¨¢strofe de 1948.
Pero bien podr¨ªa suceder que se hubiera producido un cambio en ambas partes. Las dos parecen haberse dado cuenta de que se encuentran en un callej¨®n sin salida. Las dos temen el c¨ªrculo vicioso en el que se encuentran atrapadas. Si el alto al fuego llega a durar realmente y si conduce a la liberaci¨®n de los prisioneros y al establecimiento de un Gobierno palestino pragm¨¢tico, nos encontrar¨ªamos en los albores de un nuevo principio.
No necesitamos una conferencia de paz internacional, ni tampoco un nuevo plan de paz dise?ado en Europa. Lo que necesitamos son negociaciones directas. ?Qu¨¦ hay que negociar? Desde luego no la llamada "convergencia", ese eufemismo empleado por Olmert para separarse unilateralmente de los palestinos y encerrarlos detr¨¢s de un muro. Ni tampoco una hudna o una tahadiya, las palabras ¨¢rabes que designan el armisticio o la tregua que sugieren los dirigentes palestinos. Lo que necesitamos es un acuerdo bilateral total, exhaustivo, que resuelva todos los aspectos de la guerra entre Israel y Palestina.
?Cu¨¢les ser¨¢n las condiciones de ese acuerdo? Ah¨ª, en realidad, reside toda la esperanza. Porque tanto los israel¨ªes como los palestinos saben en el fondo de su coraz¨®n c¨®mo ser¨¢ y c¨®mo no ser¨¢ ese acuerdo. Incluso sus detractores en ambos bandos saben en el fondo de su coraz¨®n qu¨¦ entrar¨¢ y qu¨¦ no entrar¨¢ en el acuerdo. Incluso quienes consideran en ambos lados que ser¨ªa una traici¨®n y un desastre saben en el fondo de su coraz¨®n que el acuerdo estipular¨¢ la existencia de dos Estados, Israel y Palestina, cuya frontera ser¨¢ la establecida antes de 1967, con revisiones conjuntamente acordadas. Y que habr¨¢ dos capitales en Jerusal¨¦n. Y que no habr¨¢ "derecho de retorno" para los palestinos, de la misma manera que ser¨¢n evacuados la mayor parte de los asentamientos israel¨ªes.
Las dos naciones saben todo esto. ?Y les hace felices saberlo? Claro que no. ?Bailar¨¢n en la calle israel¨ªes y palestinos el d¨ªa en que entre en vigor ese acuerdo? Claro que no. Estamos hablando de un acuerdo doloroso, un acuerdo que ambas partes tendr¨¢n que aceptar con los dientes apretados. Pero la buena noticia es que las dos naciones ya saben que ese acuerdo les aguarda al final del camino.
?Cu¨¢nto m¨¢s tiempo, sufrimiento y sangre derramada ser¨¢n necesarios para que los dirigentes de Israel y Palestina lleguen al punto al que ya han llegado, no sin una gran congoja, sus pueblos? El alto al fuego del domingo, si se mantiene, podr¨ªa ser el primer resplandor al final de una larga oscuridad.
Amos Oz es escritor israel¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.