Condenado por prevaricador
Corren tiempos en los que el delito de prevaricaci¨®n va asociado al urbanismo y apenas si es ya noticia, por su abundancia, que un concejal, alcalde o cargos de m¨¢s tron¨ªo sean condenados por una trapacer¨ªa de ¨¦ste g¨¦nero. Muy otra cosa es, en cambio, que lo sean por haber amparado la contaminaci¨®n ac¨²stica, el vulgar ruido, esa otra degradaci¨®n que atormenta a muchos vecindarios sin que las autoridades revelen por lo general otra cosa que su complicidad o impotencia ante un fen¨®meno que, como pocos, es un triste exponente de nuestro grado de desarrollo y civismo. Los legisladores y jueces, por su parte y en este cap¨ªtulo, tampoco es que hayan demostrado por ahora m¨¢s sensibilidad, hasta el punto de hacernos sospechar que casi todos arrostran problemas auditivos o viven en un mundo insonorizado.
De ah¨ª el j¨²bilo con que debamos recibir la sentencia del Tribunal Supremo mediante la que se condena en firme por prevaricaci¨®n al alcalde popular de Villa-real. Casi lo de menos es la pena de a?o y medio de prisi¨®n y ocho de inhabilitaci¨®n para el desempe?o de cargos p¨²blicos que se ha fallado por haberse llamado a andana ante las reiteradas denuncias de unos vecinos agredidos desde 1991 por los ruidos de una industria. A nosotros nos parece una resoluci¨®n benigna contra el criterio partidista de quien la considera "desproporcionada". Hay que ponerse en el lugar de esos denunciantes, torturados a?o tras a?o debido a una ilegalidad encubierta por quien, como edil presuntamente imparcial, habr¨ªa de enmendarla despu¨¦s de una f¨¢cil verificaci¨®n.
En cambio, les ha obligado a pleitear con el afortunado y raro desenlace anotado, pues no hay mucha jurisprudencia al respecto en este pa¨ªs, e incluso buena parte de la que hay no anima a meterse en fandangos legales. Por lo general, las v¨ªctimas de esta agresi¨®n ambiental se resignan, se blindan como pueden, asumen la neurosis o -si pueden- se largan con su derrota a otra parte. Y ello a pesar de la abundante legislaci¨®n al respecto desde la ley auton¨®mica de Actividades Calificadas 1988, las advertencias de severas multas y otras medidas contra las emisiones de ruidos de toda laya. Mera farfolla. Hoy por hoy, en el contencioso entre los sufridos vecinos y los agentes contaminantes llevan ¨¦stos las de ganar si no se tiene arrestos y dinero para agotar los recursos, como es el caso que glosamos, o incluso apelar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como dos a?os atr¨¢s lo fue el de una residente del entorno de la plaza X¨²quer, de Valencia, agobiada por los pubs de la zona o sus clientes, y despu¨¦s de haber transitado todo el calvario procesal en Espa?a.
Quiz¨¢ estemos tan solo ante una victoria p¨ªrrica, pero sin duda alentadora para cuantos desean formas de vida respetuosas con la intimidad y parangonables con las sociedades m¨¢s civilizadas en las que el ruido se sanciona, adem¨¢s de constituir una muestra de incultura. Por desgracia, el PP valenciano no parece que est¨¦ por la labor, a la vista del movimiento de solidaridad que se ha suscitado en torno al mun¨ªcipe aludido y condenado. Ya comprendemos que se trata de un gesto partidario, pues el reo es de su cuerda, pero ni aquel resulta edificante ni ¨¦ste ejemplar, por m¨¢s que se le haya descrito como "persona ¨ªntegra y cristalina". As¨ª ser¨¢ a juicio del presidente de la Diputaci¨®n de Castell¨®n, Carlos Fabra, pero la sentencia es firme y la prevaricaci¨®n ha sido dilatada.
M¨¢s imprudente a este respecto ha sido a nuestro entender Alfonso Rus, otro presidente provincial, pero del PP de Valencia. Este incluso ha cuestionado la imparcialidad del magistrado ponente que ha enviado a chirona -sin llegar a entrar en ella- a su compa?ero de filas, con lo cual no hace otra cosa que seguir el argumentario del partido que aparentemente alecciona para darle ca?a a los jueces debido a la cantidad de empapelados de esta filiaci¨®n que esperan ser juzgados. De momento, y por prevaricar, ya ha sido condenado uno de ellos, lo que se ha traducido en renovadas reticencias o descarados ataques al poder judicial. Cruces nos haremos cuando empiecen a calentar banquillo los presuntos prevaricadores y cofrades de esa otra contaminaci¨®n no menos ruidosa que es la urban¨ªstica.
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