Faltos de cobijo y de contacto
Hay ocasiones en las que resulta necesario hacer cosas para las que, sin embargo, es mejor no tener ning¨²n tipo de afici¨®n ni de inclinaci¨®n particular. Por ejemplo, el famoso v¨ªdeo del Partido Socialista recordando cu¨¢l fue la posici¨®n del PP durante la anterior tregua etarra. Es l¨®gico que el PSOE se niegue a recibir en silencio los desaforados ataques del PP contra todo lo que suponga un final dialogado de la violencia, sobre todo cuando sabe que est¨¢n atropellando la historia y que lo puede demostrar, incluso con im¨¢genes. Es posible tambi¨¦n que las modernas t¨¦cnicas de marketing sean ya instrumentos imprescindibles en la lucha pol¨ªtica y que el lenguaje de los v¨ªdeos (la ¨²nica respuesta a un v¨ªdeo es otro) sea ya ineludible.
Pero ser¨ªa de agradecer que no se demuestre demasiada devoci¨®n por estos m¨¦todos, que no se les tome afici¨®n, y que no se crea que son un veh¨ªculo ¨²til de debate pol¨ªtico. Son, por lo que se ve, un instrumento provechoso en batallas brutales de imagen, en enfrentamientos como los que protagonizan ahora PSOE y PP, pero dif¨ªcilmente pueden ayudar a mejorar la calidad de la democracia o aportar argumentos y razones en defensa de las posiciones propias.
Quiz¨¢s el v¨ªdeo ayude a afianzar la convicci¨®n de los ciudadanos m¨¢s moderados, partidarios siempre, entonces y ahora, de que los Gobiernos exploren las v¨ªas de di¨¢logo que permitan acabar con el terrorismo. Desde luego, dif¨ªcilmente convencer¨¢ al sector del PP que est¨¢ jugando a aumentar y a enraizar los prejuicios en todo este asunto, con tanta rabia que, a veces, da miedo. Lo daba, por ejemplo, el odio que destilaron algunas de las declaraciones de los asistentes a la manifestaci¨®n del pasado s¨¢bado en Madrid, no precisamente de las aut¨¦nticas v¨ªctimas de ETA, mucho m¨¢s contenidas, sino de ciudadanos que aprovecharon ese dolor para exhibir su propia inquina contra el Gobierno socialista. Quiz¨¢s ese odio s¨®lo se pueda curar con una nueva derrota electoral, aunque ya dec¨ªa Einstein que es m¨¢s f¨¢cil desintegrar ¨¢tomos que prejuicios.
Es posible que el v¨ªdeo levante el ¨¢nimo de los ciudadanos moderados, pero es tambi¨¦n posible que esos ciudadanos est¨¦n necesitando algo m¨¢s. Por ejemplo, la comparecencia del presidente del Gobierno, o el ministro del Interior, en el Congreso para explicar qu¨¦ ha pasado, por qu¨¦ se ha paralizado el proceso, si es que est¨¢ paralizado, y cu¨¢les son, o siguen siendo, las coordenadas en las que se mueve Rodr¨ªguez Zapatero.
Nadie pretende que los procesos de negociaci¨®n se radien; nadie est¨¢ preguntando d¨®nde se re¨²nen los negociadores; nadie solicita la transcripci¨®n de los tanteos, charlas o conversaciones entre unos y otros. Pero una cosa es mantener la discreci¨®n y otra dejar a los ciudadanos faltos de cobijo, de comunicaci¨®n y de contacto. La realidad es que, lo quiera o no el Gobierno, se est¨¢ hablando continuamente del proceso de paz y que el PSOE no es capaz de impedir que los populares le arrastren una y otra vez a ese terreno, con todo tipo de provocaciones. Quiz¨¢s sea el momento de hacer frente a ese problema, y al consiguiente desconcierto de los ciudadanos, con una declaraci¨®n ante el Parlamento que permita introducir un poco de serenidad informada.
?Acaso el Gobierno espera, como dice Josu Jon Imaz, a saber si los etarras aceptan o no abandonar su papel como tutores de los acuerdos pol¨ªticos? Aunque as¨ª fuera, el Gobierno no necesita esperar a saber lo que decide ETA para volver a conectar con los ciudadanos. (?Cu¨¢nto tiempo ser¨ªa necesario? ?varias semanas, meses?). Nadie espera que d¨¦ soluciones ("No conozco f¨®rmulas sencillas para resolver problemas complejos", dijo el mismo conde de Romanones con cuyo retrato tropez¨® Mariano Rajoy el otro d¨ªa). Pero s¨ª, que d¨¦ seguridades respecto a su propia hoja de ruta. Se trata de que los ciudadanos "visualicemos" en qu¨¦ momento estamos, y no a trav¨¦s de un v¨ªdeo, sino de una comparecencia parlamentaria. Y, de paso, se trata de obligar tambi¨¦n al PP a que deje claro, ante el Congreso, si su estrategia de no colaboraci¨®n con el Gobierno leg¨ªtimo de este pa¨ªs es, simplemente, una detestable estrategia electoral para su vuelta al poder. solg@elpais.es
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