Nuestro ex
En un acto popular en El Pardo, Aznar ha pedido solemnemente que lo dejen en paz. Lo pidi¨® como un J¨²piter enfadado y obtuvo una larga ovaci¨®n, por lo que se deduce que su estado de incomodidad, de falta de paz, no est¨¢ causada por los aplausos, besos y achuchones que le prodigan sus incondicionales, sino por las cr¨ªticas, pullas y reparos de aquellos que ¨¦l percibe como enemigos tambi¨¦n incondicionales. Natural. Uno quiere estar en paz con los amigos, y que lo dejen en paz los que lo importunan. Su posici¨®n podr¨ªa ser impecable: "Yo ya no mando, soy un ex presidente, soy un ciudadano m¨¢s, as¨ª que ahuequen el ala, que corra el aire, ag¨¹ita camar¨®n". La inmensa mayor¨ªa de la gente, simpatizante o no, lo entender¨ªa. Ir¨ªa el personaje entrando en esa estaci¨®n llamada olvido. La era virtual es la de la velocidad, tanto para alcanzar la celebridad como para descelebrarse. E incluso llegar¨ªa ese extra?o momento en que alguien lo confundiese quiz¨¢ con un poeta, al verlo ensimismado con el carrito de la compra. Y Aznar, en la libertad del ser an¨®nimo, podr¨ªa recurrir a la l¨ªrica para librarse del entrometido: "?Sabe usted lo qu¨¦ es el viento? Las orejas de un pelma en movimiento".
Ocurre que Aznar dej¨® formalmente el poder, pero no aquello que J¨¹nger llam¨® el "poder presencial". Desde que abandon¨® la Moncloa, ha ido ejerciendo por todo el orbe, y a la menor oportunidad, un cargo otorgado por la providencia: el de presidente de la ex Espa?a. Es dif¨ªcil encontrar hoy en el mundo un experto en apocal¨ªptica de su categor¨ªa. Ese discurso envenenado de una Espa?a balcanizada, de un Gobierno rendido a los terroristas, y la producci¨®n permanente de sospecha vagando insidiosa por montes, valles e instituciones. "Espa?a se hunde", proclama Aznar en el salvavidas del Titanic. Y cuando alg¨²n n¨¢ufrago pide explicaciones, ¨¦l amonesta: "?D¨¦jenme en paz!".
Hay formas y formas de ser ex sin ex ser. Al Gore no se muestra nada vengativo con Bush, quien le birl¨® la presidencia y de qu¨¦ forma. Incluso se permite el humor de recordar los chistes que Bush le dedicaba por su ecologismo: el candidato de los b¨²hos, etc¨¦tera. Al Gore lucha contra el calentamiento global. Aznar practica el calentamiento local.
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