"No tuve ninguna posibilidad de identificarme con los nazis"
Pese a sostener a¨²n hoy que "la vida de un fil¨®sofo es pobre en acontecimientos externos", J¨¹rgen Habermas, que cumpli¨® en junio pasado 77 a?os, lleva d¨¦cadas en la cresta de la ola, esta vez a cuento de una pol¨¦mica sumamente desagradable para ¨¦l: la acusaci¨®n de que se relacion¨® con el nazismo, insinuada en la autobiograf¨ªa del historiador Joachim Fest Yo, no. ?Un nuevo caso G¨¹nter Grass, afiliado a las Waffen SS a los 17 a?os? ?Acaso sirvi¨® Habermas a los 16 a?os en el Ej¨¦rcito alem¨¢n en la II Guerra Mundial, como hizo el papa Joseph Ratzinger, dos a?os mayor? El fil¨®sofo acaba de ganar el pleito que inici¨® contra Fest por difamaci¨®n, y despacha el asunto casi con displicencia, absolutamente tranquilo. Desde hace d¨¦cadas es una instancia moral universal, uno de los grandes fil¨®sofos modernos -un Hegel de este tiempo, se ha dicho-, lo que le trae y le lleva por el mundo, de tarde en tarde, desde su retiro en un lago de Baviera, dictando lecciones magistrales o presentando libros. En Espa?a acaban de publicarse su libro Entre naturalismo y religi¨®n (Paid¨®s), y otro que firma junto a Ratzinger, que recoge el debate que ambos tuvieron hace dos a?os en la Academia Cat¨®lica de Baviera sobre Dial¨¦ctica de la secularizaci¨®n. Entre la raz¨®n y la religi¨®n (Ediciones Encuentro).
"Lo peor de nuestro gravoso pasado es que un r¨¦gimen obviamente criminal como el nazi fuera respaldado durante tanto tiempo por tanta gente"
"En 1953 yo era estudiante y me sent¨ª enga?ado por Heidegger como profesor acad¨¦mico, porque negaba su corresponsabilidad en lo ocurrido en Alemania"
"Para m¨ª, es un enigma el por qu¨¦ G¨¹nter Grass no ha hablado antes sobre su afiliaci¨®n voluntaria a las Waffen SS"
Pregunta. No tengo m¨¢s remedio que preguntarle por el pleito que ha ganado al historiador Fest por difamaci¨®n. ?Qu¨¦ sensaciones tiene?
Respuesta. Dir¨¦ s¨®lo que el Tribunal Superior de Hamburgo ha prohibido a la editorial Rowohlt, a petici¨®n m¨ªa, la difusi¨®n del pasaje correspondiente por ser intencionadamente difamatorio.
P. En el primer cap¨ªtulo de su ¨²ltimo libro, hablando de la esfera p¨²blica pol¨ªtica y de sus ra¨ªces biogr¨¢ficas, usted adelanta una explicaci¨®n llamativa. Parece reducir su no relaci¨®n con el nazismo a una mera cuesti¨®n de edad. "Tuve la suerte de un nacimiento tard¨ªo", dice. Es como si Grass y Ratzinger despacharan sus respectivas circunstancias afirmando que tuvieron la desgracia de haber nacido antes de tiempo, dos a?os antes que usted. ?Tan sencillo como eso?
R. ?nicamente he mencionado la feliz circunstancia de que nosotros ¨¦ramos lo bastante mayores como para poder recordar a¨²n nuestra juventud bajo el r¨¦gimen nazi, pero demasiado j¨®venes como para poder hacernos culpables de los cr¨ªmenes de ese r¨¦gimen. Yo, personalmente, debido a mi handicap [tiene una nasalizaci¨®n distorsionada], no ten¨ªa adem¨¢s ninguna posibilidad de identificarme con la visi¨®n del mundo entonces dominante. Pero reflexiones de este tipo no disculpan a quienes en aquella ¨¦poca se convirtieron en criminales o en c¨®mplices. Lo peor de nuestro gravoso pasado nacional estriba en la circunstancia de que un r¨¦gimen obviamente criminal fuera respaldado durante tanto tiempo por una parte tan amplia de la poblaci¨®n.
P. Si volviera a tener que pensar en Heidegger contra Heidegger como lo hizo, con ese t¨ªtulo, en los a?os cincuenta del siglo XX (o en el caso Carl Schmitt, del que escribi¨® poco m¨¢s tarde), ?volver¨ªa a sentir el mismo esc¨¢ndalo, la misma perturbaci¨®n? ?No cree que el tiempo deja en peor situaci¨®n sus comportamientos y, sobre todo, las explicaciones: como mero reflejo de un "desvar¨ªo no imputable personalmente"?
R. No veo motivo para cambiar una sola letra de mis cr¨ªticas. Los sentimientos, naturalmente, cambian con el paso del tiempo. En 1953 era estudiante y me sent¨ª enga?ado por Heidegger como profesor acad¨¦mico, porque negaba su corresponsabilidad en lo ocurrido.
P. ?Qu¨¦ sensaciones le produjo el reciente desvelamiento por G¨¹nter Grass de su afiliaci¨®n voluntaria a las Waffen SS?
R. Para m¨ª es un enigma el por qu¨¦ no ha hablado antes sobre ello.
P. Imaginamos a los fil¨®sofos siempre pensando, poco peripat¨¦ticos, con una vida "pobre en acontecimientos externos". Pero no puede decirse que la suya sea una vida sin convulsiones. Pertenece usted a una generaci¨®n comprometida. ?C¨®mo han marcado esas circunstancias su filosof¨ªa?
R. S¨®lo podr¨ªa responder a esta pregunta con una autobiograf¨ªa. Pero muchas veces he hablado sobre la censura moral que significaron para nosotros las revelaciones sobre los campos de concentraci¨®n en el verano de 1945, como tambi¨¦n, algo despu¨¦s, los procesos de N¨²remberg.
P. Usted ha intervenido con frecuencia en debates sobre la llamada "reelaboraci¨®n" del pasado nacionalsocialista, sobre la unidad europea o sobre diversos problemas de bio¨¦tica. Y ha lamentado el "deplorable nivel discursivo de las controversias pol¨ªticas". ?No cree que todo va a peor?
R. Retrospectivamente, el pasado siempre nos parece mejor de lo que fue.
P. Le he escuchado que usted habla cuando lo cree necesario, "sin ser preguntado", "sin que tenga que recibir encargo por parte alguna". ?No cree que, desgraciadamente, es un caso aislado entre la intelectualidad europea?
R. No, en todos los pa¨ªses europeos existe una tradici¨®n de intelectuales influyentes que hoy tambi¨¦n sigue desarroll¨¢ndose.
P. Sin embargo, ha dicho que "en los puestos oficiales los intelectuales dejan de ser intelectuales". Todo un desaf¨ªo ¨¦tico.
R. Existen magn¨ªficos ejemplos de intelectuales que al mismo tiempo han ocupado cargos gubernamentales, como Andr¨¦ Malraux, Octavio Paz o Jorge Sempr¨²n. Pero, en la medida en que hablan por un partido o por un Gobierno, cambian de lado. Nada se puede objetar a esto.
P. Usted debati¨® hace dos a?os con el entonces cardenal Ratzinger en la Academia Cat¨®lica de Baviera. Meses despu¨¦s el te¨®logo dogm¨¢tico, jefe de la inquisici¨®n romana, fue aupado al pontificado. ?Mejorar¨¢ la relaci¨®n de esa poderosa Iglesia con la modernidad?
R. Como es natural, me parece elogiable que el Papa subraye la racionalidad de la fe cristiana. Pero en su discurso de Ratisbona atribuy¨® este m¨¦rito a la helenizaci¨®n del cristianismo y a la relaci¨®n del cristianismo con la metaf¨ªsica griega. Esto contiene una doble provocaci¨®n. Por un lado, la modernidad piensa m¨¢s bien posmetaf¨ªsicamente. El concepto fuerte de raz¨®n metaf¨ªsica se ha hecho problem¨¢tico. Con esto quiero decir que hoy preferimos que sean Kant o Wittgenstein, antes que Plat¨®n, quienes nos ilustren sobre qu¨¦ quiere decir "racional". ?Debemos, pues, volver m¨¢s atr¨¢s de estos modos modernos de pensar? Por otro lado, la imbricaci¨®n de la racionalidad de la fe cristiana con una v¨ªa filos¨®fica espec¨ªficamente occidental tambi¨¦n plantea la pregunta por la exclusividad del acceso a la fe: ?no hay caminos, en otras tradiciones, que conducen a una fe "racional", compatible con la renuncia a la violencia propia de la democracia y de los derechos humanos?
P. Se le cre¨ªa a usted, como dir¨ªa Max Weber, un fil¨®sofo "carente de o¨ªdo musical para la religi¨®n". Sus ¨²ltimas reflexiones desmienten esa impresi¨®n. ?Qu¨¦ escucha ahora, ante las nuevas convulsiones entre religiones y culturas?
R. Ciertamente, soy amusical ante la religi¨®n, como Weber. Pero en mi opini¨®n, en la esfera p¨²blica pol¨ªtica los ciudadanos seculares y religiosos, como miembros de la misma comunidad pol¨ªtica, deben abordarse con respeto mutuo y disposici¨®n a aprender rec¨ªprocamente, es decir, con los o¨ªdos abiertos. No creo en un choque inevitable de civilizaciones. S¨®lo podemos integrar a inmigrantes de or¨ªgenes culturales y religiosos ajenos si, por nuestra parte, tambi¨¦n abrimos nuestras formas nacionales de vida. La integraci¨®n no es una v¨ªa de sentido ¨²nico, sino que exige la ampliaci¨®n del propio horizonte. Naturalmente, el Estado democr¨¢tico de derecho debe imponer sus normas. Pero eso no lo niega nadie. Por tal motivo, combatir el odio y la violencia exige una autoconciencia tranquila, no af¨¢n de provocar. En la misma medida en que la guerra contra el terrorismo no es una guerra, tampoco ese imaginario islamofascismo es una magnitud espiritual que nos amenace. Quien se dedique a juguetear con este sinsentido lo que hace es tocar a rebato contra un indeterminado enemigo interior. Debemos precavernos frente a semejante militarizaci¨®n del esp¨ªritu occidental.
Babelia
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