La m¨¢quina parece ya humana
'Deep Fritz' asombra por su estilo frente al campe¨®n, Kr¨¢mnik
Ya no es f¨¢cil distinguir qui¨¦n es la m¨¢quina y qui¨¦n el hombre. El juego de Deep Fritz en Bonn frente al campe¨®n mundial de ajedrez, Vlad¨ªmir Kr¨¢mnik, asombra porque implica conceptos que parec¨ªan imposibles de programar en una computadora, como el sacrificio de material a cambio de la iniciativa. El ruso pierde por 3-2 tras empatar ayer con las piezas blancas la quinta partida y jugar¨¢ ma?ana la ¨²ltima con las negras.
El pasmo general, mezclado con algunas expresiones de miedo a lo desconocido, se apoder¨® el pasado mi¨¦rcoles de la sala de prensa del Museo de Arte de Bonn. Los grandes maestros y periodistas expertos estaban impresionados. Primero, porque Deep Fritz sacrific¨® un pe¨®n para dar la m¨¢xima actividad a sus piezas. Hasta hace poco, era rar¨ªsimo que un ajedrecista de silicio no se aferrase al juego materialista y exento de riesgos. Pero el asombro fue mayor unos movimientos despu¨¦s, cuando hizo una jugada profil¨¢ctica de espera en vez de atacar. Eso ya era absolutamente impropio de una computadora. S¨®lo los humanos juegan as¨ª. Kr¨¢mnik tuvo que sufrir y emplear toda su sabidur¨ªa para arrancar un empate con las blancas.
El programa ya es capaz de sacrificar piezas y hacer movimientos de espera en vez de atacar
Dado que Fritz calcula diez millones de jugadas por segundo, cabr¨ªa que ese estilo humano fuera simplemente el fruto de una potencia brutal que le permite ver muchas con antelaci¨®n. "No; hay algo m¨¢s, no es s¨®lo puro c¨¢lculo", admiti¨® el alem¨¢n Matthias Feist, uno de sus programadores, quien no quiso dar m¨¢s detalles por secreto profesional. Todo indica que Feist y su equipo han logrado traducir a n¨²meros -a los 0 y 1 en secuencias largu¨ªsimas que constituyen b¨¢sicamente cualquier programa- conceptos muy f¨¢ciles de comprender para un ni?o, pero que rozaban lo imposible en las computadoras: Fritz entiende ahora que, si la suma de la actividad de sus piezas supera un determinado ¨ªndice, atacar es m¨¢s importante que tener ventaja de material; o que, si las jugadas ofensivas no dan un fruto claro a corto plazo, es mejor tomar una medida preventiva en la defensa.
Incluso Kr¨¢mnik ha asumido ya que a la rivalidad entre hombres y m¨¢quinas le queda poco tiempo: "Yo podr¨ªa haber ganado este duelo si no cometo un terrible error en la segunda partida y no desaprovecho posiciones muy ventajosas en las dos primeras. Pero el futuro, m¨¢s o menos cercano, parece claro: el mejor ajedrecista del mundo no ser¨¢ de carne y hueso".
El b¨²lgaro de Salamanca, V¨¦selin Top¨¢lov, quien sigue siendo el n¨²mero uno a pesar de perder el Mundial ante Kr¨¢mnik en la muerte s¨²bita, a?ade otro matiz: "Aparte de la potencia bruta y del progreso en la calidad del juego de las computadoras, est¨¢ el cansancio. Si sumamos las jugadas de las seis partidas de Bonn, ser¨¢n unas 250. Es normal que Kr¨¢mnik cometa dos o tres errores graves que Fritz castigar¨¢ de forma implacable. En cambio, no existe la garant¨ªa de que Kr¨¢mnik responda a los fallos de su rival con igual precisi¨®n, sobre todo si ¨¦stos se producen despu¨¦s de cuatro o cinco horas de lucha agotadora", explic¨® el viernes en Benidorm, donde inaugur¨® el Festival de Ajedrez Hotel Bali.
El brit¨¢nico Alan Turing, uno de los padres de la inform¨¢tica, cre¨® en 1950 una prueba que servir¨ªa para saber cu¨¢ndo una m¨¢quina es inteligente: si un ser humano dialoga con ella -al modo de un chat- y no es capaz de distinguir si su interlocutor es otro humano o no, es que ha logrado ese nivel. Lo de Bonn es algo similar, aunque s¨®lo se aplique, de momento, al deporte mental por excelencia.
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