Evaluaci¨®n cient¨ªfica

Evaluar la producci¨®n cient¨ªfica de un investigador no es tarea f¨¢cil.

Para poder hacerlo con rigor, es necesario conocer el campo cient¨ªfico correspondiente incluso mejor que el investigador a quien se eval¨²a.

Esta necesidad lleva enseguida a la paradoja de "?qui¨¦n eval¨²a al evaluador?". La soluci¨®n por la que est¨¢n optando los responsables de la pol¨ªtica cient¨ªfica a todos los niveles, y sin importar el color pol¨ªtico, pasa por crear mecanismos de evaluaci¨®n autom¨¢ticos que pueden ser aplicados a cualquiera sin intervenci¨®n humana. La piedra angular del sistema actual es la "cita".

Si alguien cita un trabajo, se da por hecho que es porque tiene inter¨¦s. El n¨²mero de citas es el dato sobre el que se cuece el indicador de la calidad de la investigaci¨®n. No importa que a uno le citen para decir que el resultado que public¨® estaba equivocado. Tampoco importa que sus amigos le citen a uno en sus trabajos y ¨¦l a ellos, aunque no venga a cuento. El dato que pasar¨¢ a engrosar los sistemas de evaluaci¨®n de la calidad es el hecho de que le han citado.

Aun los que se mantienen firmes ante el fraude tienen que malgastar una parte de su tiempo y esfuerzo para adaptar sus m¨¦todos de producci¨®n cient¨ªfica al sistema de evaluaci¨®n imperante. De otro modo, ven c¨®mo enseguida son sobrepasados por quienes tienen como ¨²nico objetivo cient¨ªfico mejorar su ¨ªndice de citas.