Todos seremos viejos
El Parlamento espa?ol acaba de aprobar la ley de dependencia. Una ley por la que las familias percibir¨¢n una ayuda econ¨®mica por cuidar de sus mayores. En Galicia, el 6,2% de la poblaci¨®n tiene m¨¢s de 65 a?os. La proyecci¨®n para el a?o 2047 es que el 4,2% se sit¨²e en ese mismo tramo de edad. Y llegados a este punto ?qu¨¦ m¨¢s da que el porcentaje sea un poco mayor o un poco menor? La realidad, que se esconde tras la estad¨ªstica, es que siempre habr¨¢ viejos. Que todos, si tenemos suerte en clave vegetativa, llegaremos a viejos. Y que por lo tanto hablamos de una medida que no se ci?e a un tramo de edad concreto ni a un momento hist¨®rico espec¨ªfico.
La presente ley (sin duda una buena ley) viste con los oropeles de la responsabilidad lo que en realidad ha de ganarse en el d¨ªa a d¨ªa. Porque todos seremos viejos. Y sobre ese horizonte escribimos nuestra historia. Creamos lazos familiares sobre la argamasa del afecto, del respeto, de la solidaridad. Mi padre lo basaba en la sangre, en la consangu¨ªnea y en la derramada. Y con ninguna de las dos tuvo ¨¦xito. Cu¨¢nto lo a?oraba cuando estaba y cu¨¢nto lo quer¨ªa en ausencia. Y, sobre todo, cu¨¢nto lo peleaba. Y sobre la cultura de hierro ciment¨® su destierro. Mi padre se perdi¨® en la niebla de Terranova y para mis hijas su recuerdo es monol¨ªticamente ¨¦pico. Para m¨ª es una licencia literaria. Y sobre la evocaci¨®n del padre perdido, la segunda pregunta: ?qui¨¦n piensa en c¨®mo ser¨¢ su vida de viejo?
Tal vez vivimos una sociedad sin retorno. Una sociedad en la que los ¨²nicos cari?os que recibiremos vendr¨¢n en forma de fondo de pensiones. Por beso, un cheque. Por caricia, un tal¨®n. Por un te quiero, un viaje a Marina Dor, ciudad de vacaciones. C¨®mo deprime la certeza cremat¨ªstica con la que nos acercamos al espacio imposible y permanente de la vejez. Y as¨ª es la vida, como dec¨ªa una hija de mi inefable abuelo: una sucesi¨®n inquebrantable de responsabilidades y deberes hasta el fr¨ªo banco del no menos fr¨ªo invierno de una existencia que tendemos a sobrevalorar. Sobre todo si inviertes en sellos.
Pero no se dejen llevar por el enga?o, ni la vida es tan puta ni la vejez tan chunga. Que sin necesidad de acudir a los sofismas orientales del yin y del yan siempre hay esperanza. Cierren los ojos y evoquen esa sonrisa que les recuerda lo buenas personas que son: piensen en el amor de una madre, en el amor de un hijo, en el amor... Y cuando ya se sientan especialmente aromatizados levanten el pie del acelerador porque desafortunadamente el power flower no va a volver nunca: tambi¨¦n se hizo viejo.
La gran fortuna de la que disfrutamos los gallegos es que con esta ley llueve sobre mojado. Porque a ver qui¨¦n nos gana a nosotros a dependientes. Y lo digo de buena fe. Somos b¨¢sicamente una cultura sociable. Muy sociable. En el plano familiar, el universo dom¨¦stico gallego ensambla a los bisabuelos, a los abuelos, a los padres y a los nietos en un mismo universo dom¨¦stico. Y eso ahora; a nada que mejore la esperanza de vida llegaremos a las cinco generaciones bajo techo sin esforzarnos. Y todo esto, sin ayudas, a cuenta del cari?o, que dicho as¨ª parece cosa menor pero que en maridaje con la estad¨ªstica se convierte en un factor de identidad como pa¨ªs.
Conjugo la vida en presente, pensando en mis hijas y no puedo evitar pensar en qu¨¦ tipo de inter¨¦s me cobrar¨¢n por haber sido padre. Francamente, no me importa porque saben qu¨¦, soy total, absoluta y perdidamente dependiente de ellas. Sin sus problemas no soy nada y sin sus gritos fren¨¦ticos me siento autista. Mejoro como ser humano en su risa y su cari?o me hace grande. Soy dependiente y ser¨¦ viejo. Integrar¨¦ alguna estad¨ªstica que sirva como base para la reflexi¨®n, y como porcentaje, punto arriba punto abajo, seguir¨¦ cifrando mi vida en dar y recibir. A poder ser, todo el cari?o del mundo. En su defecto, lo que buenamente se pueda. Mientras tanto, como ciudadano me conjuro a diario para demandar una sociedad en la que prevalezcan los sentimientos solidarios y las iniciativas de compromiso con las personas. Porque, no lo olviden, todos somos dependientes. Todos seremos viejos.
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