Asesinos del futuro
No existe peor crimen que negar oportunidades a aquellos que, en principio, tienen toda la vida por delante, una biograf¨ªa por construir. De hecho, algunos de los logros m¨¢s nobles de los humanos surgieron de intentar derribar barreras que obstaculizaban el libre desarrollo de las personas, para conseguir que el largo camino que conduce de la cuna a la tumba sea independiente del origen social, el sexo o la raza. Muchas, aunque no todas ni en todas partes, de esas barreras han sido o est¨¢n siendo abolidas. Podemos, en este sentido, mirar al futuro con esperanza. Nuestras hijas tendr¨¢n m¨¢s oportunidades que sus madres, salvo en todos esos pa¨ªses en que ni mostrar su cara pueden. Es cierto que la condici¨®n econ¨®mica y cultural de nuestros progenitores nos puede facilitar o dificultar la vida, pero no al extremo de lo que suced¨ªa en otras ¨¦pocas. Es, asimismo, m¨¢s f¨¢cil desenvolverse hoy para todos los que sufren minusval¨ªas f¨ªsicas, y lo ser¨¢ m¨¢s a¨²n el d¨ªa de ma?ana, de la mano de los avances de las ciencias biom¨¦dicas, que contribuir¨¢n adem¨¢s a que muchos males cong¨¦nitos sean menos frecuentes... si, claro est¨¢, no se impone la opini¨®n de aquellos que desde sus creencias religiosas se empe?an en hipotecar futuros personales.
El futuro podr¨ªa, por tanto, ser mejor. Y, sin embargo, parece que no lo ser¨¢. Es muy posible que generaciones futuras consideren a nuestro tiempo, no con calificativos como los Siglos de la Ciencia o de los Derechos Civiles, como la Era de la Informaci¨®n o de la Nueva Biomedicina, sino como la Edad de los Asesinos de la Tierra, y que escupan sobre nuestra memoria, maldiciendo el recuerdo de aquellos que, sabiendo lo que hac¨ªan, con sus acciones modificaron radicalmente el clima y naturaleza f¨ªsica de la Tierra. Somos, para decirlo brevemente, unos asesinos del futuro, del futuro de los millones y millones de personas que vendr¨¢n despu¨¦s de nosotros. De personas y de especies; de, en definitiva, biodiversidad.
Durante las ¨²ltimas semanas se est¨¢ hablando mucho de este asesinato, aunque algunos no lo reconocen como tal, argumentando que existe todav¨ªa mucho que desconocemos en los procesos que rigen el clima, y que a¨²n tenemos tiempo. No s¨¦ si todav¨ªa disponemos de tiempo; cada vez son m¨¢s los que piensan que ya hemos cruzado la frontera y que lo ¨²nico que podemos hacer es minimizar las consecuencias y prepararnos para el cambio clim¨¢tico que habr¨¢ de venir. Pero aunque todav¨ªa tengamos tiempo, aunque existan inc¨®gnitas cient¨ªficas, con los datos de que disponemos ser¨ªa criminal no tomar medidas.
La reciente difusi¨®n del denominado "Informe Stern" sobre la econom¨ªa del cambio clim¨¢tico, y la celebraci¨®n de la Conferencia del Clima en Nairobi, han intensificado la aparici¨®n del problema en los medios de comunicaci¨®n. Naturalmente, esto es una buena noticia, pero no sin sombras. En cuanto al "Informe Stern", presentado por el primer ministro brit¨¢nico Tony Blair, merecen ser comentados al menos dos aspectos. El primero tiene que ver con el hecho de que Blair se encuentra al final de su mandato. ?Es que no ten¨ªa conciencia del problema antes, y ha tenido que esperar a un informe cuyo contenido a pocos deber¨ªa sorprender? Lo que necesitamos no son pol¨ªticos alejados del poder que se convierten en voceros de los peligros medioambientales y clim¨¢ticos que nos aguardan, sino gobernantes en activo que act¨²en. Todos somos responsables del deterioro que est¨¢ sufriendo el planeta, pero nadie es m¨¢s culpable que aquellos que disponen de toda la informaci¨®n, y que adem¨¢s tienen poder para tomar medidas.
El otro aspecto del "Informe Stern" que quiero comentar es el de su car¨¢cter econ¨®mico. Es, parece, caracter¨ªstico de nuestra civilizaci¨®n que veamos casi todo a trav¨¦s de su valor econ¨®mico. Todo, humanidad incluida, tiene precio. Y as¨ª en este informe nos encontramos con pasajes del tipo de: "Debemos considerar el mitigar los efectos -tomar acciones duras para reducir las emisiones- como una inversi¨®n, un coste en el que incurrimos ahora y las pr¨®ximas pocas d¨¦cadas para evitar los riesgos de muy severas consecuencias en el futuro... La evidencia es que ignorar el cambio clim¨¢tico da?ar¨ªa en su momento el crecimiento econ¨®mico" (se estima que la econom¨ªa mundial caer¨¢ un 20% si no se frena el calentamiento del planeta). Reducir el dolor, el desamparo tiene en este caso valor econ¨®mico, pero ?y si no lo tuviera?
Con respecto a la Cumbre del Clima de Nairobi, el resultado no es tampoco demasiado alentador, aunque vaya en la direcci¨®n correcta. Los pa¨ªses desarrollados han pactado que en el futuro reducir¨¢n un 50% sus emisiones de gases de efecto invernadero. El calendario se empezar¨¢ a discutir dentro de dos a?os y se espera comenzar a actuar hacia 2012, con el 2050 como horizonte para lograr la reducci¨®n anunciada. Pol¨ªtica y econ¨®micamente puede ser una agenda razonable, pero no desde luego desde el punto de vista de la salud del planeta, estando como estamos al borde, si es que no lo hemos sobrepasado ya, del punto de no retorno. Y mientras llega 2012, los pa¨ªses desarrollados continuaremos con nuestra criminal pol¨ªtica energ¨¦tica.
De hecho, la Cumbre del Clima no deber¨ªa haberse celebrado en Nairobi, sino en la sede de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas. Tendr¨ªa que haber sido un asunto de Estado mundial, en el que, entre otros puntos, se hubiese discutido en profundidad la actitud de Estados Unidos, que a¨²n no ha firmado el Protocolo de Kioto, siendo como es responsable del 27% de emisiones de di¨®xido de carbono (no olvidemos que Espa?a, que s¨ª firm¨® el Protocolo, est¨¢ incumpliendo aquello a lo que se comprometi¨®). Resulta que la ONU vale para imponer sanciones a, por ejemplo, Ir¨¢n o Corea del Norte por querer poseer armamento nuclear (que tienen no s¨®lo Estados Unidos, Rusia, Gran Breta?a o Francia, entre otros, sino tambi¨¦n Israel), pero no para intentar castigar por un crimen de futuro como es contribuir a hacer menos habitable la Tierra.
Cuando veo esas fotograf¨ªas que aparecen en los peri¨®dicos, glaciares que han desaparecido en el lapso insignificante de apenas una vida humana, especies animales que agonizan, antes de extinguirse, delante de nuestros ojos, me duele de manera casi insoportable. No por m¨ª, sino por nuestros descendientes. De hecho, sufro incluso m¨¢s por la indignidad del comportamiento criminal del que participo. Ser¨¦ recordado, ay, como miembro de una tribu global de asesinos. De asesinos del futuro.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron es miembro de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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