Las ¨²ltimas caladas de Humphrey

Con el estilo con que Humphrey apura sus cigarrillos en casi todas las escenas de M¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda, ese devastador retrato de la miseria moral a trav¨¦s del mundo del boxeo firmado por Mark Robson, nadie dir¨ªa que a los pocos meses de acabar el rodaje, el viejo Boggie morir¨ªa de c¨¢ncer de pulm¨®n. El personaje de Eddi Willis, ese periodista deportivo con firma consolidada y respetada, que harto de los golpes de los peri¨®dicos decide coquetear con el dinero f¨¢cil de los cuadril¨¢teros, fue el ¨²ltimo de una carrera marcada por la obsesi¨®n por implantar un estilo.

El aut¨¦ntico calvario que Bogart sufri¨® en aquel rodaje debi¨® ser de antolog¨ªa, con la dama negra al acecho, aunque la integridad y el talento del propio actor en la pantalla logr¨® ocultar de manera asombrosa los signos de su decadencia. Fue un t¨ªtulo en principio algo despreciado por la industria. A Hollywood, sin duda, no le gust¨® ese retrato ¨¢spero y comprometido que dejaba en calzones el circo violento del boxeo y propugnaba ya en 1956 su extinci¨®n. No hubo oscars ni grandes llamadas de atenci¨®n para el p¨²blico, pero con los a?os, con el tiempo, coci¨¦ndose poco a poco en la mirada de unos espectadores que han sabido ver en ella los ingredientes del mejor cine pugil¨ªstico -aunque la pel¨ªcula trasciende los g¨¦neros y sobrevive por s¨ª misma con un vigor implacable-, M¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda ha logrado un lugar especial entre los cl¨¢sicos.

El t¨ªtulo, que es ya de por s¨ª un refr¨¢n, y el hecho de ser el ¨²ltimo en la fascinante filmograf¨ªa de Bogart, ha ayudado a que sobreviva en la liga de las grandes obras del cine. Pero tambi¨¦n late debajo de sus planos una combinaci¨®n que no puede fallar: la de un director como Robson, que realiza un trabajo fino y contundente, con un guionista y productor como Philip Yordan, que hizo una labor eminente con la gran novela del mismo t¨ªtulo de Budd Schulberg, escritor cuyas memorias, El desencantado, acaba de publicar en Espa?a la editorial El Acantilado.

Hab¨ªa talento detr¨¢s de la c¨¢mara y verdad delante de la misma. Sobre todo con Bogart, excelso en la sorna y magistral en su papel de c¨ªnico, leal a lo poco que todav¨ªa cree. Pero tambi¨¦n en Rod Steiger, ese villano proveniente del Actor's Studio, lo contrario al m¨¦todo de Bogart, que no s¨®lo sab¨ªa enfrentarse a los grandes colosos de su generaci¨®n precedente, sino a los genios ascendentes de la suya, como hace con Marlon Brando en La ley del silencio, de Elia Kazan.

La crueldad con que M¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda trata el boxeo es asombrosa para su tiempo. No escatima la violencia expl¨ªcita en los combates y, por supuesto, nadie queda libre de pecado en esa feria que enciende los peores instintos. La penosa b¨²squeda del ¨¦xito de ese trozo de carne con ojos -reventados por los golpes al final- del pobre Toro Moreno, basada en personajes reales, es radical en su denuncia y fat¨ªdica en sus conclusiones con deportistas, agentes, periodistas y p¨²blico. Nadie resulta inocente, aunque algunos busquen su propia redenci¨®n posterior. Lleva adem¨¢s en su piel los genes que tambi¨¦n dar¨ªan lugar a dos obras maestras del g¨¦nero posteriores: Toro Salvaje y Million dollar baby.