Tricky Dick
1Seguimos todav¨ªa en los tiempos de Tricky Dick. Puente de la Constituci¨®n y espectaculares colas en los aeropuertos espa?oles por el control de los peligrosos dent¨ªfricos y desodorantes. Lo malo es que la norma que proh¨ªbe embarcar con l¨ªquido en los aviones no la podemos impugnar los ciudadanos. Y es que dicha norma nunca ha sido publicada, con lo cual nosotros no podemos verificar o, en su caso, impugnar su aplicaci¨®n, al no tener derecho a conocer su contenido. Vivimos en el mundo de las normas invisibles. Quien haya le¨ªdo El proceso, de Kafka, sabr¨¢ que la situaci¨®n es exacta a la de esa novela. Estamos ante una norma et¨¦rea. ?Por qu¨¦ es secreta? Seg¨²n Jacques Barrot, comisario europeo de Transportes, hacerla p¨²blica "ir¨ªa en detrimento de la eficacia de las disposiciones de seguridad si los terroristas pudieran obtener informaci¨®n detallada de las medidas adoptadas en los aeropuertos". Pero lo ¨²nico que nosotros vemos es que los terroristas van infiltrando polonio y nuestras familias cruzan las aduanas manos arriba con el dent¨ªfrico en la boca.
2
En octubre de 2000 escrib¨ªa Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, a la vista de las elecciones estadounidenses: "Los dos candidatos son grises y tal vez pesen menos que una pluma en la historia de este siglo. Aquel que sea elegido podr¨¢, sin embargo, torcer el cuello de la historia en cualquier direcci¨®n. Y eso los vuelve, en potencia, m¨¢s imponentes y temibles de lo que son".
El paso del tiempo suele modificar el sentido de los comentarios pol¨ªticos que leemos. En el caso que nos ocupa se ve que, como es l¨®gico, el comentarista no pod¨ªa ni imaginar la catastr¨®fica pol¨ªtica de Bush con su intervenci¨®n en Irak. Acierta, en cambio, cuando intuye que el gris presidente elegido torcer¨¢ el cuello de la historia. ?Caramba si lo ha torcido!
3
En el avi¨®n me dedico a leer Nixon. La arrogancia del poder, donde Anthony Summers cuenta la vida de Tricky Dick, el claro antecedente y maestro de Bush y compa?¨ªa. Es la mejor y m¨¢s documentada biograf¨ªa de Nixon, un personaje cuya alargada sombra tramposa se extiende todav¨ªa hoy sobre nosotros en medio de ese clima de represi¨®n de derechos civiles que cada vez nos toca m¨¢s de cerca. Porque Nixon no es desgraciadamente una ya antigua y simple an¨¦cdota siniestra de la historia. M¨¢s bien vivimos en una asfixiante atm¨®sfera pol¨ªtica que ¨¦l contribuy¨® a crear y que sus mejores disc¨ªpulos est¨¢n perfeccionando.
El libro de Summers cuenta c¨®mo en 1950, en su campa?a para senador, Nixon fue el que inaugur¨® los golpes bajos y los malos modos en la pol¨ªtica estadounidense (hoy tan extendidos por todo el mundo) y debido a eso pas¨® a ser conocido por el apodo de Tricky Dick, Ricardito el Tramposo. Le sacaron ese mote por la ferocidad y la mala leche que despleg¨® para ganarle el esca?o a la dem¨®crata Helen Garrahan Douglas, decidida anticomunista a la que Nixon bautiz¨® como Pink Lady utilizando, con muy malas artes, el apoyo que brindaba a la senadora una organizaci¨®n con una sigla muy parecida a la de la Liga de las Mujeres Comunistas.
La aparici¨®n de Tricky Dick cambi¨® el panorama democr¨¢tico de Am¨¦rica, donde hasta entonces en pol¨ªtica las malas artes siempre hab¨ªan sido rechazadas para poder conservar cierto alto nivel de los valores democr¨¢ticos. Pero Nixon cre¨® escuela. Aun siendo actores muy secundarios, Zaplana y Acebes, por ejemplo, ser¨ªan, en cuanto a pasi¨®n por las tricky?uelas, uno de sus tantos humildes disc¨ªpulos actuales.
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Impresiona en la biograf¨ªa de Nixon el relato de su escalofriante decadencia en su segundo mandato. Es sabido que se emborrachaba ferozmente y que abusaba de una medicina que, en cantidades excesivas, produc¨ªa mareos y confusi¨®n. Cuenta Summers que esa medicina, combinada con el alcohol, convert¨ªa al presidente en una especie de aut¨®mata delirante. Se vali¨® de sus triqui?uelas para prolongar, mediante el enga?o, la guerra de Vietnam. Y Pinochet, sin ir m¨¢s lejos, no fue m¨¢s que un pelele suyo.
Ante la evidencia de su caos alcoh¨®lico, todos los colaboradores del Loco Tramposo aprendieron a no obedecer esas ¨®rdenes nocturnas con las que pretend¨ªa que el mundo volara por los aires. Algo de todos aquellos desmanes perdura en el ambiente, cre¨® escuela. El mundo se acerca hoy al que ¨¦l so?¨®. El mundo es hoy tan pat¨¦tico como el que imagin¨® el l¨²gubre Tricky Dick de las normas invisibles.
5
So?ar cuando el sue?o americano ha terminado. Dar la vuelta a la esquina, a la luz de un crep¨²sculo en el que la imaginaci¨®n muerta todav¨ªa imagina. Un ambiente de podredumbre moral, una atm¨®sfera a lo Tricky Dick. So?ar despu¨¦s del tiempo de los asesinos. ?Qu¨¦ quedar¨¢ de tanta miseria? La larga sonata de los cad¨¢veres. Y una muchacha con un viejo abrigo verde al final del muelle, bajo la lluvia.
6
Regresando ya del largo puente festivo, recuerdo al amigo que me escribi¨® desde Lisboa: "Aqui estou fora das coisas civis e na pura regi?o da arte". Un mensaje loco, pero en el fondo alentador. Seguramente es bueno que cada uno de nosotros cultive su peque?a locura personal. "Pues ya los portugueses, es cosa larga de describirte (...) porque, como son gente enjuta de celebro, cada loco con su tema", dicen que dijo Cervantes. A m¨ª me gustar¨ªa que, junto al tel¨¦fono m¨®vil de rigor, transport¨¢ramos en el bolsillo nuestra intransferible y nada homog¨¦nea locura port¨¢til, subversiva, cada uno con su tema. "El problema en este momento es la locura ¨²nica y universal de los seguidores de las mentiras de Bush y compa?¨ªa", dec¨ªa mi amigo. Y ya s¨®lo le falt¨® citar a las sombras pavorosas de Nixon y Bush, con su ¨¢cido b¨®rico y su polonio y su desodorante y su pasamonta?as y su c¨¢rcel de Abu Ghraib. Bonito panorama el nuestro. Un paisaje de manos arriba y todos al suelo.
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