Se enchuf¨® Ronaldinho
Ronaldinho ha salido de su modorra tropical con el tiempo justo para rescatar al Barcelona. Su retorno al taller de las diabluras le ha obligado a recorrer todas las calles que forman parte de su territorio de campe¨®n; por ellas se alej¨® y por ellas ha vuelto. Un chico afable como ¨¦l es incapaz de dar un solo portazo, as¨ª que ha zanjado con una sonrisa la depresi¨®n del Mundial y los peque?os compromisos que le hab¨ªan distanciado de la profesi¨®n. Los acontecimientos de los ¨²ltimos meses le han demostrado que la brillantez es en realidad un valor inestable, una delicada trama de cualidades que se desordena con cualquier motivo; por ejemplo, cuando se gana peso, cuando se pierde velocidad o, sencillamente, cuando la tensi¨®n arterial cae un punto en el bar¨®metro del juego.
Por todo ello, y hasta nuevo aviso, ha renunciado a algunas de sus licencias de bohemio, ha renovado el gusto por el bal¨®n y ha aceptado sin reservas el doble c¨®digo del esfuerzo y el descanso. Con el apoyo de Frank Rijkaard ha recuperado las peque?as rutinas, cada hora en un lugar, que, seg¨²n el manual del entrenador, pueden garantizar el rendimiento de los deportistas.
Inmediatamente ha reaparecido lo mejor de su repertorio. Se ha puesto frente al espejo y en apenas tres semanas ha experimentado la estimulante sensaci¨®n de que segu¨ªa siendo el mismo. Era de una vez por todas aquel jugador capaz de superar sus propios l¨ªmites y, para demostrarlo con hechos, incorporaba una tras otra todas las formas de tacto que sirven a los aut¨¦nticos cracks para mantener una relaci¨®n especial con la pelota. Primero, el tacto para el control; despu¨¦s el tacto para el pase; a continuaci¨®n, el tacto para el tiro, y por fin, el uno contra uno; es decir, el tacto para el regate. Sus ¨²ltimos goles tambi¨¦n indican que conserva el genuino factor Ronaldinho. Unos lo llaman personalidad y otros autoestima, pero, cualquiera que sea su verdadero nombre, le permite alcanzar la m¨¢s apreciada de las cimas profesionales: aunque divierte a los dem¨¢s, sigue jugando para s¨ª mismo.
Con su corpulencia de velocista, due?o de unas piernas reventonas, ya disfruta sin reservas de sus dos ventajas naturales: el empuje y la zancada. No tiene un cuerpo flexible, pero consigue por potencia lo que no puede ganar por elasticidad. Cualquier finta le basta para ocupar el primer metro en la salida; luego, si llega la ocasi¨®n, encadena un par de trucos y acepta el cuerpo a cuerpo como quien devuelve un saludo en el portal.
A despecho de su exuberancia brasile?a, es en realidad la representaci¨®n de una sociedad imposible. Un oso que act¨²a como una pantera.
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