En ning¨²n sitio como fuera de casa
El Atl¨¦tico pierde ante un s¨®lido Espanyol en el Calder¨®n, donde siempre va a remolque en el marcador
El Atl¨¦tico siempre empieza perdiendo en el Calder¨®n. Eso es una constante. Lo variable, la inc¨®gnita, es el resultado final. A veces, remonta un poco y empata. Otras, remonta mucho y gana. En ocasiones, no remonta en absoluto y pierde. Ayer invent¨® un nuevo apartado estad¨ªstico en su bucle perdedor: remonta un poco durante un tiempo y, al final, pierde. O lo que es lo mismo: consigui¨® -con gruesas gotas de sudor- empatar, pero no sirvi¨® para nada. Un gran gol de falta de Luis Garc¨ªa cerr¨® el marcador de un partido t¨¢cticamente muy irritante para el t¨¦cnico rojiblanco, Javier Aguirre, pero agradecido para el espectador. Sobre todo, para el del Espanyol.
El equipo de Ernesto Valverde, que en su d¨ªa fue un extremo habilidoso, ha descubierto que tiene pocas virtudes, pero muy s¨®lidas. Algunas tienen que ver con el esfuerzo, la rapidez, la seriedad y la presi¨®n. Otras, tienen nombre propio: Tamudo, De la Pe?a y Luis Garc¨ªa.
ATL?TICO DE MADRID 1 ESPANYOL 2
Atl¨¦tico: Leo Franco; Seitaridis, Z¨¦ Castro, Perea, Pern¨ªa; Galletti, Maniche, Luccin, A. L¨®pez (Jurado, m. 51); Ag¨¹ero (Mista, m. 69) y Torres. No utilizados: Cu¨¦llar; Costinha, Pablo, Valera y Gabi.
Espanyol: Kameni; Zabaleta, Jarque, Torrej¨®n, Chica; Moha, De la Pe?a, Mois¨¦s, Rufete (Costa, m. 63); Luis Garc¨ªa (Velasco, m. 87) y Tamudo (Pandiani, m. 76). No utilizados: Iraizoz; Fredson, Lacruz y Coro.
Goles: 0-1. m. 8. Perea pierde el bal¨®n ante Luis Garc¨ªa, que combina con De la Pe?a, quien le devuelve para que el delantero ceda a Tamudo, que marca a puerta vac¨ªa. 1-1. M. 51. Centro de Seitaridis, toca en un defensa, y fernando Torres remata de cabeza viniendo con fuerza desde atr¨¢s. 1-2. M. 60. Luis Garc¨ªa, de falta directa a la escuadra.
?rbitro: Ayza G¨¢mez. Amonest¨® a Perea, Rufete, Tamudo, Galletti, Moha, Torrej¨®n y Luccin.
Unos 45.000 espectadores en el Calder¨®n.
Este Luis Garc¨ªa, criado en la cantera del Madrid, empieza a dar codazos para salir en la foto en la que siempre sal¨ªan los dos listillos de la clase: el inductor de las malas ideas, De la Pe?a; y el ejecutor, Tamudo. A Garc¨ªa, con un f¨ªsico mucho m¨¢s favorecido que los otros dos, m¨¢s alto, m¨¢s fuerte, hay bastantes cosas que se le dan muy bien. Golpear la pelota, por ejemplo. Controlarla, tambi¨¦n. Buscar los espacios. Jugar de espaldas. Incluso, ver los desmarques de un compa?ero.
El conjunto catal¨¢n control¨® todo el primer tiempo sin ning¨²n problema. Contratac¨® con intenci¨®n y velocidad y control¨® los escas¨ªsimos intentos rojiblancos de crear peligro. Le favoreci¨®, desde luego, tener un gol a favor desde muy temprano. Exactamente, desde que Perea inaugur¨® su rosario de graves errores.
La defensa rojiblanca, amparada por unos n¨²meros discretos y por los defectos creativos del equipo, ha resistido sin llamar demasiado la atenci¨®n. S¨ª, Pablo no estaba brillante. S¨ª, Perea no es gran cosa con los pies -ayer perdi¨® la pelota en un regate absurdo en su campo-. Pero, en general, todos los silbidos se volcaban hac¨ªa la parte delantera. Hasta ayer. La facilidad con que el Espanyol, casi sin necesidad de elaborar el juego, creaba ocasiones, dej¨® en evidencia a los centrales. Con m¨¢s disimulo a Z¨¦ Castro, que tiene m¨¢s habilidad para maquillar sus despistes. Mucho a Perea.
Pero la espesura atl¨¦tica no es s¨®lo imputable a la zaga. Hay para todos. La par¨¢lisis que los chicos de Aguirre sufren ante su propia afici¨®n, adem¨¢s de hereditaria -se transmite v¨ªa vestuario de temporada en temporada- empieza a ser muy preocupante. En todo el campeonato no ha conseguido despertar en ning¨²n encuentro en el Calder¨®n antes del descanso. Despu¨¦s, cuando ya va perdiendo, s¨ª. Incluso la bronca en el medio tiempo de su entrenador empieza a perder efecto. A fuerza de repetici¨®n empieza a parecer una representaci¨®n: "?Chicos, est¨¢n dormidos!", grita el mexicano. Y los chicos, se despiertan. Pero s¨®lo un poco. Abren un ojo. Se frotan las lega?as. Poco m¨¢s.
Entonces, salen Jurado y Mista y la cosa parece que funciona. Estos jugadores se mueven, encaran. Vaya, es otra cosa. Pero dura poco. En realidad, no es otra cosa. Es la misma. Torres hace tres o cuatro jugadas muy brillantes, pero el resto del partido se dedica a corretear por el medio campo de un modo muy irritante. Baja a recibir, mira hacia el horizonte y empieza a correr con la pelota no demasiado cerca del pie hasta que se la quitan. Eso sucede, generalmente, cuando ya le rodean cuatro contrarios. Ag¨¹ero a¨²n aparece en menos ocasiones. Sobre todo ayer. Ayer no apareci¨® casi nada. S¨®lo un tiro raso, bueno, duro, que par¨® Kameni junto al poste.
El efecto efervescente de la bronca de Aguirre dur¨® hasta el gol del empate. Diez minutos en los que el f¨²tbol de Maniche, veloz y desordenado, impuso un ritmo que descoloc¨® al Espanyol. Hasta que Luis Garc¨ªa grab¨® en v¨ªdeo una clase pr¨¢ctica de como lanzar un libre indirecto: pasecillo a De la Pe?a, que pisa la pelota, y suave par¨¢bola a la escuadra. El equipo rojiblanco convirti¨® entonces el ¨¢nimo acosador en barullo desordenado. Y as¨ª, otra vez, hasta el final.
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