Deslocalizaci¨®n digital
La deslocalizaci¨®n industrial se percibe como la v¨¢lvula traidora por la que desagua nuestro bienestar. Las mejores conquistas sociales pueden convertirse en humo si no podemos asegurar la base laboral que las ha alcanzado, un peligro que aparentemente nos viene de fuera a partir de unas reglas del juego que no estamos en condiciones de modificar. Este poderoso usurpador, al que hemos denominado globalizaci¨®n, ha ido abriendo puertas donde antes hab¨ªa barreras. Sin embargo, mientras observamos f¨¢bricas que cierran, apenas damos importancia a un actor silencioso pero mucho m¨¢s efectivo, el que procede del espectacular desarrollo de la tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n (TIC); se trata de la deslocalizaci¨®n digital.
Las autopistas de la informaci¨®n son en buena parte una realidad. Hemos aprendido a estandarizar e integrar nuestras herramientas electr¨®nicas y tenemos las tecnolog¨ªas precisas para poner en relaci¨®n telem¨¢tica a todo el mundo con todo el mundo. El lenguaje digital, este lenguaje universal que ha logrado que hable el mismo idioma una cinta de v¨ªdeo, una m¨¢quina de escribir y el robot de una f¨¢brica, est¨¢ permitiendo que esta revoluci¨®n espectacular sea posible. Efectivamente, los desarrollos del e-business desfiguran totalmente el concepto f¨ªsico de oficina, con operadores distribuidos por todo el mundo, donde la reuni¨®n virtual alcanzar¨¢ pronto el nivel de lo cotidiano y el teletrabajo ir¨¢ ganando terreno. Hoy podemos contratar las vacaciones a un operador alem¨¢n, obtener asesoramiento fiscal de un consultor chileno, un m¨¦dico norteamericano puede revisar con la misma garant¨ªa los resultados de un esc¨¢ner y as¨ª un largo etc¨¦tera. La firma electr¨®nica, a su vez, es la clave para la desubicaci¨®n de la documentaci¨®n administrativa, contable y comercial en una sociedad en la que el papel se ir¨¢ haciendo m¨¢s prescindible. Abusando del lenguaje podr¨ªamos decir que hemos llegado al futuro, estamos en el siglo XXI con una realidad que hasta ahora s¨®lo hab¨ªamos imaginado como ficci¨®n, como fantas¨ªa.
La revoluci¨®n digital ha abierto muchas puertas y ha encogido el mundo hasta ponerlo a la distancia de un clic de nuestro ordenador personal, pero a veces se pasa por alto que las puertas sirven para salir pero tambi¨¦n para entrar, en este caso en forma de nuevas oportunidades. Hacer frente a la deslocalizaci¨®n digital implica poner el acento en la investigaci¨®n y desarrollo tecnol¨®gico, en el fomento de empresas innovadoras de alto valor a?adido, en potenciar la formaci¨®n y capacitaci¨®n adecuadas de nuestros t¨¦cnicos, en avanzar posiciones en la mejora de la productividad y la eficiencia en la divulgaci¨®n del uso de las TIC.
Ahora bien, la deslocalizaci¨®n digital tiene aspectos singulares que pueden desfigurar las conclusiones de un an¨¢lisis cl¨¢sico de este fen¨®meno. La ubicaci¨®n f¨ªsica de los recursos humanos deja de ser un factor limitativo para la integraci¨®n en red de m¨²ltiples funciones empresariales y servicios. Es decir, del mismo modo que ganamos grados de libertad para seleccionar al personal en cualquier punto del entorno global, la persona obtiene esta misma libertad para escoger su residencia. Dicho de otro modo, aun siendo el factor de productividad y capacidad tecnol¨®gica muy importante, gana posiciones evidentes el factor de atractivo residencial como nueva variable a incorporar a los modelos de an¨¢lisis regional. Si en un enfoque cl¨¢sico de deslocalizaci¨®n trasladamos activos materiales e infraestructuras empresariales, en esta nueva versi¨®n debemos considerar las posibles migraciones de capital humano altamente cualificado hacia entornos geogr¨¢ficos valorados desde el punto de vista de calidad de vida.
"La Tierra es plana", afirma Tomas Friedman al referirse a la globalizaci¨®n. Extrapolando la met¨¢fora podr¨ªamos decir que el clima, el paisaje, el patrimonio art¨ªstico, la vitalidad social, los servicios asistenciales, las infraestructuras culturales son monta?as sobre el llano de la globalizaci¨®n. Recientemente EL PA?S publicaba que Catalu?a es la quinta regi¨®n de la Uni¨®n Europea donde las empresas de media y alta tecnolog¨ªa emplean a m¨¢s trabajadores. Es muy posible que parte de esta realidad se deba al descubrimiento de Catalu?a como pa¨ªs monta?oso en el sentido de que lo acabamos de expresar, frente a la realidad plana de la globalizaci¨®n. En otras palabras, alguien est¨¢ descubriendo que en Catalu?a se vive bien.
Este mismo proceso tiene una dimensi¨®n local. La libertad residencial que ofrecen las nuevas tecnolog¨ªas est¨¢ iniciando un proceso de diseminaci¨®n urbana que puede verse acelerado a partir de los pr¨®ximos a?os. La ciudad como concentraci¨®n necesaria pierde peso en pro de los valores residenciales fuera de ella. Ello nos acerca a una nueva realidad donde lo urbano y lo rural se solapan, aunque quiz¨¢ en muchos casos sobre dos planos distintos no suficientemente articulados. Los cambios que se est¨¢n produciendo exigen repensar las bases te¨®ricas sobre las que estamos planificando nuestro desarrollo territorial. Se trata de imaginar otras maneras de organizar la localizaci¨®n residencial y con ella los servicios correspondientes.
En otro sentido, si la tierra es plana y eso significa uniformidad fruto de la m¨¢xima integraci¨®n, es evidente que nos enfrentamos a nuevas fragilidades que sit¨²an en primera l¨ªnea la necesidad de decidir acerca de costes hipot¨¦ticos en p¨¦rdida de identidad. El mestizaje global acelerado puede ser fuente de nuevos colores, pero tambi¨¦n puede disolverlos todos en un gris a su vez global. Quiz¨¢, las monta?as de las que habl¨¢bamos puedan establecer las barreras culturales precisas para que los beneficios de la globalizaci¨®n puedan obtenerse sin retroceder en aspectos esenciales que nos enriquecen y nos diferencian.
Francesc Reguant es Presidente de la Comisi¨®n ACCID de Organizaci¨®n y Sistemas de Informaci¨®n
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.