Una ventana al mar
En los sue?os, una se imagina en una casa de campo, con pinos alrededor y caballos. Un r¨ªo que pasa. Luego le acabas comprando al promotor de tu pueblo un apartamento, caro ardiendo. Una ventana al mar. No es verdad que los constructores hayan destruido el paisaje, y que hayan trabajado de espaldas a ¨¦l. Al contrario, conocen muy bien el valor del terreno. Cuando todav¨ªa nadie miraba al mar ellos ya le ten¨ªan el ojo puesto, trataban directamente con quienes hacen las leyes y permiten las construcciones (funcionarios de urbanismo, alcaldes) para explotar al m¨¢ximo la riqueza de todos y serv¨ªrnosla a precios asequibles. Nos buscaron la hipoteca, nos vendieron la inversi¨®n.
A estos depredadores del paisaje, a estos especuladores de la naturaleza, muchos les debemos un apartamentito con olor a chorizo y terraza que mira al mar. Antes s¨®lo ten¨ªamos nuestro sitio en la playa, donde poner la toalla. No se quejen, por favor. Hoy esas celdas de nuestra propiedad valen tres o cuatro veces su precio real. Por el camino, no s¨®lo se enriquecieron ellos, tambi¨¦n nosotros, y los intermediarios, los alcaldes, los concejales, los partidos pol¨ªticos, los bancos, las grandes empresas de autov¨ªas, los concesionarios de coches, las agencias de viajes, los vuelos low cost.
Ahora todos nos echamos las manos a la cabeza y miramos escandalizados ese desastre, la extenuaci¨®n de nuestro medio, y hasta hay patadas para conseguir un sitio en la playa, las toallas se tocan unas con otras, hasta ah¨ª se extiende la propiedad. Y no nos gusta la porquer¨ªa de nuestros bares, las papeleras a rebosar de suciedad, el botell¨®n de las noches, las colas del supermercado ni los humos de los coches. Pero yo os digo que no. Ellos no tienen la culpa de convertir nuestros pueblos en estercoleros y nuestros bosques en incendios. Acusar a los depredadores del paisaje es una ingenuidad. Los c¨ªnicos, los pobres, tambi¨¦n nos hemos untado el bolsillo. Ah¨ª tenemos nuestro pisito.
El proyecto de la futura ley de protecci¨®n del paisaje de Galicia deber¨ªade tener eso en cuenta. Los intereses de todos a la hora de proteger nuestro medio. El paisaje como valor est¨¦tico es una invenci¨®n cultural del romanticismo. S¨®lo para los rom¨¢nticos, los urbanitas y los constructores ha sido un valor de cambio. Para el hombre que vive en la naturaleza, para los verdaderos due?os del paisaje, ¨¦ste ha sido siempre un medio de vida, una prolongaci¨®n de su propia existencia, nunca un lugar para solazarse. La nueva Ley del paisaje deber¨ªa tener en cuenta eso.
No se puede intervenir, restringir, acotar el medio natural sin darle a los habitantes de ese medio algo a cambio, alternativas para subsistir. Yo no concibo una ley de preservaci¨®n del medio natural que no vaya acompa?ada de un plan de desarrollo sostenible en esos lugares de ensue?o. ?En qu¨¦ quieren convertirlos? ?En bonitas estampas para excursiones? ?De qu¨¦ van a vivir los pueblos y los lugares hermosos? ?Da la belleza de comer?
Los ingleses como Lord Byron que viv¨ªan en ciudades asquerosas, polucionadas hasta la bandera, descubrieron el mar. De la naturaleza y su belleza gozaban s¨®lo los campesinos, que trabajaban la tierra, y los arist¨®cratas. En una sociedad urbana de clases medias, que se toma el paisaje como una huida vacacional y como inversi¨®n, no se puede pensar en la naturaleza en t¨¦rminos est¨¦ticos o rom¨¢nticos, ser¨ªa una vez m¨¢s darle la espalda a toda una sociedad y un modo de vida que ha perdurado hasta hoy, y que pr¨¢cticamente est¨¢ desmantelada: la vida activa de los pueblos, las aldeas, las peque?as comunidades productivas, los miles de villas de toda Galicia.
Al margen del valor de nuestra belleza hay que pensar que existe otra sociedad no estrictamente urbana, y que debe perdurar si de verdad queremos proteger el paisaje. Crear industrias sostenibles, conservar las que existen, organizar un sistema agr¨ªcola, pesquero y ganadero que permita a la gente seguir viviendo de sus propios recursos sin venderlos como fincas para la especulaci¨®n, o como paquetes tur¨ªsticos, o como retiro para la jubilaci¨®n.
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