Melilla, secretos del modernismo
Una ciudad en¨¦rgica y mestiza que sorprende por su arquitectura
Un altavoz desconchado de la mezquita del barrio de Mantelete comienza a exhalar una melod¨ªa -una oraci¨®n en realidad- con una voz femenina y ondulante que sobrecoge al forastero. En la cafeter¨ªa Los Arcos, las manos h¨¢biles de un camarero pliegan en cuatro una pasta dulce y arom¨¢tica que luego, recubierta de miel, lleva a una mesa donde cuatro mujeres maduras paladean un t¨¦ moruno a la menta. En la avenida central, dos ni?os acarician con sus pesta?as el vidrio del escaparate en el que se exhiben zapatillas deportivas. En la parte vieja, un Pedro Estopi?¨¢n de hierro, orgulloso como todo conquistador, blande su lanza como queriendo poner orden entre tanto revuelo. Y sobre toda esta agitaci¨®n, unos edificios misteriosos de chaflanes curvos y adornados con rostros de mujer adquieren con la oscuridad toda su plenitud.
"Todo el mundo reconoce la viveza de Melilla, pero pocos saben de su riqueza arquitect¨®nica. Lo m¨¢s curioso de la manera que tuvo la ciudad de forjarse fue que se hizo con el convencimiento de estar creando algo bello". Lo dice Antonio Bravo Nieto, historiador y uno de los embajadores de la faceta art¨ªstica de la ciudad, considerada la segunda de Espa?a en legado modernista despu¨¦s de Barcelona. "Fue una obra colectiva, en la que particip¨® a un tiempo el universo militar y civil de la ciudad. Melilla fue, en cierto sentido, como el Lejano Oeste americano, una tierra virgen en la que empezar de nuevo", explica.
Una tierra para renacer manteniendo bien visibles los gustos y privilegios de una clase burguesa orgullosa de s¨ª misma y con ganas de definirse en una provocaci¨®n calculada y elegante. Tras los acuerdos entre Espa?a y Marruecos que posibilitaron la ampliaci¨®n del territorio de Melilla, hasta entonces una fortaleza, la ciudad comienza en el siglo XX un nuevo ciclo en el que la sociedad civil llegada de la Pen¨ªnsula va sustituyendo la esfera militar. El modernismo se convirti¨® en el escaparate de este relevo y su se?a de identidad, como las cuentas de los collares de perlas de las nuevas damas o sus animadas veladas en el cine Monumental, el m¨¢s grande de la ¨¦poca en Espa?a.
Como una caja musical
Pasear por Melilla es asistir al desenlace de un experimento calculado. De un lado, una ciudad varonil y rancia, donde abundan las murallas, las odas al ej¨¦rcito y el peso de la piedra se convierte en ley. De otro, una urbe femenina, alimentada por las l¨ªneas curvas y cuajada de balcones que habr¨ªan encantado a los protagonistas de las historias de Poe o Gautier. De un lado, la obsesi¨®n por la defensa del intruso. De otro, un deseo de encandilar al visitante, una especie de gusto por acogerlo entre su cromatismo y su calidez. Melilla sigue siendo al mismo tiempo la cerradura de la caja de m¨²sica y la bailarina que gira en su interior.
Quiz¨¢ por ello, las grandes avenidas, trazadas con la ambici¨®n de emular el ensanche de Barcelona y las arterias berlinesas, fueron obra de ingenieros militares. La plaza de Espa?a, el parque Hern¨¢ndez, el primigenio ensanche y los primeros y ambiciosos planos de urbanizaci¨®n salieron de las fantas¨ªas de artistas de uniforme. De ellos fue el monopolio, hasta que, llegado de Barcelona, apareciera en 1909 Enrique Nieto, un disc¨ªpulo del arquitecto catal¨¢n Domenec i Montaner. En ¨¦l encontr¨® la ciudad el lenguaje arquitect¨®nico y la identidad que andaba buscando. En Melilla encontr¨® Nieto un lugar para experimentar y ser protagonista.
Pas¨® el desastre de Anual, se proclam¨® la Rep¨²blica, cay¨® Madrid, Franco se convirti¨® en caudillo, el hambre se hizo insoportable... En Melilla, mientras tanto, la arquitectura florec¨ªa gracias a un pu?ado de talentos, y una mejor latitud y coyuntura hist¨®rica. Se experiment¨® con todo: el modernismo, el art d¨¦co (tambi¨¦n en su variante aerodin¨¢mica), el neog¨®tico, el neo¨¢rabe...
En el n¨²mero 1 de la avenida de Juan Carlos I, una explosi¨®n floral en un edificio de Nieto recuerda el modernismo barcelon¨¦s. Algo m¨¢s adelante, el antiguo Economato Militar (hoy una moderna tienda de ropa) impresiona por el lujo de sus frontones y su color gris¨¢ceo azulado. Escondida en la calle de L¨®pez Moreno, la sinagoga de Yam¨ªn Benarroch adelanta en su imaginativa fachada la delicadeza de su interior. En la Casa de los Cristales, testigo escarmentado de mejores ¨¦pocas, los azulejos que forman composiciones geom¨¦tricas y exquisitas resisten como pueden el paso del tiempo. Un millar de edificios con trazas de alguna manera modernistas.
Empieza un nuevo d¨ªa en Melilla. La bruma densa que dej¨® el amanecer comienza a disiparse.Un grupo de hombres se re¨²ne en una terraza donde las chilabas se mezclan con las eternas chaquetas de pa?o. Comienza el mercado junto a la frontera, las especias brillan en sus cestos con un poder casi hipn¨®tico. Cuando la vista descansa, llegan los olores: a almendras amargas, a mandarinas, a pistacho, a carne ensartada en brochetas. En la frontera, los porteadores, con sus bolsas a reventar, inician una nueva jornada de trasiego entre dos mundos. Desde el barrio m¨¢s obrero al m¨¢s se?orial, los millones de ventanas de la ciudad -modernistas, delicadas, arabescas o simplemente vulgares- se abren para asistir al espect¨¢culo cotidiano de vivir en Melilla.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo llegar- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) tiene vuelos directos desde Madrid a Melilla a partir de 138,25 euros, tasas y cargos incluidos. Desde Barcelona, a partir de 229,05.- Acciona Trasmediterr¨¢nea (www.transmediterranea.es) tiene ferrys con dos conexiones diarias entre Melilla y M¨¢laga y una con Almer¨ªa.Comer- Los Salazones (952 67 36 52). Conde Alcaudete, 15. Cocina casera ideal para saborear marisco y pescados. Unos 35 euros.- La Onubense. General Pareja, 5. Un cl¨¢sico para tapear. Tapas abundantes con la consumici¨®n. Buenas roscas rellenas.- Casa Juanito (952 67 30 26). Marqu¨¦s Montemar, 30. Sabrosos pescados y carnes. Unos 25 euros.Informaci¨®n- www.melillaturismo.com.
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