Una huerta acosada por el cemento
Valencia seguir¨¢ creciendo "en un espacio finito y escaso", lo que para Javier Obart¨ª exige replantear el modelo de crecimiento. De acuerdo con sus c¨¢lculos, le quedan "menos de 1.000 hect¨¢reas de huerta para resolver sus necesidades futuras como ciudad", aunque disponga de otras que "necesariamente debe preservar". El Instituto Valenciano de Estad¨ªstica prev¨¦ un crecimiento de 65.000 habitantes entre 2005 y 2010 en la ciudad y 76.000 en el ¨¢rea metropolitana, lo que se traduce en unas necesidades de suelo urbanizable de 1.500 hect¨¢reas nuevas, de ellas 300 en Valencia. "De proseguir el modelo de crecimiento actual, la huerta est¨¢ condenada a desaparecer en el pr¨®ximo medio siglo s¨®lo por el crecimiento poblacional, al margen de la din¨¢mica inmobiliaria, infraestructural, portuaria, industrial y log¨ªstica, que puede acelerar dram¨¢ticamente su ocaso", acota.
En cinco a?os los habitantes de Valencia y su entorno aumentar¨¢n en 141.000, lo que requiere urbanizar 1.500 hect¨¢reas de suelo agr¨ªcola
El trazado de nuevas infraestructuras se a?ade al riesgo de la presi¨®n urban¨ªstica fragmentando la vega en espacios residuales y marginales
Fabi¨¢n Llisterri est¨¢ convencido de que la huerta se puede preservar sin que ello sea un impedimento al crecimiento. Desde su punto de vista, la sostenibilidad de la huerta habr¨ªa que plante¨¢rsela como un problema que hay que resolver. "No s¨¦ c¨®mo habr¨ªa que hacerlo", confiesa, "pero una huerta que no es sostenible como cultivo agr¨ªcola tiene una defensa muy complicada porque se degrada y es la soluci¨®n f¨¢cil para el crecimiento urbano".
Jim¨¦nez de Laiglesia tambi¨¦n es consciente de que "no es f¨¢cil" resolver el problema de la huerta, "pero donde hay complicaci¨®n hay oportunidad". "La huerta tiene posibilidades d¨¢ndole algunas vueltas", indica. Y relaciona que "cada vez hay m¨¢s gente dispuesta a pagar un sobreprecio a productos agr¨ªcolas de calidad".
El asesor urban¨ªstico apunta hacia una cuesti¨®n clave en la salvaci¨®n de la huerta: el reparto de las plusval¨ªas. "?El reparto de los beneficios de las cargas urban¨ªsticas est¨¢ inventado desde la ley de 1956!", exclama. Para apropiarse de las plusval¨ªas de la huerta, refiere que hay que "ponerla dentro de un ¨¢mbito urban¨ªstico que sea declarado urbano". "Cualquiera que edifique en el sitio autorizado tendr¨¢ que pagarle la parte proporcional de plusval¨ªa al propietario de la huerta protegida, lo que no puede ser es que por una l¨ªnea trazada por los de planeamiento el que est¨¦ a un lado sea multimillonario y el del otro se quede fastidiado. Es injusto, ileg¨ªtimo y podr¨ªa ser hasta ilegal. No se resuelve porque no hay voluntad pol¨ªtica, ya que hay que repartir los beneficios al diluirlos en una zona m¨¢s amplia", determina.
Obart¨ª augura que la huerta tiene su desaparici¨®n asegurada en los pr¨®ximos lustros "si la Administraci¨®n no afronta su protecci¨®n decidida como sucedi¨® en los a?os ochenta con El Saler y el Parque Natural de L'Albufera", aunque insiste en que dicha protecci¨®n no debe asfixiar a los n¨²cleos urbanos que integra.
Reconoce que la vigente legislaci¨®n urban¨ªstica genera tales plusval¨ªas y la actividad agr¨ªcola est¨¢ tan arruinada, que "ning¨²n labrador en su sano juicio es capaz de rechazar las suculentas pujas de los agentes urbanizadores". "?Qui¨¦n es capaz de rechazar 400.000 o 600.000 euros por hanegada?", inquiere.
Para Obart¨ª, la simple protecci¨®n administrativa no es suficiente: "Es necesario acompa?arla de medidas de gesti¨®n que permitan la continuidad de la actividad agr¨ªcola y la incorporaci¨®n de nuevos incentivos econ¨®micos y modos de vida". Y sugiere que "el car¨¢cter de absoluta singularidad en Europa de la huerta es una excelente plataforma de oportunidad para conseguir fondos europeos destinados a la restauraci¨®n, a la mejora continua e incluso a completar la renta de los moradores de tan valioso patrimonio de la humanidad".
Pero previene de otros riesgos adicionales que es necesario vencer, como: el relevo generacional, la apertura a nuevas actividades (turismo rural, restauraci¨®n) sin que se transforme en un parque tem¨¢tico o la integraci¨®n con la ciudad como espacio verde accesible, aunque es un reto dif¨ªcil, pues la huerta requiere, a diferencia del naranjo, mucho compromiso con la tierra. Asimismo, detecta otra amenaza para la huerta en el trazado de las nuevas infraestructuras, que adem¨¢s del efecto barrera que generan, "suponen la permanente fragmentaci¨®n del espacio hasta su trivializaci¨®n y conversi¨®n en espacios residuales marginales degradados, am¨¦n del deterioro o impacto paisaj¨ªstico inherente a las mismas".
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