Presos de los precios
"Un mercado libre es una suma de ciudadanos presos", se dijo Juan Urbano, que como todo aspirante a fil¨®sofo tiene una inclinaci¨®n natural a la paradoja, aunque la practica con prudencia porque sabe que su abuso volvi¨® majara a Zen¨®n de Elea, que para demostrar que la raz¨®n no siempre tiene la respuesta, se pas¨® media vida explicando que, desde el punto de vista te¨®rico, una persona no puede cruzar una plaza, porque primero llegar¨¢ s¨®lo a la mitad de ella, y luego a la mitad de la mitad, y despu¨¦s a la mitad de la mitad de la mitad, y as¨ª hasta el infinito. O sea, que tengan cuidado y ya saben: si se les acerca, por ejemplo, un tipo llamado Russell y les plantea su famosa pregunta de si existe un conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a s¨ª mismos; o se encuentran con un tal Hempel que les pida que opinen si una manzana roja incrementa la probabilidad de que todos los cuervos sean negros, no les hablen, dense la vuelta y corran.
Es curioso que la libertad de mercado consista en subir m¨¢s los precios de las cosas que m¨¢s se compran
La sentencia parad¨®jica que esta ma?ana se le vino a la cabeza a Juan Urbano, se le ocurri¨® mientras hac¨ªa la compra para la cena de Nochebuena, lo cual en esta ¨¦poca del a?o ya no consiste en mirar los alimentos, sino los carteles que tienen clavados, porque como todo el mundo sabe pero nadie parece querer impedir, el precio de todas las cosas, y especialmente de la comida, se dispara de tal manera por Navidad, que casi extra?a que el pescado o la carne no se vendan en las joyer¨ªas o que a los bancos no se les haya ocurrido ya ofrecer microcr¨¦ditos al 6% para comprar marisco. A Juan le dieron ganas de hacerse un men¨² subversivo a base de verdura y huevos con patatas, para salirse de las v¨ªas en que nos ponen estas fiestas entra?ables cuyo esp¨ªritu se resume con la palabra "indigesti¨®n". Pero no se atrevi¨® y tuvo que dejarse timar hasta que su cartera se qued¨® tan vac¨ªa que tuvo eco. Qu¨¦ le vamos a hacer.
Mientras volv¨ªa a casa, temiendo que en cualquier esquina lo asaltara una banda de ladrones de merluza para revenderla en el mercado negro, se pregunt¨® hasta qu¨¦ punto la libertad de precios, y el abuso que esa libertad generaba en este momento del a?o, no era una forma de especulaci¨®n tan viscosa como la inmobiliaria, s¨®lo que cambiando ladrillos por corderos. A fin de cuentas, la comida de diciembre no es m¨¢s que eso: gambas o pavos recalificados. "Pero cu¨¢l es la raz¨®n", se dijo, "de que todo se regule y los precios vivan al margen de la ley. Por ejemplo, la Consejer¨ªa de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid ha puesto en marcha una campa?a de inspecci¨®n del transporte de alimentos para garantizar que se realiza a temperatura regulada y, seg¨²n dicen, habr¨¢ inspectores que controlen las sedes de las empresas, las rutas de reparto, los muelles y las plataformas de distribuci¨®n, adem¨¢s de vigilar las estaciones de trenes y autobuses para evitar la entrada de productos transportados en veh¨ªculos destinados a viajeros y no acondicionados para mercanc¨ªas. Me parece fant¨¢stico, pero ?por qu¨¦ no vigilan tambi¨¦n los precios?", exclam¨®, volvi¨¦ndose hacia una se?ora que iba a su lado y que asinti¨® con la cabeza y, despu¨¦s de meditar unos segundos, dijo, llena de sabidur¨ªa popular: "Y m¨¢s en Madrid, que ya es la ciudad m¨¢s cara de Espa?a, con lo cual, en esto como en casi todo, aqu¨ª llueve sobre mojado".
"Es curioso", termin¨® de razonar Juan Urbano, mientras entraba en un bar a tomar un caf¨¦, "que la libertad de mercado consista en subir m¨¢s los precios de las cosas que m¨¢s se compran en cada ¨¦poca, cuando lo l¨®gico ser¨ªa todo lo contrario: a m¨¢s demanda, menos precio. Pero si as¨ª es como funciona el negocio, qu¨¦ le vamos a hacer". Y con esa resignaci¨®n entr¨® en la cocina de su piso y meti¨® su cena de Nochebuena en la nevera como quien guarda una fortuna en la caja fuerte. Luego se puso a mirar por la ventana y Madrid le pareci¨® una ciudad maravillosa, con esta luz de invierno que, sin duda, la hace uno de los lugares m¨¢s bellos del mundo. Las calles estaban llenas de personas encadenadas a sus bolsas que intentar¨ªan llegar a febrero cruzando enero, lo cual es imposible, como ya vio Zen¨®n, porque cuando llegas a la mitad de la n¨®mina, comienza el infinito. Feliz Navidad para todos, contra viento y marea.
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