Transformar el futuro
Durante mucho tiempo, para predecir el futuro se utilizaron los astros, el vuelo de las aves, las cartas del tarot o textos enigm¨¢ticos escritos siglos atr¨¢s. Hoy el inter¨¦s por saber qu¨¦ nos depara el porvenir sigue siendo grande. Pero es in¨²til utilizar esos m¨¦todos.
Si una persona quiere saber si va a vivir mucho o poco, no tira los dados, sino que va al m¨¦dico, quien dir¨¢ que fumar, comer en exceso y beber demasiado alcohol acortan (y empeoran) la vida. Cuando una empresa planea su estrategia, no escudri?a una bola de cristal, sino que hace estudios de mercado y cuida la innovaci¨®n. A diferencia de lo que ocurr¨ªa en el pasado, los gobernantes no tienen adivinos a sueldo, sino que encargan estudios a expertos para saber c¨®mo orientar las pol¨ªticas de su pa¨ªs. En el plano global tambi¨¦n disponemos de numerosos informes que, con datos s¨®lidos, indican las direcciones en que se encamina la historia.
Entre esas direcciones, hay buenas y malas noticias. El avance de la ciencia y la tecnolog¨ªa, la expansi¨®n de la democracia, el libre comercio y la globalizaci¨®n apuntan a un mundo mejor. Sin embargo, hay otras tendencias preocupantes, entre las que pueden destacarse tres. El uso desenfrenado de combustibles f¨®siles (carb¨®n, gas y petr¨®leo) junto a la explotaci¨®n de otros recursos vivos y no vivos de nuestro planeta conducir¨¢n a una cat¨¢strofe ecol¨®gica. Segundo, las tendencias econ¨®micas y de poblaci¨®n en ?frica y en Europa son inversas. Dentro de unas d¨¦cadas Europa ser¨¢ un continente m¨¢s viejo y m¨¢s rico, mientras que ?frica ser¨¢ paup¨¦rrima y superpoblada, con las enormes tensiones migratorias que esos desequilibrios provocan. Por ¨²ltimo, teniendo en cuenta que no se aportan medidas internacionales eficaces, la regi¨®n m¨¢s inestable del planeta, Oriente Medio, seguir¨¢ siendo un semillero de conflictos y exportar¨¢ inseguridad al resto del mundo.
En efecto, hemos avanzado mucho en el an¨¢lisis y previsi¨®n de las relaciones internacionales. Ahora bien, ?de qu¨¦ sirve predecir el futuro si no hacemos lo necesario para evitar los desastres que se anuncian, para hacer el futuro m¨¢s vivible y humano, para transformarlo?
Lo primero que habr¨ªa que responder es que el futuro se encuentra en gran medida en nuestras manos. El porvenir no est¨¢ escrito. El futuro no es un territorio ignoto, con sus monta?as, r¨ªos y valles, que est¨¢ esperando a ser descubierto, como eran las regiones inexploradas del globo hace siglos. M¨¢s bien, existen varios futuros posibles. El futuro que llegaremos a conocer ser¨¢ lo que nosotros hagamos de ¨¦l. Al avanzar, con nuestras acciones, iremos dibujando el paisaje que encontremos.
Para apropiarnos del futuro en la medida de lo posible, debemos apartar los restos de dogmatismo que todav¨ªa pueblan nuestro pensamiento. Por ejemplo, en la religi¨®n cristiana existen dos maneras de entender el futuro. Seg¨²n una forma m¨¢s oscura, el fin de los tiempos llegar¨¢ con el juicio final, imagen que, tras una larga trayectoria, se ha hecho hoy popular en Estados Unidos. All¨ª, muchos cristianos pertenecientes a corrientes evang¨¦licas, que se llaman "los olvidados" (left behind), hacen una lectura del Apocalipsis muy en l¨ªnea con las tradiciones milenaristas. Antes de la segunda parus¨ªa, habr¨¢ un momento de tribulaci¨®n y guerra (Armagedd¨®n), seguido de un largo reinado de los justos. Hasta decenas de millones de creyentes est¨¢n convencidos de que los sucesos internacionales actuales, sobre todo los relativos a Estados Unidos y Oriente Medio, constituyen se?ales claras de las profec¨ªas del Apocalipsis. Seg¨²n esos iluminados, frente a tales evoluciones ineluctables nuestro papel es muy limitado.
Afortunadamente, en la misma religi¨®n cristiana se da otra interpretaci¨®n m¨¢s moderna y razonable. En el cristianismo se ha impuesto de hecho la idea de libertad, que permite conformar nuestro destino y se convierte en fuente de responsabilidad. Adem¨¢s, la idea de esperanza, que se simboliza con la maravillosa met¨¢fora del nacimiento recurrente de un ni?o, complementa a la anterior e introduce optimismo.
Sin embargo, esto no debe interpretarse de manera ingenua como la soluci¨®n definitiva de nuestros problemas. La clave de una actitud m¨¢s valiente y confiada ante el futuro es rechazar la conclusi¨®n ilusoria de que alguien, humano o divino, va a resolver las cuestiones globales m¨¢s importantes. S¨®lo nosotros, a trav¨¦s del trabajo y el compromiso ¨¦tico y pol¨ªtico, podemos mejorar la condici¨®n humana, detener el deterioro del medio ambiente, la terquedad de la guerra o las terribles desigualdades que asuelan el mundo. Hoy sabemos que un ni?o, muchos ni?os que nacen pueden hacer un mundo mejor, pero tambi¨¦n que pueden terminar de destruirlo.
Cuando se trata de construir el futuro y no s¨®lo de predecirlo, hay que tener en cuenta igualmente que las contribuciones de los m¨¢s diversos horizontes son necesarias. Los Estados por s¨ª solos ya no pueden satisfacer las necesidades pol¨ªticas de los ciudadanos, por lo que es precisa la intervenci¨®n de otros actores. Desde arriba, la acci¨®n de organizaciones internacionales de ¨¢mbito universal o regional, como la Uni¨®n Europea, complementa a la de los Estados. Desde abajo, en una direcci¨®n ascendente, las empresas, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicaci¨®n y, sobre todo, los ciudadanos individuales, tienen tambi¨¦n un importante papel a la hora de actuar para conseguir un futuro mejor.
No obstante, es triste constatar que, en el momento actual, esa conjunci¨®n de esfuerzos no est¨¢ dando los frutos deseados, y las principales amenazas sobre nuestro futuro persisten e incluso crecen. Muchos expertos internacionales coinciden en advertir que numerosas se?ales de alarma est¨¢n encendidas. El hecho de que el liderazgo global de Estados Unidos, que es aceptado por las dem¨¢s potencias, no haya sabido identificar los verdaderos retos de nuestro tiempo tiene que ver con esta situaci¨®n. Tambi¨¦n la indecisi¨®n de la Uni¨®n Europea tras el frenazo del proyecto constitucional. A todo esto, el planeta fenece, Oriente Medio arde y la gobernanza global brilla por su ausencia.
En estas circunstancias, el riesgo es que, de los diversos futuros hoy posibles, en lugar de crear uno a nuestra medida, tengamos que sufrir lo que venga, un futuro residual resultado de nuestro conformismo. En lugar de transformar el futuro, soportarlo.
Mart¨ªn Ortega Carcel¨¦n es investigador en el Instituto de Estudios de Seguridad de la Uni¨®n Europea en Par¨ªs.
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