El factor Phelps
Edmund Phelps, colega m¨ªo en la Universidad de Columbia, ha recibido el Premio Nobel de Econom¨ªa 2006. Hace tiempo que deber¨ªan hab¨¦rselo dado. Aunque la Academia Sueca de la Ciencias ha valorado fundamentalmente sus aportaciones a la macroeconom¨ªa, Phelps tambi¨¦n ha hecho importantes contribuciones en otros campos, como la teor¨ªa del crecimiento y el cambio tecnol¨®gico, la estructura impositiva ¨®ptima y la justicia social.
La aportaci¨®n clave de Phelps a la macroeconom¨ªa fue su demostraci¨®n de que la interacci¨®n entre la inflaci¨®n y el desempleo resulta afectada por las expectativas, y dado que las propias expectativas son end¨®genas -cambian con el tiempo-, tambi¨¦n lo ser¨¢, por consiguiente, la relaci¨®n entre desempleo e inflaci¨®n.
De este enfoque se pueden derivar dos consecuencias para las pol¨ªticas econ¨®micas. Partiendo del an¨¢lisis de Phelps, algunos han concluido que la tasa de desempleo no puede bajarse permanentemente sin que se produzcan unos niveles de inflaci¨®n cada vez m¨¢s altos, de modo que las autoridades monetarias s¨®lo deben concentrarse en la estabilidad de los precios, apuntando para ello a la tasa de desempleo en la cual no sube la inflaci¨®n, la llamada "tasa de paro de inflaci¨®n estable" (NAIRU: non-accelerating inflation rate of unemployement).
Pero la tasa de paro de inflaci¨®n estable no es inmutable. La consecuencia correcta, en la que Phelps insiste, es que los gobiernos pueden y deben poner en pr¨¢ctica toda una variedad de pol¨ªticas distintas, en particular pol¨ªticas estructurales, a fin de permitir que la econom¨ªa opere con un nivel m¨¢s bajo de desempleo.
Las pol¨ªticas que se centran exclusivamente en la inflaci¨®n van desencaminadas por varias razones m¨¢s. En t¨¦rminos pr¨¢cticos, incluso controlando las expectativas (como insiste la obra de Phelps), la relaci¨®n entre paro e inflaci¨®n es altamente inestable. Es pr¨¢cticamente imposible descifrarla partiendo de los datos, salvo en alg¨²n periodo aislado.
Los cambios en los niveles de educaci¨®n, en la actividad sindical y en la productividad explican en parte esta inestabilidad. Pero, sea cual fuere la raz¨®n, quienes dise?an las pol¨ªticas econ¨®micas han de hacer frente a una incertidumbre considerable con respecto al nivel de la tasa de paro de inflaci¨®n estable. Han de mantener, pues, un dif¨ªcil equilibrio entre impedir que baje demasiado la tasa de paro, lo que desencadenar¨ªa un episodio de inflaci¨®n, y no forzarla a bajar lo suficiente, lo que resultar¨ªa en un derroche de los recursos econ¨®micos.
La manera en que cada cual percibe estos riesgos depende de los costes que conlleve enmendar los errores, lo que, a su vez, depende de otras propiedades de la interacci¨®n inflaci¨®n-desempleo que no entran en el an¨¢lisis de Phelps. Hay evidencia de peso que indica que el coste de enmendar el error de reducir demasiado la tasa de paro es muy bajo, al menos en Estados Unidos, donde esta relaci¨®n ha sido muy estudiada. Por lo que la Reserva Federal deber¨ªa poner m¨¢s empe?o en reducir al m¨ªnimo el desempleo, hasta que se demuestre que la inflaci¨®n empieza a subir.
Por el contrario, los halcones de la inflaci¨®n opinan que hay que atacarla de manera preventiva. Al margen de que la mayor¨ªa de los bancos centrales sean halcones de la inflaci¨®n, no se trata aqu¨ª de una cuesti¨®n de ciencia econ¨®mica, sino de religi¨®n. Hay muy poca evidencia emp¨ªrica, de haber alguna, de que la inflaci¨®n, en los ¨ªndices bajos o moderados que han prevalecido durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, tenga efectos perjudiciales significativos sobre la producci¨®n, el empleo, el crecimiento o la distribuci¨®n de la renta. Y tampoco existen pruebas concluyentes de que en el caso de que subiera ligeramente, no es posible revertir esa tendencia con un coste relativamente peque?o, en comparaci¨®n con los beneficios del incremento en el empleo y en el crecimiento que se disfrutar¨ªan a resultas de esa excesiva expansi¨®n econ¨®mica que condujo a la subida de la inflaci¨®n.
En los primeros a?os del decenio de 1990, la Reserva Federal y otros bancos centrales, pensaban que la tasa de paro de inflaci¨®n estable estaba en torno al 6%-6,2%. Bas¨¢ndonos en ciertos cambios en la econom¨ªa, yo y el equipo que trabajaba conmigo en el gabinete econ¨®mico asesor del presidente Clinton opin¨¢bamos que era mucho menor. Ten¨ªamos raz¨®n. La tasa de desempleo baj¨® a un 3,8% sin que la inflaci¨®n se disparara.
Esto es importante porque, como sostiene el gran economista Arthur Okun, reduciendo dos puntos la tasa de desempleo se incrementar¨ªa la producci¨®n en un 2%-6%, o entre 0,5 y 1,5 billones de d¨®lares, en el caso de Estados Unidos. Y eso es un mont¨®n de dinero, incluso para un pa¨ªs rico. Se podr¨ªa utilizar, por ejemplo, para apuntalar, al menos para los pr¨®ximos setenta y cinco o cien a?os, el sistema de seguridad social estadounidense.
La obra de Phelps ayuda a comprender la complejidad de las relaciones entre la inflaci¨®n y el desempleo y el importante papel que juegan las expectativas en esa relaci¨®n. Pero concluir que no se puede hacer nada contra el desempleo o que las autoridades monetarias deben centrarse exclusivamente en la inflaci¨®n significa utilizar de modo err¨®neo y distorsionado sus an¨¢lisis.
?sa es la visi¨®n de una determinada escuela de macroeconomistas modernos que dan por supuesto que las expectativas son racionales y que los mercados funcionan perfectamente. En otras palabras, que los individuos -a quienes suponen id¨¦nticos- utilizan toda la informaci¨®n disponible para predecir el futuro en un medio de competencia perfecta, sin deficiencias en el mercado de capitales y con una cobertura completa de todos los riesgos. No s¨®lo son absurdos estos supuestos, sino que tambi¨¦n lo son las conclusiones, a saber: que no existe el desempleo involuntario, que los mercados son completamente eficientes y que la redistribuci¨®n no tiene importancia. Seg¨²n esta escuela, que las pol¨ªticas gubernamentales sean ineficaces importa poco. Puesto que los mercados siempre son eficientes, no hay necesidad de intervenci¨®n gubernamental. Y hay algo todav¨ªa m¨¢s pernicioso en esta visi¨®n. Cuando han de hacer frente a la realidad del desempleo, muchos de quienes la defienden proponen que se debe s¨®lo y exclusivamente a los sindicatos y a la rigidez econ¨®mica que imponen los gobiernos. En un mundo "ideal", afirman, un mundo sin gobiernos ni sindicatos, no habr¨ªa paro.
Phelps lleva m¨¢s de treinta a?os demostrando que hay un planteamiento alternativo a ¨¦ste. Se ha esforzado por entender y descubrir qu¨¦ se puede hacer para disminuir el paro e incrementar el bienestar de los menos favorecidos. Pero tambi¨¦n se ha empe?ado en entender qu¨¦ es lo que hace din¨¢mica la econom¨ªa capitalista, qu¨¦ es lo que sustenta el esp¨ªritu emprendedor y qu¨¦ podemos hacer para fomentarlo. La econom¨ªa de Phelps nunca ha sido una econom¨ªa de la resignaci¨®n, sino de la acci¨®n.
Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Econom¨ªa. Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez. ? Proyect Sindicate. 2006.
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