El sabio cabreado
La ventolera de estima que le cay¨® a Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano (?vila, 1930) en la ¨²ltima d¨¦cada, con el Premio Nacional de las Letras o el Premio Cervantes en 2002, lo han puesto de p¨¦simo humor, o cuando menos han ratificado sus peores presagios sobre Espa?a, sobre Europa, sobre Occidente y sobre casi todo y sobre casi todos.
Entre las ¨²ltimas anotaciones de estos diarios de 2001 hasta 2004 hay una escrita no s¨¦ desde d¨®nde pero desde luego no desde la precisi¨®n, quiz¨¢ s¨ª desde el hast¨ªo molecular o el cansancio universal. Porque all¨ª se lee un concluyente diagn¨®stico: "Los hombres de hoy no parece que tengan conciencia de la ausencia de nada [al hilo de la ausencia de Dios], sino que no quieren tenerla; son felices, lisos y redondos. La imbecilidad es perfecta y autosatisfecha". Poco antes o poco despu¨¦s lamenta la metedura de pata de Valle-Incl¨¢n cuando escribi¨® una cosa tan bufa como Luces de bohemia; el "nihilismo alegre y desaprensivo" que nos invade le exaspera y significa que Europa est¨¢ suicid¨¢ndose, entre otras cosas porque las democracias carecen ya de "sustancia ontol¨®gica" que oponer a los totalitarismos, porque son ya s¨®lo "verborrea y abstracciones" y de ah¨ª que no vivamos en una democracia parlamentaria sino en una Granja Democr¨¢tica Avanzada (como los pollos).
ADVENIMIENTOS
Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano
Pre-Textos. Madrid,2006
215 p¨¢ginas. 17 euros
Las mejores p¨¢ginas est¨¢n muy lejos del comentario intempestivo de la actualidad porque ah¨ª pone su propio umbral de exigencia muy bajo, muy plano y, por cierto, tambi¨¦n muy infrecuente en sus cuadernos. El timbre de su calidad literaria y su lucidez m¨¢s cabal hay que ir a buscarlos en la reflexi¨®n remansada en la serenidad de sus debates con la tradici¨®n cristiana y la historia de la filosof¨ªa, adem¨¢s de la literaria. Y ah¨ª brilla como siempre en las anotaciones sobre sus autores, desde Pascal, Kierkegaard, Heidegger o Simone Weil hasta el alarmado Joseph Roth de los a?os treinta o el Dostoievski de los Demonios, y por supuesto los hombres de Port-Royal... Pero esta vez, la tercera pata del libro est¨¢ especialmente bien puesta: la estampa de paisaje, la acuarela abocetada pero cuajada de sentidos y buena prosa, el atisbo de un crep¨²sculo o la quietud pasmada de un campo de trigo y con el trigo caliente en las manos. ?se es un escritor espl¨¦ndido, lo es en este libro tambi¨¦n, aunque aparezca a ratos, en un cuaderno que parece afectado por la deriva apocal¨ªptica que tan mal se compadece con la observaci¨®n de los hombres, la naturaleza, la historia y la sociedad.
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