Malicioso C¨¢ndido
Triunfa en Par¨ªs la ¨®pera de Bernstein inspirada en Voltaire
C¨¢ndido es una novela de Voltaire publicada en 1759, pero tambi¨¦n es una opereta c¨®mica creada por Leonard Bernstein en 1956. Voltaire, muy impresionado por el terremoto que arras¨® Lisboa en 1755, quiso reaccionar contra la idea de que "todo va bien en el mejor de los mundos posibles", tal y como sosten¨ªa Leibniz. Voltaire somete a su h¨¦roe, el pobre C¨¢ndido, a toda suerte de perrer¨ªas; Bernstein, de la mano de su libretista, Lillian Hellman, quiso dejar bien claro que EE UU no era el para¨ªso en la tierra. Voltaire buscaba un ajuste de cuentas; Bernstein-Hellman se indignaban ante la caza de brujas. Voltaire obtuvo un gran ¨¦xito con su libro; Bernstein vio c¨®mo su ¨®pera era retirada tras unas pocas representaciones. Voltaire arremete contra las instituciones y la costumbre; Bernstein dinamita la comedia musical de Broadway. El p¨²blico de entonces no se lo perdon¨®, al menos hasta que compuso West Side Story.
Voltaire es el narrador, y la acci¨®n transcurre en el interior de un gigantesco televisor
Ahora, en el teatro del Ch?telet, en una puesta en escena del canadiense Robert Carsen y bajo la direcci¨®n de John Axelrod, disc¨ªpulo de Bernstein, se presenta, con enorme ¨¦xito, una nueva producci¨®n de C¨¢ndido. El propio Voltaire -encarnado por Lambert Wilson- es el narrador, y la acci¨®n transcurre en el interior de un gigantesco televisor -la escena-, del que el fil¨®sofo cambia los canales para ofrecer los sucesivos episodios ejemplares de la vida de C¨¢ndido.
Los reyes de Westphalia viven en la Casa Blanca, las guerras comportan amputaciones, violaciones y todos los horrores imaginables, el mar est¨¢ cubierto de chapapote, los grandes de este mundo, mientras discuten sobre nuevas guerras, llevan las m¨¢scaras de Blair, Berlusconi, Putin, Bush y Chirac -de Aznar ya nadie se acuerda-, el acceso a la libertad se paga prostituy¨¦ndose, el casino de Las Vegas es el Eldorado del Nuevo Mundo y jud¨ªos, homosexuales y comunistas son las v¨ªctimas preferidas del Ku-Klux-Klan cuando los negros les dejan un poco de tiempo libre en su pasi¨®n justiciera.
Si la m¨²sica de Bernstein se permite citar y bromear con los temas de otros compositores, ya sean valses o habaneras, en el estilo pompier de Gilbert&Sullivan o en el descarnado de Kurt Weill, es decir, si se maneja con igual comodidad con la tradici¨®n popular que con la culta, con la melod¨ªa empalagosa y la dodecafon¨ªa, no puede decirse lo mismo del libreto de Hellman. El sentido del humor no es una de las virtudes de la escritora y, menos a¨²n, cuando habla de pol¨ªtica. Hay ah¨ª una contradicci¨®n que la puesta en escena de Carsen intenta resolver utilizando la parodia y las referencias directas a la realidad inmediata. Eso es muy eficaz en todo lo que se refiere a la pintura de la american way life -ah¨ª Carsen s¨ª va de la mano de Voltaire y lo pone al d¨ªa- o en el juego con los medios de comunicaci¨®n, pero va mucho m¨¢s all¨¢ de lo que debiera en esa ya citada irrupci¨®n de los l¨ªderes pol¨ªticos -la broma es barata- o en la trascendencia ecol¨®gica que se quiere dar al mensaje final de C¨¢ndido que, tras comprender que ni vive "en el mejor de los mundos posibles" ni en un infierno en el que s¨®lo vale la corrupci¨®n, acaba cantando que "cada cual ha se saber cuidar su jard¨ªn", es decir, enterrar las grandes utop¨ªas e intentar vivir honestamente con los suyos. Carsen utiliza ah¨ª im¨¢genes de cat¨¢strofes. Es excesivo, y el resultado es tan engolado como el humor de Hellman repitiendo, una y otra vez, las m¨¢ximas del ¨¢lter ego de Leibniz, el doctor Pangloss, que es incapaz de transmitir el incre¨ªble delirio ideol¨®gico al que lleva al inventor de las m¨®nadas a justificar los mayores desastres como hechos ben¨¦ficos. Es una l¨¢stima, porque el resto del montaje es excelente y los int¨¦rpretes -William Burden, Anna Christy, Kim Criswell y Lambert Wilson-, m¨¢s que convincentes.
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