La realidad y el sue?o
Las noticias se han sucedido en un breve intervalo de tiempo. Primero, un comando yihadista es desarticulado por la polic¨ªa en Ceuta. Poco despu¨¦s, el presidente Zapatero logra ampliar el reconocimiento internacional, por lo menos en el plano de las instituciones, de su Alianza de las Civilizaciones. De entrada, la irrupci¨®n del islamismo violento en nuestro espacio pol¨ªtico, con la intervenci¨®n de ciudadanos espa?oles, no merece el menor comentario desde el Ejecutivo ni modifica sus planteamientos. La ¨²nica v¨ªa de salida para el reto terrorista debe as¨ª consistir en la creaci¨®n de una nueva atm¨®sfera en que desaparezcan todos los recelos interreligiosos. Llamar a las cosas por su nombre, piensan los "aliancistas", sirve s¨®lo para atizar el fuego.
Lo cierto es que en principio no existe contradicci¨®n alguna entre la persistencia de una actuaci¨®n de vigilancia y control desde Interior y la promoci¨®n de estructuras de entendimiento a escala supranacional. Las religiones encierran a veces componentes peligrosos: eso no significa que tenga sentido hoy un enfrentamiento siguiendo ejemplos del pasado. Otra cosa es, sin embargo, dar por bueno que las formas de actuaci¨®n terrorista en la l¨ªnea del 11-S nada tienen que ver con una determinada lectura del islam y son simples efectos de la globalizaci¨®n o de la incomprensi¨®n sembrada por Occidente. Las poblaciones musulmanas empobrecidas pueden servir de ej¨¦rcito de maniobra al islamismo radical, pero ¨¦ste es obra de minor¨ªas activas, indisolublemente ligadas a la utop¨ªa arcaizante que consiste en luchar contra los infieles occidentales -no s¨®lo americanos o jud¨ªos, tambi¨¦n contra nosotros-, para implantar el dominio del islam sobre la tierra bajo las pautas de comportamiento de "los piadosos antepasados" con la yihad por bandera.
El episodio de Ceuta es bien elocuente para el que no desee practicar la ceguera voluntaria. Y esa ceguera voluntaria, hoy por hoy, puede resultar muy costosa. No basta con la acci¨®n policial. Hay que llenar el espacio vac¨ªo entre esa pol¨ªtica represiva de una realidad amenazadora y las grandes palabras en grandes foros que luego nadie escucha. Ante todo, conviene crear estructuras de integraci¨®n de nuestra poblaci¨®n musulmana, evitar la constituci¨®n de guetos, convencer a los inmigrantes de que islam y democracia son compatibles, de una parte, y que si a ellos les dicen que la yihad es un deber irrenunciable se trata de una visi¨®n fan¨¢tica que invalida todas las afirmaciones sobre el islam como religi¨®n de paz y de justicia.
Frente a las observaciones precedentes, puede aducirse que el Gobierno no olvida esas pol¨ªticas activas. Ah¨ª est¨¢ el ejemplo de la creaci¨®n de la Casa ?rabe. Ahora bien, la personalidad de su directora, por lo dem¨¢s excelente conocedora de la sociolog¨ªa pol¨ªtica del mundo ¨¢rabe e isl¨¢mico, no autoriza a pensar que esas ra¨ªces end¨®genas del islamismo radical y del terrorismo, con su proyecci¨®n sobre nuestro pa¨ªs, vayan a ser abordadas. Gema Mart¨ªn Mu?oz se ha pronunciado en estas mismas p¨¢ginas con un sentido reverencial similar al de los creyentes sobre la figura de Mahoma, que a su juicio debe ser llamado Muhammad "que es su verdadero nombre": "Una figura bendita que, al ser elegido por Dios, no puede equivocarse en su labor de gu¨ªa" (26-II-2005). ?C¨®mo va a aceptar que una parte de su obra puede alentar a la violencia? Critica con rigor la pol¨ªtica de los Estados Unidos en Oriente Pr¨®ximo, pero no admite que tambi¨¦n un sector del islam, pretendidamente ortodoxo, pueda ser por s¨ª mismo protagonista del terror. Dif¨ªcilmente tolerar¨¢ que en su instituci¨®n est¨¦ presente la necesaria posici¨®n cr¨ªtica ante los mencionados procesos end¨®genos que llevan al yihadismo.
Y en fin, hace falta atender las necesidades religiosas de los inmigrantes musulmanes desde los poderes p¨²blicos, sin subvenciones de emires opulentos. Todo factor de humillaci¨®n debe ser eliminado. En sentido contrario, habr¨¢ que autorizar pero no celebrar la ejecuci¨®n de proyectos fara¨®nicos -perd¨®n, creyentes- como el planteado para las cercan¨ªas de C¨®rdoba, que tienden a fomentar el mito de Al-Andalus. Conclusi¨®n: la realidad es dif¨ªcil, pero abordable; el sue?o mal interpretado degenerar¨¢ en pesadilla.
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