Nueva vida en las d¨¢rsenas
Oosterdokseiland, el ¨²ltimo barrio de moda en Amsterdam
Las ciudades portuarias est¨¢n aprendiendo a sacarle partido a sus viejas zonas de diques, d¨¢rsenas y astilleros condenados a criar telara?as. Todo un vocabulario que hace pensar en un pasado de muchachotes estibadores con tatuajes de anclas en el antebrazo, pero cuyo presente y futuro se aleja bastante de ese imaginario popular. Los docklands de Londres son un ejemplo; Puerto Madero, en Buenos Aires, otro. Amsterdam, tradicionalmente experta en lidiar con el agua, est¨¢ ampliando su territorio mediante el proyecto llamado Oosterdokseiland, o isla de las d¨¢rsenas del este, que concluir¨¢ hacia 2009 con la mayor biblioteca p¨²blica de Holanda, un conservatorio de m¨²sica, hoteles, restaurantes y viviendas firmadas por arquitectos de primer¨ªsima fila como David Chipperfield o Frits van Dongen.
Mientras tanto, entre gr¨²as y aires de provisionalidad, la zona tiene ya suficiente inter¨¦s como para merecer m¨¢s de una visita. El plan ideal comienza acerc¨¢ndonos a McBike, en el edificio de Centraal Station, para alquilar una bicicleta de color rojo con frenos en el manillar, lo que nos coloca autom¨¢ticamente la etiqueta de turistas. No importa: seguimos hacia delante por una pasarela que conduce al edificio Post CS, un bloque anodino de hormig¨®n que no hay que desde?ar, pues dentro se encuentra la sede del Stedelijk Museum, que ocupa con su arte contempor¨¢neo temporalmente dos plantas del edificio.
El lugar so?ado para comer tras visitar el museo es el Club 11, restaurante por el d¨ªa y bar de copas con afamadas sesiones de disc jockey por la noche. Como su nombre indica, se encuentra en el piso 11 del edificio, rodeado por cristaleras que ofrecen una visi¨®n contempor¨¢nea de la ciudad, que desde ah¨ª resulta menos coqueta y peque?a de lo que pens¨¢bamos y m¨¢s emparentada con su prima hermana Rotterdam: gr¨²as, construcciones, pero tambi¨¦n muestras de arquitectura contempor¨¢nea que nos dejan gratamente sorprendidos.
Tras haberlo visto desde los ventanales del 11 nos dan ganas de visitar el edificio de cristal que alberga el nuevo auditorio Muziekgebouw aan'tij, ya sea para asistir a un concierto o para sentarse en sus escalones de tablillas de madera que simulan un embarcadero. A lo lejos, en otra orilla, se ve un cubo de colorines: es el Wilhemina Dok, un bar situado a pie de canal, de cuyo interior agradabil¨ªsimo nos tendr¨ªan que sacar por la fuerza. Para llegar al Wilhemina no hace falta ser propietario de un barco: el ferry que se toma detr¨¢s de Centraal Station nos lleva gratis cada 15 minutos.
El Nemo no queda lejos: un museo para aprender sobre protones y electrones o sobre por qu¨¦ los volcanes arrojan lava, pero tambi¨¦n para abandonar cualquier ansia de saber y apoltronarnos en su terraza-azotea escalonada y concebida, como el resto del edificio, por Renzo Piano. Y ser¨¢ al adentrarnos en las islas artificiales de nombres como Borneo, Java y KNSM cuando comprobaremos verdaderamente -y no sin cierta envidia- la genuina calidad de vida de Holanda: ni?os bicicleteando desde su destete, padres y madres comprando ramos de flores y esos salones de viviendas que vemos a trav¨¦s de los ventanales sin cortinas y que nos ponen los dientes irremediablemente largos.
Un club en el buque
Para comer o cenar, el Odessa se lleva la palma: un viejo buque mercante ruso reconvertido en restaurante y club gracias a un interiorismo de anuncio de Licor 43. Y si nos animamos a llegar hasta Levantkade, casi en los confines de KNSM, seremos recompensados con agradables terrazas frente al embarcadero como Kanis & Meiland, sencilla pero repleta de lugare?os, y con la tienda de ata¨²des m¨¢s sorprendente y optimista que podamos imaginar: De Odeuitvaartbegeleiding, que los fabrica de cart¨®n, de mimbre o de madera, con ardillas pintadas a mano.
Para alojarnos entre todo ese bienestar hay opciones excelentes como el Lloyd, un viejo hotel concebido para los emigrantes que part¨ªan hacia Am¨¦rica en los a?os veinte. Reformado por dise?adores y arquitectos holandeses de primera fila, el Lloyd cuenta con habitaciones de una a cinco estrellas y con un caf¨¦ restaurante simp¨¢tico al lado, De Cantine. Pero la elecci¨®n ad hoc ser¨ªa pasar unos d¨ªas en una casa barco: por la zona hay varios que ofrecen habitaciones acogedoras, flores por doquier y espacios recoletos para sentarse tranquilamente, lo que muy bien podr¨ªa ser una met¨¢fora de la propia Holanda.
Mercedes Cebri¨¢n es autora de El malestar al alcance de todos (Caballo de Troya).
GU?A PR?CTICA
Dormir- Lloyd Hotel (www.lloydhotel.com;00 31 20 561 36 36). Oostelijke Handelskade, 34. Habitaciones, entre 80 y 290 euros.- Alojamiento en casas-barco: www.houseboathotel.nl.Comer- Club 11 (www.ilove11.nl; 00 31 20 625 59 99). Oosterdokskade, 3-5. Entre15 y 20 euros.- Caf¨¦-restaurante Wilhemina Dok (www.wilhelmina-dok.nl; 00 31 20 632 37 01). Noordwal, 1. Abierto a diario,de 11.00 a 24.00. Unos 30 euros.- Odessa (www.de-odessa.nl; 00 31 20 419 30 10). Veemkade, 259. De 15.00 a 1.00 (viernes y s¨¢bado, hasta las 3.00). Unos 25 euros.- De Cantine (www.decantine.nl; 00 31 20 419 44 33). Rietlandpark, 373. Alrededor de 15 euros.- Kanis & Meiland (00 31 20 418 24 39; www.kanisenmeiland.nl). Levantkade, 127. Plato del d¨ªa, unos 10 euros.Visitas- Museo Stedelijk CS (00 31 20 573 29 11; www.stedelijk.nl). Oosterdokskade, 3-5. De 10.00 a 18.00. Nueve euros.- Nemo (www.e-nemo.nl; 00 31 20 531 32 33). Oosterdok, 2. Abre de 10.00 a 17.00. Entrada, 11.50 euros.- Muziekgebouw aan'tij (www.muziekgebouw.nl).Piet Heinkade, 1.Informaci¨®n- www.easterndocklands.com.- McBike (www.macbike.nl).
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