Nuestros nuevos socios
Claudia Domnu brindar¨¢ esta noche por el A?o Nuevo con la alegr¨ªa de quien ve cumplido un sue?o antiguo. Esta noche, ante un plato de sarmale, en el piso que comparte con su marido y dos compatriotas rumanos en Alcal¨¢ de Henares (Madrid), Claudia, de 48 a?os, har¨¢ proyectos como ciudadana europea de pleno derecho y enjugar¨¢ alguna l¨¢grima recordando los duros a?os pasados. "Por fin entramos en la Uni¨®n Europea", se dir¨¢ con los ojos brillantes. Tambi¨¦n alzar¨¢n sus copas con la misma ilusi¨®n Mirca, camarera rumana en un mes¨®n de Teruel; Vania y Sasho Georgiev, b¨²lgaros trasplantados a M¨®stoles; Arina Gruia e Ionela Petre, j¨®venes empleadas rumanas de Madrid; Iossif Davidov, periodista b¨²lgaro que trabaja en Fuenlabrada; Valent¨ªn Nitu, alba?il y futbolista afincado en Castell¨®n; Cornel Predoana, rumano con residencia en Madrid; Corina Truta, empleada de hogar, y Elka Petrova, golpeada por las bombas del 11-M a los cuatro d¨ªas de llegar desde su Bulgaria natal.Ellos, y la mayor¨ªa de los 400.000 rumanos y los 98.000 b¨²lgaros empadronados a d¨ªa de hoy en Espa?a, aunque cifras no oficiales hablan de 800.000 y 120.000, respectivamente.
"Rumania no puede llegar m¨¢s lejos ya. Necesitamos a Europa", dice Arina Gruia
Iossif Davidov, que sigui¨® de cerca el proceso espa?ol, espera que Bulgaria tenga el mismo ¨¦xito
"No hay palabras para agradecer a Espa?a lo que hemos conseguido", dice Claudia Domnu
Los emigrantes aportaron el a?o pasado a las arcas rumanas 3.000 millones de euros
Sasho pas¨® un a?o en Alemania, pero no pudo quedarse. "Alemania est¨¢ blindada", cuenta
La UE no lo es todo. Tendr¨¢n que subir los salarios para que se detenga el ¨¦xodo de b¨²lgaros
La incorporaci¨®n, ma?ana, de sus pa¨ªses a la Uni¨®n Europea representa un paso decisivo en el camino de la normalizaci¨®n democr¨¢tica y del progreso econ¨®mico. "Confiamos en que nos vaya tan bien como a Espa?a", dice el periodista Davidov.
Con la adhesi¨®n de Rumania y Bulgaria, la bandera de la UE arropa finalmente (a falta de cinco de las rep¨²blicas de la antigua Yugoslavia) a todos los pa¨ªses del antiguo bloque comunista europeo. La nueva Uni¨®n de 487 millones de habitantes, que alarga su frontera hasta el mar Negro, se prepara para readaptarse, reconocerse en sus nuevas dimensiones y aceptar este nuevo perfil, irregular, de 27 miembros.
El futuro inmediato no ser¨¢ f¨¢cil, y los pasos de los nuevos socios estar¨¢n estrechamente vigilados por Bruselas, que ha impuesto deberes de reducci¨®n de la corrupci¨®n y rigor presupuestario a los respectivos Gobiernos. Pero por complicada que sea la tarea, rumanos y b¨²lgaros la viven con la felicidad del n¨¢ufrago que ha logrado subirse al ¨²ltimo bote salvavidas. Atr¨¢s quedan los a?os duros del exilio econ¨®mico, de la entrada ilegal en la mayor¨ªa de los casos, del trabajo diario de sol a sol, del largo proceso hasta abrirse camino en la sociedad espa?ola.
Arina Gruia, de 28 a?os, psic¨®loga, "una se?orita" de Bucarest, hizo la vendimia en La Puebla de Almoradiel (Toledo), en 2002, antes de colocarse como consultora inform¨¢tica en una empresa de Madrid. Sasho Georgiev, de 42 a?os, toc¨® la tambur¨¢ b¨²lgara en las calles y en el metro de la capital espa?ola antes de encontrar empleo en la construcci¨®n. Elka Petrova logr¨® en un tiempo r¨¦cord su permiso de residencia y de trabajo, pero s¨®lo porque un fat¨ªdico destino la llev¨® a subirse a uno de los trenes de la muerte, en Alcal¨¢ de Henares, el 11 de marzo de 2004.
Todos llegaron a Espa?a por la ruta m¨¢s com¨²n. Entraron como falsos turistas en autob¨²s desde Sof¨ªa y Bucarest. Los que tardaron m¨¢s en salir, lo hicieron con menos riesgo. Bastaba un pasaporte limpio, un billete de regreso, la carta de un familiar y una suma de dinero para entrar en cualquier pa¨ªs del Espacio Schengen. Para Claudia Domnu, que sali¨® de Rumania hace siete a?os, las cosas fueron un poco m¨¢s dif¨ªciles, pero las circunstancias la echaron literalmente de su casa, en Piatra-Neamt, una peque?a ciudad en la Moldavia rumana, cuando cerr¨® la empresa para la que trabajaba como contable.
Hizo lo mismo que sus amigos estudiantes. Pagar 1.300 d¨®lares y subirse a un autocar. Fue el 26 de octubre de 1999. "El autob¨²s nos dej¨® en Holanda, pero all¨ª no hab¨ªa nada que hacer. No pod¨ªamos quedarnos. Mi primo y yo esperamos en una gasolinera, sin saber ad¨®nde ir, hasta que lleg¨® un cami¨®n espa?ol, y el conductor era rumano". Le pagaron 150 d¨®lares por un viaje a Madrid. Aqu¨ª encontr¨® trabajo de inmediato en el servicio dom¨¦stico. Enseguida lleg¨® su marido, ingeniero en paro tras el cierre de la empresa de automoci¨®n en la que trabajaba.
Claudia no se queja. Al contrario. Ha renovado dos veces su permiso de residencia, que ya es de cinco a?os. "Estamos muy felices. No tenemos palabras para agradecer a Espa?a lo que hemos conseguido". Libertad para moverse, para pedir un pr¨¦stamo. "Si trabajas puedes pagar una letra", dice en su espa?ol todav¨ªa inseguro. Aunque, en su caso, la letra es para la casa que se est¨¢n construyendo en Rumania. En Espa?a, su vida es trabajar, de la ma?ana a la noche, y ahorrar. Aqu¨ª gastan lo m¨ªnimo. El dinero lo env¨ªan a Rumania, que recibe sumas ingentes de sus emigrantes, convertidos en la mayor fuerza industrial del pa¨ªs, con aportaciones que el a?o pasado fueron de 3.000 millones de euros, el 4% del PIB total.
Claudia no se siente una v¨ªctima. Se declara feliz. "Los fines de semana nos visitan compatriotas, o les visitamos nosotros a ellos, y hablamos de nuestras cosas". Por ejemplo, de la entrada en la Uni¨®n Europea. "Es muy bueno para nosotros, podr¨¢ venir la gente sin miedo a cruzar la frontera. Y adem¨¢s en Europa hay muchos pa¨ªses adonde ir". Aunque ella no piensa moverse, salvo cuando llegue el momento de regresar. "No somos tan j¨®venes, no tenemos hijos. Pensamos en volver".
Volver. ?sa parece la prioridad general de la inmensa masa de rumanos dispersa por Europa. "Siempre y cuando no tengan hijos escolarizados", cuenta Miguel Fonda Stefanescu, presidente de la Federaci¨®n de Asociaciones de Inmigrantes Rumanos (Fedrom), integrada por 21 organizaciones en toda Espa?a. Pero incluso en las familias con hijos, la tentaci¨®n de volver est¨¢ siempre presente. En casa de Cornel Predoana, de 39 a?os, padre de dos chicas y de un chico (de 18, 14 y 15 a?os, respectivamente), la duda entre Rumania y Espa?a es constante. Y ¨¦l, por si acaso, compr¨® un piso en Madrid y se est¨¢ construyendo una casita en Bals, su pueblo natal, a 200 kil¨®metros de Bucarest.
El caso de Cornel Predoana es paradigm¨¢tico. Sali¨® de Rumania en 1997 con un visado para Tailandia. "Por 1.000 d¨®lares me trajeron directamente a Madrid. El autocar era de dos pisos, y ven¨ªa lleno". Cornel trabaj¨® como un loco en la construcci¨®n, tres a?os sin papeles, sin contrato alguno, y hoy tiene su propia empresa y emplea a tres personas, "todos familiares".
Si quisiera volver a Rumania tendr¨ªa trabajo seguro, porque ya no se encuentran alba?iles, ni fontaneros, ni expertos inform¨¢ticos. El exilio masivo ha vaciado el pa¨ªs, dej¨¢ndolo sin mano de obra. Las cosas no son muy diferentes en Bulgaria. "Faltan trabajadores. El Gobierno est¨¢ contratando a vietnamitas y chinos para cubrir las necesidades", dice Tihomir Nikolov, secretario de Balkan, asociaci¨®n de inmigrantes b¨²lgaros en Espa?a. Nikolov conf¨ªa en que, con la integraci¨®n en la UE, muchos b¨²lgaros regresen a su pa¨ªs, cuando la situaci¨®n mejore y aumenten los salarios. Quiz¨¢ entonces se lo planteen Sasho y Vania Giorgiev, curtidos ya en las dificultades del exilio. "Estamos muy ilusionados con la incorporaci¨®n a la UE", dice esta ¨²ltima, nacida hace 43 a?os en Sliven, peque?a ciudad de la Bulgaria interior.
Sasho empez¨® su particular carrera de emigrante en Alemania, en 1991. Pero s¨®lo pudo quedarse un a?o. "Alemania est¨¢ blindada", cuenta. Al final prob¨® suerte en Espa?a. Vino primero en una gira de m¨²sicos b¨²lgaros, en 1994. Y aqu¨ª se qued¨®, tocando en la calle. "Un se?or de Alicante nos oy¨®, y nos contrat¨® para el verano. Regres¨¦ a Bulgaria y en 2000 volv¨ª aqu¨ª porque me gustaba la vida en Espa?a". Al principio sobrevivi¨® tocando la tambur¨¢ en el metro. "Hasta que aprend¨ª algo del idioma. Y entonces trabaj¨¦ ilegalmente, como chico para todo en una obra de construcci¨®n".
Sasho trajo a su familia y logr¨® el permiso de trabajo en la regularizaci¨®n de inmigrantes de 2002. Primero se instal¨®, con Vania y los dos hijos, en el piso de su cu?ado. "?ramos ocho personas. No me gustaba". Pero enseguida se independizaron. Consiguieron una hipoteca y compraron un modesto piso en el barrio madrile?o de Vallecas. S¨®lo que estaba lejos de la escuela y del instituto donde estudiaban el hijo mayor, Giorgi, que ha cumplido ya 20 a?os, y la peque?a, Boyana, que tiene 13. La soluci¨®n fue alquilarlo a unos compatriotas, y alquilar a su vez un apartamento en M¨®stoles. En todos estos a?os han trabajado sin un momento de nostalgia, sin plantearse siquiera si el esfuerzo val¨ªa la pena. "Tenemos tanto que hacer, aprender el idioma, trabajar, que no nos queda tiempo de estar tristes", dice Vania con una sonrisa. Del techo del sal¨®n cuelgan algunas guirnaldas navide?as. La televisi¨®n est¨¢ encendida, y emite una pel¨ªcula francesa con subt¨ªtulos en b¨²lgaro. Las letras del alfabeto cir¨ªlico son la ¨²nica se?a de identidad nacional en el domicilio de los Giorgiev.
"Es que somos muy parecidos b¨²lgaros y espa?oles", dice Sasho. "En Alemania no hubiera aguantado. Eso lo digo fijo". Pero no todo son buenas palabras. Giorgi, el hijo mayor, dice sin pa?os calientes que su experiencia en Espa?a "ha sido muy negativa". Se refiere a los a?os de instituto en Madrid. "Cuando llegu¨¦ no sab¨ªa una palabra de espa?ol, en la escuela no sab¨ªa a qu¨¦ habitaci¨®n ir". Hoy trabaja en una empresa de montaje y distribuci¨®n de muebles de oficina. "Me siento b¨²lgaro y volver¨ªa a Bulgaria si la situaci¨®n mejorara", a?ade. Pero la situaci¨®n, le interrumpe su madre, no mejora. "Mi mejor amiga es profesora en Bulgaria, y gana el equivalente a 150 euros. As¨ª no se puede vivir". En cambio, en Espa?a reciben sueldos m¨¢s o menos dignos. Incluso el subsidio de desempleo que cobra Sasho en estos momentos es una fortuna comparado con los sueldos b¨²lgaros.
Por eso la entrada en la UE no lo es todo.Habr¨¢ que esperar a que los salarios suban en Bulgaria, para que los b¨²lgaros no sigan abandonando su pa¨ªs. Por eso, sindicatos y empresarios espa?oles han pedido (y obtenido) del Gobierno una moratoria de dos a?os antes de abrir el mercado laboral a los dos nuevos miembros de la UE. "Es la misma medida que se adopt¨® a ra¨ªz de la entrada de Polonia, en 2004. Lo que se pretende es evitar que se descompensen los mercados de trabajo en Rumania y Bulgaria y en Espa?a, y para lograr una equiparaci¨®n de la situaci¨®n en esos pa¨ªses", explica Almudena Fontecha, secretaria de igualdad de UGT. Pero el sindicato ha recibido muchas cr¨ªticas por defender la moratoria. "Nos han malinterpretado porque, a fin de cuentas, lo que nos preocupa es que el trabajador inmigrante tenga unos derechos. Con esta moratoria, rumanos y b¨²lgaros podr¨¢n circular libremente, pero para trabajar en Espa?a tendr¨¢n que pedir una autorizaci¨®n, es decir, tendr¨¢n que tener un contrato de trabajo".
"?Y como van a regular en dos a?os lo que no han regulado en siete?", se pregunta Arina Gruia, rumana, de 28 a?os, instalada legalmente desde 2005 en Madrid. UGT no tiene una respuesta clara, pero Fontecha recuerda que el verdadero efecto llamada es el de la econom¨ªa sumergida. "Los rumanos y b¨²lgaros vienen clandestinamente a Espa?a no porque los contingentes autorizados sean peque?os, porque casi ning¨²n a?o se cubren, sino por el reclamo que ejerce el mercado negro. Saben que vengan como vengan van a encontrar trabajo".
Un trabajo precario quiz¨¢, abusivo, mal pagado. "?Por qu¨¦ es Espa?a el pa¨ªs de la UE con m¨¢s servicio dom¨¦stico?", se pregunta esta sindicalista. La respuesta est¨¢ en la gigantesca oferta de mano de obra que hay en nuestro pa¨ªs sin demasiadas exigencias ni papeles. "Lo que pedimos es un mercado de trabajo regulado, ordenado, legal, al que estos trabajadores puedan incorporarse con todos los derechos", remata Fontecha.
Arina Gruia no parece convencida. La medida aplaza en cierto modo la realizaci¨®n del sue?o europeo para rumanos y b¨²lgaros, piensa. Aunque a ella no le afecta. Su futuro est¨¢ en Espa?a. De momento. Se acaba de matricular en la Complutense para hacer un m¨¢ster en recursos humanos. ?Brindar¨¢ esta noche, cuando Rumania, como una nueva Cenicienta, entre en palacio al fin? Arina da un sorbo a su t¨¦ y ataca con timidez el pedazo de la tarta sacher que ha pedido antes de responder que s¨ª. "La entrada en la UE va a ser muy buena. Va a subir el nivel de vida, las cosas van a mejorar; de hecho, ya han mejorado. Vamos a pasar a ser un pa¨ªs consumidor. Adem¨¢s, Rumania no puede llegar por s¨ª sola m¨¢s lejos de lo que ya ha llegado. Necesitamos a Europa". Eso s¨ª, advierte, "lo primero de todo ser¨¢ acabar con la corrupci¨®n".
Corina Truta, de 27 a?os, llegada de Bucarest en 1999, est¨¢ de acuerdo y precisa que ese c¨¢ncer se da a todos los niveles, no s¨®lo el pol¨ªtico. Corina trabaja como empleada dom¨¦stica, tiene un novio espa?ol y est¨¢ totalmente integrada. A su compatriota Valent¨ªn Nitu, de la misma edad, le cuesta, en cambio, encontrar las palabras. Nitu, top¨®grafo de profesi¨®n, lleva cuatro a?os en Castell¨®n, trabajando en la construcci¨®n. "Pero ya tengo la segunda tarjeta de residencia. ?sta es por dos a?os", dice. En Castell¨®n se encuentra bien. "Y puedo jugar al f¨²tbol". Primero jugaba en el equipo rumano local, ahora juega en el Vinaroz, "que est¨¢ en preferente", dice con orgullo. Todos los a?os vuelve a casa, pero s¨®lo de vacaciones. Ahora que se abren las puertas del club europeo, " salir no costar¨¢ nada; se acabaron las dificultades en las fronteras", dice.
Claro que la apertura ser¨¢ en ambos sentidos. Y eso es algo que inquieta un poco a Elka Petrova, b¨²lgara, de 52 a?os. "Me da miedo por la naturaleza tan limpia que tenemos en mi pa¨ªs", dice insegura Petrova, que ha venido a la iglesia ortodoxa griega de Madrid, como todos los domingos, a encender una vela. "No s¨¦ si creo en algo, pero me gusta hacerlo". Petrova saluda a otras mujeres en la fila. Esta noche festejar¨¢ el a?o viejo con unos familiares, en Toledo. Elka perdi¨® el t¨ªmpano del o¨ªdo izquierdo en la masacre del 11-M. Pero recibi¨®, a cambio, un mont¨®n de solidaridad y ayudas. "Del Ayuntamiento de Madrid, de la Embajada b¨²lgara, de la asociaci¨®n Balkan, de la de V¨ªctimas del 11-M". Petrova compra en la entrada de la iglesia un ejemplar del peri¨®dico de la inmigraci¨®n b¨²lgara en Espa?a, Hoba Dyma (Nueva Palabra). "El t¨ªtulo es un homenaje a un diario del siglo XIX que se llamaba La Palabra de los Inmigrantes B¨²lgaros", explica Iossif Davidov, relaciones p¨²blicas del diario, que vende unos 10.000 ejemplares en toda Espa?a. En la misma redacci¨®n, ubicada en la localidad madrile?a de Fuenlabrada, se edita tambi¨¦n el diario de los emigrantes rumanos en Espa?a, Noi in Spania, que tira 40.000 ejemplares.
Davidov fue corresponsal de la agencia de noticias b¨²lgara en nuestro pa¨ªs, en los a?os ochenta, y recuerda perfectamente el proceso de adhesi¨®n de Espa?a y Portugal. "Entonces las cosas eran m¨¢s complicadas. Ahora la UE tiene mucho rodaje en esto de la incorporaci¨®n de nuevos miembros. Nosotros esperamos que nos vaya en este proceso tan bien como a Espa?a".
Tambi¨¦n Horia Barna, director del nuevo Instituto Cultural de Rumania, inaugurado a primeros de diciembre en Madrid, sue?a con un progreso a la espa?ola para su pa¨ªs. "?Por qu¨¦ no?", se pregunta. "Rumanos y espa?oles somos muy parecidos. Los rumanos nos sentimos aqu¨ª como en casa, nos resulta f¨¢cil el idioma, entendemos las costumbres". La familiaridad es id¨¦ntica con muchos pa¨ªses de la UE. Por eso, entrar en Europa "es algo as¨ª como el regreso a casa".
Medio mill¨®n de nuevos votantes, un gigantesco 'caramelo' para los partidos
LOS PARTIDOS POL?TICOS han tomado ya buena nota de lo que representa en cifras absolutas y relativas el colectivo rumano y, en menor medida, el b¨²lgaro en Espa?a. S¨®lo en la Comunidad de Madrid viven 150.000 rumanos, al menos un tercio de los empadronados en nuestro pa¨ªs. Quiz¨¢ por eso, Bartolom¨¦ Gonz¨¢lez, alcalde popular de Alcal¨¢ de Henares -con 15.000 rumanos, uno de los municipios con mayor proporci¨®n de inmigrantes de esta nacionalidad, junto a Castell¨®n-, gast¨® 60.000 euros para celebrar la fiesta nacional de Rumania, a principios de este mes. Un gasto que fue muy criticado por los socialistas, aunque, obviamente, el PSOE no est¨¢ dispuesto a renunciar a esta considerable clientela pol¨ªtica.
La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, ha apoyado con entusiasmo la construcci¨®n de una iglesia ortodoxa para este colectivo, que se edificar¨¢ en Alcal¨¢, y no desaprovecha la ocasi¨®n de presidir congresos o actos p¨²blicos ligados a la comunidad rumana.
En Castell¨®n se abre paso la posibilidad de que un nuevo grupo (el Partido Independiente Rumano) juegue alguna baza en las elecciones locales, pero las asociaciones de inmigrantes no acaban de verlo con simpat¨ªa. En menor proporci¨®n, el colectivo b¨²lgaro representa tambi¨¦n un bocado para los pol¨ªticos en busca de votos. A partir de ma?ana, rumanos y b¨²lgaros tendr¨¢n derecho, en tanto que ciudadanos de la UE, a votar en las elecciones municipales. Claudia Domnu, por ejemplo, asegura encantada: "Todo el mundo va a votar". Pero no est¨¢ claro cu¨¢ntos de sus compatriotas lo har¨¢n finalmente. "Los b¨²lgaros somos muy activos pol¨ªticamente", asegura por su parte Tihomir Nikolov, que lleg¨® a Espa?a en 1992 y est¨¢ perfectamente instalado. En su calidad de secretario de la asociaci¨®n Balkan, sabe lo que piensan muchos de sus compatriotas. Por eso cree que el voto b¨²lgaro va a contar. "En Gand¨ªa, por ejemplo, hay una comunidad de 8.000 b¨²lgaros que puede ser decisiva. Tambi¨¦n en Mejorada del Campo o Villalba, el voto b¨²lgaro puede ser importante".
Nadie sabe si la entrada de Bulgaria en la UE provocar¨¢ un ¨¦xodo a¨²n m¨¢s masivo del que se ha producido hasta el momento. Tihomir no lo ve f¨¢cil. "Bulgaria ha reforzado much¨ªsimo sus fronteras, ahora es m¨¢s dif¨ªcil atravesarlas que antes".
Entre la simpat¨ªa y la suspicacia
EL EUROBAR?METRO DE JULIO de este a?o revela que los espa?oles son, junto con los griegos, los europeos del grupo de Los Quince m¨¢s favorables a la entrada de Rumania y Bulgaria en la UE. Un 55% est¨¢ de acuerdo con esta ampliaci¨®n, mientras que entre alemanes, franceses e ingleses, este porcentaje oscila entre el 34% y el 44%.
Un reciente sondeo del Real Instituto Elcano constata que el 60% de los espa?oles est¨¢ de acuerdo en que se imponga una moratoria de dos a?os al libre acceso de estos europeos a nuestro mercado laboral. Son datos que reflejan una actitud ponderada y, sin embargo, algunos de los entrevistados para este reportaje detectan rechazo social por culpa de su nacionalidad. Un sentimiento que coincide con algunos de los sondeos manejados por UGT, en los que los hijos de los inmigrantes denuncian mayor hostilidad por parte de la sociedad de acogida que la encontrada por sus padres.
?Tiene que ver en ello, como dice Arina Gruia, la profusi¨®n de noticias que hablan de bandas organizadas de rumanos y b¨²lgaros que operan en nuestro pa¨ªs? Miguel Fonda, presidente de Fedrom, cree que hay que distinguir entre inmigrantes y delincuentes. "He visitado hace poco una c¨¢rcel, y los rumanos que hab¨ªa dentro no tienen el perfil del inmigrante". Eso s¨ª, se?ala que hay un problema con los gitanos rumanos, que en tiempos del r¨¦gimen comunista ni siquiera eran censados, y son dif¨ªciles de controlar. Tahomir Nikolov, secretario de Balkan, cree que la UE tendr¨ªa que hacer un esfuerzo mayor para lograr la integraci¨®n de estos ni?os gitanos.
En cuanto a los estereotipos que pesan sobre los b¨²lgaros, cree que algunos tienen una base cierta. Nikolov admite que la descomposici¨®n del r¨¦gimen comunista, el desmantelamiento de parte del ej¨¦rcito y de la polic¨ªa han empujado a algunos de sus miembros a crear bandas organizadas. Una fuente de la polic¨ªa espa?ola se?ala que la delincuencia b¨²lgara "est¨¢ especializada en el robo de veh¨ªculos de alta gama y en el tr¨¢fico de drogas. La delincuencia organizada rumana utiliza la inmigraci¨®n clandestina para la explotaci¨®n sexual y laboral. Se dedican a la clonaci¨®n de tarjetas, hurtos en la calle y explotaci¨®n de menores".
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