H¨¦roes an¨®nimos
Un fot¨®grafo secuestrado en Gaza, pescadores en aguas de Malta rescatando inmigrantes a la deriva, un escalador jug¨¢ndose la vida para intentar salvar a un camionero en llamas, una cooperante tiroteada en Chad? Personajes an¨®nimos que se han convertido en noticia. ?ste es el relato de sus haza?as
Minerva Arag¨®n 30 a?os. Integrante de la asociaci¨®n Amigos del Parque Natural del Cabo de Gata.
"No pens¨¢bamos que pudi¨¦ramos parar las obras"
Su lucha logr¨® que el Gobierno y la Junta de Andaluc¨ªa anunciasen la expropiaci¨®n del terreno del macrohotel de El Algarrobico, en Carboneras (Almer¨ªa).
En una playa de arena gruesa y piedras, en el Parque Natural del Cabo de Gata, se levanta como un gigante el hotel de 20 plantas de El Algarrobico, una mole blanca convertida en s¨ªmbolo de la contestaci¨®n civil contra el urbanismo salvaje. Junto a esta construcci¨®n sin terminar, Minerva Arag¨®n, de 30 a?os, parece insignificante. Sin embargo, ella y otros como ella son justamente los que han conseguido vencer a este Goliat. "La verdad, ni siquiera nosotros mismos pens¨¢bamos que pudi¨¦ramos parar las obras. Muchos dec¨ªan que hab¨ªa mucho dinero detr¨¢s", comenta esta integrante de la asociaci¨®n Amigos del Parque Natural del Cabo de Gata.
Desde que hace cerca de tres a?os alguien se preguntase en Carboneras (Almer¨ªa) c¨®mo pod¨ªa estar construy¨¦ndose un macrohotel de 411 habitaciones en este espacio protegido, han sido muchos los ciudadanos, asociaciones y grupos ecologistas que han contribuido a que hoy se est¨¦ a la espera de su anunciada demolici¨®n. Pero, en realidad, muy pocos de ellos son del propio Carboneras, donde la mayor¨ªa de los vecinos defienden el hotel como fuente de empleo y riqueza. Minerva s¨ª vive aqu¨ª y por eso alguna vez la han insultado por la calle. "Yo estoy con mi pueblo y, si se necesitan hoteles, creo que se deben construir; eso s¨ª, en suelo urbano y cumpliendo la ley", comenta esta licenciada en Ciencias del Mar a quien desde hace un tiempo le cuesta encontrar trabajo.
Cuando era peque?a, Minerva sol¨ªa acercarse en primavera con su colegio a esta playa de El Algarrobico para golpear a la vieja remolona. Era tradici¨®n que los ni?os de Carboneras apalearan a este mu?eco vestido de negro hasta destrozarlo y sacarle de dentro todos sus caramelos. Ahora, Minerva contempla lo que los mayores han hecho de forma parecida con uno de sus paisajes favoritos. Y no puede estar callada: "Debe de ser por mi educaci¨®n; me han ense?ado a ser cr¨ªtica. Por eso creo que esto no es progreso". Una visi¨®n compartida por el Observatorio de la Sostenibilidad en Espa?a, donde alertan de que, de 1987 a 2000, el ¨²ltimo periodo del que se tienen datos, el territorio cubierto por hormig¨®n, ladrillo o asfalto en el pa¨ªs creci¨® casi un 30%.
"Te sientes muy sola". Esta carbonera asegura que, aun as¨ª, ella no ha tenido tantos problemas como otros que tambi¨¦n han alzado la voz en Andaluc¨ªa, Murcia, la Comunidad Valenciana, Madrid... Insultos, amenazas, coches destrozados, carteles contra ellos o juicios son parte del calvario que sufren muchos denunciantes de los planes urban¨ªsticos desmedidos. Es el caso de Julio Cachofeiro, al que escribieron con pintura en la fachada de su chalet: "Rascafr¨ªa puede vivir sin ti", "Rascafr¨ªa tiene que crecer", "Vete si no te gusta el plan". Despu¨¦s le rompieron el buz¨®n y rajaron las cuatro ruedas de su coche. TEXTO Y FOTOGRAF?A: clemente ¨¢lvarez.
Emilio Morenatti 37 a?os Fot¨®grafo de la agencia Associated Press Ha cubierto conflictos armados internacionales.
"Pretend¨ªa pasar 2007 en Gaza. All¨ª se cuece todo"
El periodista fue secuestrado el 24 de octubre durante 15 dram¨¢ticas horas en la franja de Gaza.
Jam¨¢s olvidar¨¢ Emilio Fern¨¢ndez Morenatti el pasado 24 de octubre. Fot¨®grafo de la agencia estadounidense Associated Press, sufri¨® ese d¨ªa un secuestro de 15 horas en la ca¨®tica Gaza. Ahora est¨¢ deseando volver, pero su empresa no autoriza el regreso por la inseguridad reinante. "En un curso de corresponsales de guerra que hice en Londres se practicaba un simulacro de secuestro. No tiene nada que ver con la realidad", afirma Morenatti. "Pretend¨ªa pasar todo el a?o 2007 en Gaza. All¨ª se cuece todo", dice, lamentando no poder volver.
Naci¨® en Zaragoza en marzo de 1969, pero a los pocos meses su familia se traslad¨® a Jerez. Luego vinieron sus viajes a Malaui, Irak y un trabajo de 14 meses en Afganist¨¢n. Desde marzo de 2005 vive en Jerusal¨¦n. Su bautismo de fuego tuvo lugar en una de las regiones m¨¢s conflictivas del mundo. "Estuve 23 d¨ªas empotrado con los soldados estadounidenses en la regi¨®n afgana de Baqtia, junto a la frontera de Pakist¨¢n. Lo pas¨¦ mal, con soldados a los que no entend¨ªa porque mi ingl¨¦s era de Jerez. Si vas con Associated Press, no te puedes volver atr¨¢s".
Todo empez¨® cuando Morenatti, de bisabuelo napolitano, era un quincea?ero. Su padre compr¨® una ampliadora en blanco y negro para su hermano Miguel ?ngel, dos a?os menor. Emilio comenz¨® a trabajar para el diario El Guadalete. "Ped¨ªa a mi padre, inspector de polic¨ªa, que me avisara si pasaba algo. Pero la competencia siempre llegaba al mismo tiempo". Y ?c¨®mo no? Quien imped¨ªa que algunas de sus fotograf¨ªas fueran exclusivas era su propio hermano, empleado entonces en el Diario de Jerez. El inspector siempre llamaba dos veces.
Morenatti se traslad¨® a Sevilla para cubrir la Expo 92. No hab¨ªa cumplido a¨²n los 21 a?os cuando le concedieron el Premio Andaluc¨ªa de Periodismo. Un a?o despu¨¦s entr¨® en la agencia Efe, donde trabaj¨® hasta 2003. Entonces lleg¨® el espaldarazo. Cubri¨® el conflicto de la isla Perejil, AP le hizo una oferta y Efe le concedi¨® la excedencia.
Si los riesgos inherentes a su profesi¨®n le resultan soportables, no llev¨® tan bien el ajetreo que se organiz¨® tras el secuestro en Gaza. "Me han llegado hasta propuestas de matrimonio". Ahora est¨¢ indeciso. A?ora Gaza; y si no, no hay m¨¢s que remitirse a los n¨²meros. En pocos lugares puede un fot¨®grafo de AP enviar 1.700 fotos al a?o para ser distribuidas por todo el mundo. "Gaza es un lugar muy agradecido", sentencia.
Por Juan Miguel Mu?oz.
Vicente S¨¢nchez 28 a?os Secretario de salud laboral en el sindicato Comisiones Obreras.
"Quiero que acabe el a?o. Volver a mi vida normal"
Arriesg¨® su vida por salvar a un hombre de un cami¨®n en llamas en junio. Dos meses m¨¢s tarde, ¨¦l sufri¨® un accidente de escalada en el Pirineo franc¨¦s. Tres gendarmes acudieron en su ayuda. Se ha convertido en un rescatador rescatado.
Si usted es de los que creen que existe una cierta justicia en el universo, un orden que propicia que lo que uno da, el cosmos se lo devuelve, esta historia alimentar¨¢ su fe. Vicente intent¨® salvar, y poco despu¨¦s fue salvado. Quiso liberar de las llamas a un conductor cuyo cami¨®n se acababa de precipitar 30 metros desde un puente, y no dud¨® un instante en poner en juego su propia vida. Dos meses despu¨¦s ca¨ªa 25 metros en una pared del pico m¨¢s alto del Pirineo franc¨¦s y se part¨ªa el tobillo: a los 40 minutos apareci¨® un helic¨®ptero y tres gendarmes lo rescataron.
Cae la tarde sobre el barrio de Usera (Madrid) y Vicente aparece, con barba a lo Che Guevara, chaqueta de pana y bast¨®n. "Parezco el doctor House", bromea. Desea que acabe 2006. El a?o en que su rostro salt¨® a la primera p¨¢gina del peri¨®dico.
D¨ªa 16 de junio. T¨¦rmino municipal de Cabanillas de la Sierra (Madrid). Vicente regresa con su amigo Ram¨®n del pico de la Miel cuando un cami¨®n cae por un puente en el kil¨®metro 55 de la
A-1. Cami¨®n en llamas, dos brazos que piden ayuda desde la cabina, Vicente saca a Rub¨¦n, lo carga sobre sus hombros, intenta reanimarlo. Rub¨¦n, camionero de 23 a?os, fallece en poco minutos.
D¨ªa 29 de agosto. Pico de Vignemale, en los Pirineos franceses. Vicente cae de espaldas 25 metros en presencia de su amigo Xavi. Tiene un pie roto a la altura del tobillo, el codo inflamado, los dedos quemados del roce, no puede moverse, no hay cobertura de m¨®vil. Se le ocurre utilizar la manta t¨¦rmica para hacer se?ales de humo. Los destellos alertan a un hombre en un refugio. A los 40 minutos llega un helic¨®ptero al rescate. "En ese momento llor¨¦. Era la alegr¨ªa de la solidaridad humana". Dos d¨ªas en el hospital, repatriaci¨®n en ambulancia, fractura de astr¨¢galo (un hueso del tobillo), seis semanas sin poder andar y cuatro meses de baja.
Vicente tiene 28 a?os y dos pasiones: la monta?a y el sindicato. Trabaja como secretario de salud laboral de la Federaci¨®n de Construcci¨®n de Comisiones Obreras. En pocos d¨ªas comenzar¨¢ la obra de la casa que se acaba de comprar, en Carabanchel. "En marzo ser¨¦ carabanchelero, como Rosendo y Marcelino Camacho". Tras su haza?a recibi¨® la medalla de oro al m¨¦rito ciudadano (concedida por la Comunidad de Madrid) y la medalla de oro al m¨¦rito de la seguridad vial (Ministerio del Interior). "Quiero que acabe el a?o. Volver a mi vida normal, sin sobresaltos".
Durante su convalecencia, Vicente apunt¨® las cinco cosas que har¨ªa al recuperar la forma. Una de ellas, volver a Vignemale. "No soy un temerario. Pero me gusta la monta?a, el vencerse a uno mismo". Aunque su madre le diga que a este paso llegar¨¢ a viejo antes de tiempo, Vicente volver¨¢ a ese pico franc¨¦s. "Pero ir¨¦ cuando haya hielo".
Por Joseba Elola.
Silvia Gaya 37 a?os Cooperante internacional del Fondo de las Naciones Unidas para la Ayuda a la Infancia (Unicef).
"Perdonadme por no terminar mi trabajo"
Trabajaba con los m¨¢s desfavorecidos en los campos de refugiados de Chad, junto a la conflictiva regi¨®n sudanesa de Darfur, cuando fue tiroteada. La cooperante estuvo a punto de perder un brazo. Pero ahora cuenta en primera persona que est¨¢ deseando volver a continuar con su tarea.
Cuando llegu¨¦ a mi casa en Abech¨¦, me di cuenta de que estaba sola. Tuve miedo y mi sentido com¨²n me llev¨® a proponer a un colega de Oxfam que viniera a dormir ese fin de semana a casa para protegerme si la asaltaban o si los guardianes decid¨ªan hacernos algo. As¨ª que cog¨ª el coche y fui a buscarlo. Eran cerca de las 18.45 cuando par¨¦ con el coche delante de la puerta de Oxfam. Y all¨ª empez¨® la pesadilla. Vi al joven que me apuntaba con un Kal¨¢shnikov para robarme el coche. Casi pierdo mi vida, un brazo y toneladas de ilusi¨®n por el ruido met¨¢lico de un Kal¨¢shnikov.
No tuve miedo hasta que me dispar¨® por primera vez. Luego sent¨ª p¨¢nico. Ten¨ªa la certeza de que nadie vendr¨ªa a salvarme y estaba segura de que volver¨ªa a tirar. Y as¨ª fue: la bala del segundo disparo entr¨® por la espalda y sali¨® por el brazo, reventando el b¨ªceps, la arteria humeral y el h¨²mero, y seccionando algunos nervios. Luego abri¨® la puerta, me arrastr¨® y cogi¨® el coche de Unicef (claramente identificado). Se larg¨®, dej¨¢ndome en un charco de sangre. Mi brazo estaba todav¨ªa unido por un trozo de carne a mi cuerpo. Empec¨¦ a gritar ayuda a Oxfam GB y enseguida me asistieron.
Mikha me sosten¨ªa dentro de un coche y Dieudonn¨¦ practicaba un torniquete salvador. Llegamos a la base militar y Mikha repet¨ªa: "?Silvia, aguanta! ?Eres muy fuerte y te queremos mucho!". Yo gritaba que, por favor, no me dejaran morir ni que me cortaran el brazo. Me quedaba mucho trabajo por hacer todav¨ªa. "Por favor, promet¨¦dmelo, no me dej¨¦is morir. Mi brazo, mi brazo?". Un joven con turbante de apenas 15 o 16 a?os, con la mirada perdida por las drogas y armado con un Kal¨¢shnikov, me destrozaba la vida. Ahora que disfrutaba dando una respuesta humana ante el sufrimiento de tanta gente. Yo s¨®lo pensaba en la injusticia de morirme ahora.
Ya en la base militar francesa me retorc¨ªa de dolor y ped¨ª que me durmieran. Aquello era insoportable. Tuve lucidez para pedir que no llamaran a mi padre, enfermo de coraz¨®n. Y para decir que yo era O Rh-. Llegaron Bechir, responsable de Unicef en el este de Chad, y Claire, responsable de UNHCR en la misma zona. "Perdonadme por no acabar el trabajo con los desplazados".
En la base de Abech¨¦ decidieron evacuarme de urgencia a N'Djamena con un avi¨®n de UNHCR. Dieudonn¨¦ sigui¨® haci¨¦ndome el torniquete durante siete horas hasta que fui asistida por los m¨¦dicos de l'arm¨¦e fran?aise en N'Djamena. Ellos tambi¨¦n hicieron lo posible y lo imposible por salvar mi vida. Otro avi¨®n de la armada francesa sali¨® de Par¨ªs para buscarme. Mi muerte parec¨ªa inevitable.
Todo el mundo me miraba con curiosidad cuando yo dec¨ªa que me encantaba estar en Chad, el entorno m¨¢s duro y dif¨ªcil que he conocido. En una especie de programa de urgencia para cinco millones de habitantes sumidos en la extrema pobreza. Yo era responsable en el este de Chad de los proyectos de agua potable y saneamiento de Unicef, tanto en los campos de refugiados sudaneses como en los pueblos. Tambi¨¦n era la responsable de implantar acciones integradas en las escuelas para cubrir las necesidades de los ni?os y ni?as en muchos ¨¢mbitos (salud, higiene, educaci¨®n, protecci¨®n, acceso a agua, nutrici¨®n?). Quer¨ªamos extender ese modelo. Un trabajo de emergencia, entre los 220.000 refugiados de Darfur, las crisis peri¨®dicas de c¨®lera y hepatitis E, y los desplazados de los pueblos de la frontera, atacados por janjaweeds procedentes de Sud¨¢n. Casi 60.000 desplazados viv¨ªan bajo los ¨¢rboles, a 50 grados o m¨¢s. Sin nada que hacer ni comer.
Empez¨¢bamos a ser un equipo. Bechir nos uni¨® y empez¨® a sacar lo mejor de cada uno de nosotros. Ten¨ªamos un programa para todo el este de Chad, dise?ado con el apoyo de los responsables de la oficina en la capital, N'Djamena. Yo era feliz all¨ª. Trabajaba d¨ªa y parte de la noche con el ¨²nico descanso de media hora para hacer footing con Jasmine y Fernando en la base militar francesa, el ¨²nico lugar seguro. Las Naciones Unidas empezaron a evacuar gran parte de su staff internacional. S¨®lo en el este de Chad, 200 personas -entre ONG y personal de Naciones Unidas- fueron trasladadas a Camer¨²n. Yo estaba en las listas de evacuaci¨®n, pero insist¨ª en quedarme para dar agua a los desplazados que llegaban a Goz Beida. Encontrar agua en Chad es muy dif¨ªcil. Y s¨®lo ¨¦ramos dos expatriadas de Unicef: Paola, responsable de la suboficina en funciones, y yo. A pesar de los pocos que est¨¢bamos en Goz Beida, conseguimos que todas las agencias de Naciones Unidas y ONG intervini¨¦ramos conjuntamente.
Tras mi percance, d¨ªas despu¨¦s de un coma inducido, vi la cara de mis padres y mis hermanos. Mi brazo todav¨ªa corr¨ªa peligro, pero hab¨ªa salvado la vida. Despu¨¦s de seis meses en los que pas¨¦ 17 veces por el quir¨®fano y perd¨ª todas mis fuerzas, conserv¨¦ mi brazo y las ganas de seguir luchando.
Han pasado siete meses y sigo en Percy haciendo la rehabilitaci¨®n de mi brazo. Pero no he perdido mi pasi¨®n por trabajar en ?frica; por trabajar en Unicef por los derechos de millones de ni?os y ni?as olvidados en su miseria diaria. He ganado mucho: el apoyo de toda mi familia, de montones de amigos que vienen a so?ar conmigo. So?ar que otro mundo es posible. So?ar que todo nuestro esfuerzo vale la pena y tiene un impacto en esos ni?os. Y que a pesar de las dificultades, siempre habr¨¢ una chispa en sus ojos y millones de sonrisas.
Por Silvia Gaya.
Tripulaci¨®n del 'Francisco y Catalina': R. Marcote, J. Dur¨¢, A. Baeza, J. Valero, B. Molina, J. N. Antelo, J. Toba, J. P. Lafuente, A. Dom¨ªnguez y M. P. Vall¨®n.
"Hicimos lo que nos sali¨® del coraz¨®n"
Rescataron a 51 inmigrantes de una patera a la deriva, sin comida ni agua, el 14 de julio en el mar de Malta, a 100 millas de la costa. Desde entonces, la tripulaci¨®n del 'Francisco y Catalina' no ha cesado de recibir premios y condecoraciones.
"Jos¨¦ me dice: 'T¨² est¨¢s en tierra y yo en el mar; si pudiera ir¨ªa yo? Pero no lo tengo tan claro", bromea Pepi Irles. Ella es la mujer de Jos¨¦ Dur¨¢, de 40 a?os, patr¨®n del Francisco y Catalina y natural de Santa Pola (Alicante). Se ha convertido en una especie de representante en tierra de la popular tripulaci¨®n, que pasa apenas 50 d¨ªas al a?o en casa. Pepi recita de carrerilla los trofeos de la odisea: "La medalla de oro de la Cruz Roja, la del M¨¦rito Civil...". La lista es interminable.
No es que no est¨¦n agradecidos; es que no comprenden el revuelo provocado por un rescate que ellos siguen atribuyendo al c¨®digo del mar, que obliga a socorrer al que est¨¢ en peligro. "Sea blanco, negro, vaya en yate o en patera", aclara Jaime Valero, el cocinero del barco. "No somos h¨¦roes: somos pescadores de gambas", insiste Bautista Molina, el segundo patr¨®n. "Hicimos lo que ten¨ªamos que hacer, lo que nos sali¨® del coraz¨®n", a?ade Jos¨¦ Dur¨¢. No consideran como proeza los siete d¨ªas y medio de espera que pasaron con 51 inmigrantes a bordo. Paralizados por el sol abrasador, la falta de espacio y una patrullera maltesa que no les dejaba arrancar el motor, llegar a puerto y desembarcar a los n¨¢ufragos. Mientras media docena de pa¨ªses echaban un pulso diplom¨¢tico y regateaban el n¨²mero de sin papeles de los que se iba a hacer cargo. Espa?a acogi¨® a 29 de ellos.
"Sab¨ªamos que ser¨ªa un problema, aunque no tan complicado", recuerda Jos¨¦ Dur¨¢ desde el barco. Ahora est¨¢ de nuevo pescando en aguas de Malta. Cada d¨ªa sin pescar supon¨ªa unos 6.000 euros de p¨¦rdida -el consejero de Agricultura y Pesca, Juan Cotino, les prometi¨® una ayuda de 50.000 euros. "Pero nos dicen que Hacienda a¨²n no ha abierto la caja", afirma Pepi-. Podr¨ªan haber pasado de largo, como otro barco malt¨¦s que ni siquiera llam¨® a las autoridades del puerto. Pero desde el Francisco y Catalina vieron agitarse sobre la patera aquellos brazos, incluidos los de una ni?a de dos a?os, y los acogieron en su peque?a embarcaci¨®n.
La tripulaci¨®n se organiz¨® como pudo para convivir con 51 n¨¢ufragos. Hace poco, algunos de ellos que ahora viven en un centro de acogida de Sevilla y aprenden castellano visitaron a la tripulaci¨®n en Santa Pola. Jaime Valero, el cocinero, confiesa que les pregunt¨® si hab¨ªan comido bien en el barco. Le contestaron, entre risas: "?Mucho mejor que en el centro!". Dur¨¢, el patr¨®n, concluye: "De lo que m¨¢s satisfecho estoy es de haber visto que ahora est¨¢n bien y que les hemos dado una oportunidad. Lo dem¨¢s queda para recordar entre nosotros alg¨²n d¨ªa, cuando estemos en el mar, y sentirnos bien".
Por Natalia Junquera
Mar¨ªa Jos¨¦ Alonso 48 a?os Catedr¨¢tica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Santiago de Compostela.
"La financiaci¨®n para investigar es todav¨ªa escasa"
Ha sido elegida por la Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates como un 'cerebro con coraz¨®n'. El matrimonio fil¨¢ntropo ha galardonado sus investigaciones para el suministro de la vacuna contra la hepatitis B a los habitantes m¨¢s desfavorecidos del planeta.
Su padre tuvo que leerle la cartilla en primero de bachillerato. Con 10 a?os, esta hija de tenderos de Carrizo de la Rivera (Le¨®n) suspendi¨® todas las asignaturas. Si sus padres hubiesen sabido entonces el futuro acad¨¦mico de su peque?a, no se habr¨ªan inmutado. Pasados 35 a?os de aquello, esta catedr¨¢tica de Farmacia, fascinada de peque?a por la botica de su pueblo, trabaja hoy en el dise?o de una vacuna especial contra la hepatitis B en la Universidad de Santiago de Compostela. Para sanar a los pa¨ªses m¨¢s pobres del planeta. Mar¨ªa Jos¨¦ Alonso indaga la soluci¨®n en las nanopart¨ªculas, unas pizcas de materia que miden la millon¨¦sima parte de un mil¨ªmetro.
La Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates ha elegido este a?o a la profesora Alonso para trabajar en el programa cient¨ªfico para curar los graves problemas de salud que matan al Tercer Mundo. Ella y su equipo compostelano se exprimen las neuronas para que la vacuna de la hepatitis B pueda ser suministrada por la nariz gracias a las nanopart¨ªculas. Las jeringuillas en esta parte del planeta son un peligro.
La profesora Alonso conoci¨® las nanopart¨ªculas en la Universidad de Par¨ªs Sur. Corr¨ªa la d¨¦cada de los ochenta y la investigaci¨®n en Espa?a estaba en pa?ales. La aguerrida berciana volvi¨® a Compostela, con el profesor Jos¨¦ Luis Vila Jato. Considera que la investigaci¨®n cient¨ªfica en Espa?a ha progresado desde la transici¨®n de forma "espectacular"; pero recuerda que la financiaci¨®n es a¨²n "muy inferior" a la de otros pa¨ªses europeos: "Antes hac¨ªamos posdoctorados espectaculares en el extranjero; algunos de aqu¨ª no tienen hoy nada que envidiar a los de fuera".
Esta catedr¨¢tica de 48 a?os dedica buena parte de su tiempo a intentar saldar la deuda de las multinacionales farmac¨¦uticas con los m¨¢s necesitados. La Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates ha puesto en sus manos m¨¢s de 600.000 d¨®lares para seguir investigando y la ha incluido en su equipo de "cerebros con coraz¨®n". A ella, la muchacha que se fascin¨® por la botica de Carrizo de la Rivera.
Por Sonia Vizoso.
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