Una mujer
Aquel d¨ªa una mujer se escondi¨® en mi casa. Era el 24 de agosto, el sol multiplicaba fuera la sombra de la higuera mientras ella vigilaba las persianas bajas y hac¨ªa nudos en la bolsa de la compra. La mujer de ojos azules no se sent¨®. Me pregunt¨® por un art¨ªculo firmado meses atr¨¢s sobre la Rep¨²blica. Le respond¨ª con cierta sorpresa y entonces me cont¨® su historia.
Relat¨® el fusilamiento de su padre -un militar de la Armada- cuando ella ten¨ªa dos a?os, me habl¨® de los libros que escond¨ªan en casa, de la entereza de su madre, de las miradas de compasi¨®n, pero tambi¨¦n del desprecio de antiguos amigos. Relat¨® el arduo camino de dos j¨®venes estigmatizadas por ser hijas de un rojo en la ciudad cuna del caudillo. Y, mientras hablaba, el aire se llenaba de todos los silencios que acumul¨® durante d¨¦cadas.
Le pregunt¨¦ entonces por qu¨¦ callar tanto, si sent¨ªa verg¨¹enza. Ella me mir¨® incr¨¦dula. "Verg¨¹enza, ?yo? Mi padre era la persona m¨¢s culta y m¨¢s humana que puedas imaginar. Lo mataron s¨®lo por ser fiel a la rep¨²blica". Y, sin querer, de su boca naci¨® La boda de Chon Recalde, novela de Torrente Ballester que relata la hipocres¨ªa social sufrida por las nietas de un almirante fusilado tambi¨¦n en Villarreal del Mar. La mujer dec¨ªa que s¨®lo quiere olvidar. Y, me advert¨ªa, ten cuidado, eres muy joven y dices lo que piensas. Ellos est¨¢n todav¨ªa ah¨ª y esto se da la vuelta en cualquier momento. Miraba a su alrededor, como si alguien pudiese escuchar a trav¨¦s de las paredes. Justo al marcharse anunci¨®: "Hoy hace justo 70 a?os que mataron a mi padre". No se lo hab¨ªa contado a nadie y el fardo de la memoria le pesaba como s¨®lo pesa el terror.
Contra su dolor, se me ocurri¨® entregarle un nombre, el de Ana Cabana. Ana tiene sus mismos ojos agua y una tesis doctoral reci¨¦n le¨ªda sobre la resistencia del campesinado en Galicia entre 1936 y 1960. Sostiene Ana que no fuimos un pa¨ªs contestatario, pero constata la falsedad del estereotipo de adhesi¨®n inquebrantable y sumisi¨®n de la poblaci¨®n rural gallega respecto al franquismo en sus dos primeras d¨¦cadas de vigencia. Cabana ha publicado tambi¨¦n un cap¨ªtulo en el libro Lo que han hecho en Galicia, donde historiadores cuestionan la imagen tradicional de Galicia como granero inm¨®vil de los sublevados. Se dec¨ªa que la guerra aqu¨ª dur¨® tres d¨ªas pero es mentira.
Dur¨® una eternidad de fusilamientos en playas y paredones. En montes y cunetas. En el silencio mortal que sigui¨® a los disparos. La mujer y Ana Cabana lo saben, aunque no se conozcan. La una por la vivencia. La otra por la evidencia de la historia. Como ellas, muchas personas -investigadores pero tambi¨¦n an¨®nimos reunidos en asociaciones por la memoria hist¨®rica- construyen puentes para que los que perdieron la paz sobrevivan al olvido.
Y aunque la mujer de mirada oc¨¦ano haya decidido olvidar, su terror demuestra que restituir la memoria es un deber moral. Para que nadie m¨¢s se esconda para contar en voz baja su historia. Porque la suya no es una historia de verg¨¹enza, es una lecci¨®n de dignidad. Y el que yo la cuente, la voluntad de conquistar cicatrices.
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